Impotente Madrid
El Real Madrid-Sevilla fue otro encuentro para olvidar. El aburrimiento volvió a alcanzar esta vez momentos increíbles y si en algo se diferenció de ocasiones anteriores fue en que el público se distrajo con los goles que le marcó el Salamanca al Barcelona. En efecto, las tres mayores ovaciortes de la tarde se produjeron con los tantos de Alves y Juanito con el fallo de Clares en el penalti. Los aficionados han llegado a tal extremo de conformismo, con la impotencia de su equipo, que el «affaire Melero-Cruyff» les ha venido estupendamente para desahogarse.Sin embargo, aunque menos de las merecidas, también hubo protestas en el Bernabéu contra su equipo. Tardaron en llegar, pero las hubo. El presidente, desde luego, que parece querer insuflar con su presencia repetida este año un hálito de inspiración imposible a sus jugadores, ya se había ido del palco, según viene siendo su costumbre igualmente. Comenzaron hacia la media hora de la segunda parte. El desastre de no crear ni una sola ocasión de peligro seria en todo ese tiempo, tras el descanso, soliviantó algo los ánimos de los aficionados. Resultaba, como antes en la primera mitad, que un modesto Sevilla, con la misma táctica que el cuadro blanco un clásico 4-3-3 y marcando hombre a hombre muy encima, le mantenía a raya sin el más mínimo problema.
El síntoma de que el Madrid actual no da más de si apareció evidente de nuevo. No es que falle un hombre, sino varios. Y con varios que no valen ningún tipo con aspiraciones puede resistir tal rémora.
Para colmo, la mayor protesta del partido surgió cuando Miljanic, un tanto sorprendentemente, sacó del campo a Aguilar para meter a Roberto. Se le podría criticar que no prescindiera de un centrocampista o incluso de un defensa, para apurar al máximo las oportunidades atacantes en los últimos diez minutos. Quizá hubiese sido arriesgado, aunque el contragolpe sevillista casi nunca existió, pues Scotta no fue esta vez el hombre peligrosísimo que en su visita al Manzanares sembró el pánico en las líneas zagueras atléticas. Pero lo inesperado, para no variar su costumbre, fue que el técnico yugoslavo, dejó a Jensen en el campo, cuando el danés continúa siendo una sombra -blanca y rubia, pero sombra- de lo que prometía. Aguilar al menos había cumplido más dentro de la inoperancia manifiesta de la disminuida delantera blanca. La decisión de Miljanic, con algunos pañuelos ya en las gradas desde hacía varios minutos provocó entonces los gritos airados y sintomáticos del ¡fuera fuera, fuera!. El 0- 1 de Alicante ya se había olvidado y el Madrid entero, pese a tener a Velázquez de cerebro ¿para servir a quién y con quién? sigue sin brújula y, lo que era más grave, sin saber dónde estaba el Norte.
Suerte nuevamente tuvo de que dos centros de Rubiñán al borde del final pusieran el único peligro serio para la portería sevillista. Los aficionados callaron en sus protestas. Uno se le escapó a Palco y el otro lo remató Santillana, junto al poste izquierdo, pero el portero contestatario desvió bien. A continuación, siempre en pla,n conformista, los aficionados pudieron comprobar otra vez que equipo no tienen, pero guardameta sí. Miguel Angel, en una salida espléndida a los pies de Cantudo, salvó un gol tras fallar Camacho. Podía haber sido la hecatombe, pero en fin, los duelos con portero, siempre son menos.
La verdad es que si las protestas finales no existieron esta vez, esa impotencia ante lo irremediable de un Madrid que exige una renovación masiva -¿dónde está la suya, Miljanic?- es como una losa suficientemente pesada y dura para el futuro blanco. Vitoria fue el domingo el mejor extremo izquierdo del Madrid. Siguen los despropósitos- pero no vale para el centro de campo. Breitner, con su juego aburrido -él personalmente lo está, por un fútbol español y un ambiente que no le van a su visión de vida- parece jugar. gritando ¡me quiero ir!. Velázquez, el otro «maestro», no puede solucionar él sólo un cesto con mimbres tan poco sólidos en su mayoría. Incluso Pirri, que intenta una y otra vez la arrancada desde su puesto de hombre libre se desespera al no poder ligar una jugada. Camacho estuvo demasiado preocupado por Scotta como para intentar sus escapadas por la banda de otros tiempos, pero también se ha anclado atrás últimamente. De Rubiñán, sólo lo que queda reseñado.
El panorama es bien triste. El fútbol anodino del domingo lo quiso el Sevilla para llevarse un merecido punto y el Madrid no pudo hacer otra cosa que aceptarlo. No sabe hacer más. Veteranos como Gallego -sobre todo- y hasta Lora, pasearon sus reales por el Bernabéu. Jóvenes como Rubio y Blanco se las arreglaron para no dejarse dominar en el eje del juego. Al menos ellos supieron lo que querían. Enfrente, ese eje y los demás, están desengrasados. Yupanqui, hizo la pregunta al cantar. En el Madrid hace falta la contestación. Sin cánticos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.