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Reportaje:Necesidad de una política energética / 2

Costes de oportunidad

Grupo AFEEntre las condiciones económicas que en último término debía reunir la estructura final del abastecimiento de energía al finalizar el decenio programado por el Plan Energético, se encontraban básicamente dos: una dependencia exterior mínima en los aprovisionamientos y un coste total, también mínimo, compatible con la condición anterior de dependencia externa. Por tanto, tras llevar las aportaciones de carbón y energía hidráulica (recursos internos) a sus potenciales máximos, la alternativa que se presentaba era la de elegir para la generación eléctrica entre fuel-oil térmico o combustible, nuclear.

Bajo estos supuestos, y a los precios existentes al finalizar 1974, resultaba que para atender a la demanda estimada en 1985, la opción nuclear llevaba a una inversión de 500.000 millones de pesetas más que la inversión necesaria para centrales clásicas de fuel-oil; con esta estructura de generación eléctrica, el ahorro en combustible ascendía anualmente a unas 100. 000 millones de pesetas, es decir, a un ahorro de divisas en valor de combustibles importados, aproximadamente el 20% del exceso de inversión nuclear sobre la que hubiese representado la opción alternativa de térmicas de fuel-oil. Esto se alcanzaría, insistimos, a la terminación del plan decenal.

Probablemente hoy, en opinión de los planificadores, aún se siguen manteniendo los supuestos económicos que apoyan esta decisión; pero es preciso, cuando menos, verificarlo. Porque, en primer lugar, el capital necesario por kilowatio de potencia nuclear instalada se ha encarecido considerablemente en comparación con las otras formas de generación eléctrica tanto en términos del coste de la propia instalación como en el de la financiación que se extiende a los ocho años de su construcción. Además, hay que tener en cuenta el componente exterior (30-40% del valor total) en la instalación de las centrales nucleares, aminora las ventajas brutas de ahorro de divisas en combustible como consecuencia de la opción nuclear. Si el coste total de la instalación de las centrales nucleares previstas en el PEN (a los costes de 1974) ascendía a 900.000 millones, en el decenio, será preciso desembolsar un promedio anual de 36.000 millones de pesetas. Esta suma corresponderá al pago de suministros exteriores para las centrales, es decir, el 40% del coste anterior, cuyo contravalor aminora el ahorro de combustible anteriormente calculado. A los precios actuales del coste de instalación de las centrales, las cifras anteriores han podido aumentar en un 50%.

En cuanto al propio combustible, la evolución de los precios del fuel-oil y del uranio en los dos años transcurridos, está erosionando las claras ventajas de la opción nuclear. El coste del combustible suponía en 1974 unos veintiún céntimos por kilowatio en el cálculo del PEN, cifra, que se ha duplicado prácticamente desde finales de 1974; se ha estancado, por el contrario, el precio del fuel-oil, cuya cotización se mantiene muy estable, siempre a precios internacionales, como consecuencia de los excedentes europeos en las fracciones pesadas procedentes de la destilación de los crudos. Situación que se mantendrá, al parecer, hasta mediados del próximo decenio.

Esto significa que las ventajas económicas de la solución nuclear en términos de dependencia exterior y coste mínimo se hayan agotado. Sí significa que los márgenes de sustitución de abastecimientos alternativos se ha estrechado y una planificación mínimamente rigurosa debe señalar dónde se encuentran los umbrales de sustitución en cada momento.

En opinión de los responsables del sector energético en España no existen razones para plantear el cuadro de abastecimientos previstos en la planificación vigente. Esta afirmación solamente es sostenible en el caso de que se ignore el comportamiento de los precios o, lo que es lo mismo, se asuma que la estructura relativa de precios entre las distintas formas de energía sustituibles se mantiene constante.

Esto no es cierto, para la alternativa fuel-uranio en la generación eléctrica, ni tampoco para las otras fuentes primarias: carbón y energía hidráulica. Cada una de estas fuentes debe reconsiderarse; en cuanto al carbón respecto a su coste de producción y utilización y en cuanto a la energía hidráulica, sería preciso determinar la verdadera potencialidad aún existente, es decir, las posibilidades de la energía hidráulica deben ser actualizadas con un enfoque global del sistema energético en vez de hacerlo bajo una óptica puramente empresarial que la que hasta ahora se ha utilizado.

Existen, pues, razones de peso, en contra de la opinión oficial, para reconsiderar la revisión de las fuentes de abastecimiento no solamente, como hemos visto con anterioridad, basados en las razones a la improcedencia del sistema del cálculo de la demanda, sino que también en base a las profundas variaciones de los costes de inversión y de los precios de combustibles en las energías alternativas.

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