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Boxeo

Sainz Huerta: candidato a la presidencia sólo si hay sufragio universal

La noticia sobre la campaña electoral que afectará a las presidencias de todas las federaciones deportivas, ha movilizado, indistintamente, a directivos que habían pasado a la reserva y a personajes que nunca habían salida de ella .Además de unos cuantos, entre los que actualmente rigen nuestro deporte, ya están preparando su campaña muchos otros: los que jamás tuvieron el privilegio de ser señalados con el dedo de nombramientos y los que lo fueron dos veces: cuando se les escogió y cuando se les despidió.Vuelve a confirmarse que los primeros convocados por unas elecciones son los candidatos.

Parece que, gracias al nuevo sistema, el pugilismo va a vivir su particular aventura democrática, que coloquialmente podríamos llamar la democracia de lpuñetazo.

Uno de los primeros nombres de futuros candidatos es el de Sáinz Huerta, penúltimo presidente de la federación, directivo que pasó por el boxeo en una larga polémica, en una especie de match cuyo veredicto final habría de incluir necesariamente un cese, el suyó,o muchos ceses: los de un sinfín de preparadores, promotores y púgiles.

Sainz Huerta fue lo que se en tiende por un presidente halcón. Para combatir el tópico «las aguas del boxeo bajan turbias» asumió el papel de depuradora. Se le acusó ,de tirano; por si fuera poco, su figura tenía un aire conventual que sus enemigos aprovecharon para tildarle de inquisidor. Sin embargo, nadie le discute una honradez suprema, un casi enfermizo afán de rectitud. En todo caso fue una especie de Torquemada de quien todo el mundo diría después: «En el fondo era bueno», y avantaja a otros ex presidentes en que, además de dedirlo, todos lo pensaban. «Yo reconozco que cometí errores cuando estuve al frente de la Federación. Lo reconozco ahora como lo reconocí entonces, porque siempre fui amigo de la autocrítica.»

Probablemente se equivoco por inocencia. No tuvo en cuenta que el pugilismo es, casi en un cien por cien, una mancha, un borrón en el que sólo varían los tonos, que van del gris claro al negro. En él hay que establecer la tolerancia y permitir una moderada imperfección. «Si tuviera acceso por segunda vez a la presidencia de boxeo me impondría dos principios: serenidad, y apoyo al pugilismo amateur. Ese debatido campeonato nacional de Liga merecería una gran promoción, porque su primer beneficiario es el púgil, »

Hizo un elevado consumo de pastillas tranquilizantes; quizá también equivocó otra táctica: era un hombre sensible, es decir, un mal encajador, y aceptó una pelea sin minutos de descanso. Ninguno de los que le trataron ha olvidado aquella imagen suya de presidente cada vez más solo, con su cajita de píldoras para serenar. Al final, su mesa parecía una barricada, y él, un hombre acorralado. Sin duda, el pugilismo acabó debiéndole una palidez.

Ahora quiere volver, pero piensa poner condiciones a su candidatura: «Está condicionada por el. carácter que se de a las elecciones. Sólo me presentaré si se producen por sufragio universal; si participan en ellas púgiles amateurs y profesionales, promotores, preparadores y árbitros: todos los hombres del boxeo que dispongan de una licencia.» Ayer, Sáínz Huerta quiso participar en el boxeo desde su despacho igual que lo habría hecho un púgil noble en el ring: a golpes reglamentarlos. Hoy se dispone a volver con una doble credencial.

Trae un aislamiento y una medalla a la combatividad que nunca le Impusieron.

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