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LA LIDIA.

Interés unánime en que se aclare el caso de los "victorinos"

Aquí se ha procurado seguir fielmente cuanto concierne al caso de los victorinos misteriosamente «asesinados». No se ha hecho afirmación alguna sobre quiénes pudieron ser los culpables porque no disponemos de elementos de juicio, ni aun lejanos, para ello. Todo lo que se mueve, sobre todo lo que sedice, en tomo a este suceso, ha de ser forzosamente una especulación. Pero hay otro fenómeno noticiable y es aquello que sospechan los profesionales del taurinismo, y eso es, precisamente, lo que se recogió en EL PAIS del martes, con mi firma. No tiene Alfonso Navalón -amigo, admirado crítico- ningún derecho a tergiversar las cosas y decir, como ha hecho en su crónica de la corrida celebrada el miércoles en Zaragoza, que EL PAIS publica la noticia de que Victorino es quien ha montado la muerte de sus propios toros. La afirmación de Navalón es, cuando menos, una ligereza, que de ninguna manera podemos admitir. Su defensa decidida del ganadero puede parecer lógica, y seguramente también será justa, pero para ello no tenía ninguna necesidad de tirarse al cuello.Donde en verdad se hacen tales acusaciones es en voz baja y en los mentideros taurinos; no en este periódico ni en ninguno. Desde un principio había quienes pensaban en Victorino y había quienes pensaban en los hermanos Lozano, y ahora ya se ha ampliado el campo de tiro porque se apunta a matadores de toros de reciente alternativa (hemos oído nombres y apellidos) y á novilleros, y muchas veces los argumentos que se aducen no van más allá de la desesperación demostrada por los propios toreros porque los monopolios les impiden caminar adelante en su profesión. Y pues hay desesperación, la malicia pone equivalencias de venganza.

Por lo menos los representantes de los novilleros ya están en guardia y hartos de llevarse todas las culpas (como todas las vejaciones, por regla general) cuando este tipo de sucesos se producen, en cuanto haya la menor acusación gratuita contra cualquiera de ellos van a llevar el asunto a los tribunales.

Volvemos a donde íbamos en el muy breve comentario del pasado martes: el buen nombre de Victorino, el de los Lozano y el de tantos otros que circulan de boca en boca, debe apremiar el curso de las investigaciones policiales, para que de inmediato se conozca quiénes son los ejecutores de los atentados y sus inductores, si los hubo. Todos queremos saber (y todos sabemos leer, con alguna excepción que otra).

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