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Al borde del fallo cardíaco

El Atlético estuvo mal ante el Málaga, pero apuntó cosas. Frente al Salamanca la cuestión fue a peor y ya no se sabe si el futuro es prometedor u oscuro e incierto como el reinado de Witiza. El Atlético estuvo el domingo al borde del fallo cardiaco. Tanto que sus seguidores, tan animosos siempre, ni siquiera aplaudieron con fuerza los goles del Barcelona, que a falta de otros alicientes, eran lo mejor de la tarde. El temor a la pérdida de un punto no desapareció del cuerpo rojiblanco hasta que el señor Oliva señaló el final.

El partido careció de brillantez desde el punto de vista local. El Salamanca con toda una serie de remiendos en su alineación fue todo un equipo. Cierto es que resulta más cómodo y más fácil contener que atacar, pero hubo un detalle importante en el encuentro y es que el Salamanca, por encima de todo, supo escalonar magníficamente a sus hombres y cubrir huecos de un modo eficaz.

Dejó García Traid en avanzadilla a Juanito y Pérez, porque Lacasa, con el nueve a la espalda, se colocó en el centro del campo y Alves estuvo en una situación de media punta más presta a retroceder que a avanzar. Sólo dos hombres por delante facilitaron la labor defensiva atlética, pero en el centro del campo no se produjo superioridad. Entre otras cosas, porque Marcelino es simplemente trotón y Leal que tiene ideas, no anda fino. Salcedo, que siempre se ha distinguido más por la creación que por lo contrario, fue esta vez jugador más eficaz en el corte que de costumbre, pero ello no bastó porque los salmantinos se mostraron sueltos y sin casi nadie que les entorpeciera.

El Salamanca marcó estrechamente a los hombres clave rojiblancos. El preparador charro montó un esquema en el que los números fueron lo de menos y así Iglesias estuvo en la banda izquierda pegado a Rubén Cano, Enrique dedicó preferentemente su labor a Leal, Bustillo siguió de cerca a Ayala y Rezza no tuvo otro cometido que Leivinha.

Como Ayala no anduvo a su ritmo habitual, Leivinha buscó zonas templadas, antes que el área, y Rubén Cano es una especie de réplica de Roberto Martínez, el ataque colchonero anduvo perdido las más de las veces.

Hasta el cuarto de hora no surgió el primer disparo serio a gol y cerca de la media hora envió Rubén Cano un balón junto al poste. El Atlético que no encontró la manera de meterse entre la defensa salmantina con peligro tropezó además, con D'Alessandro que se convirtió en la estrella del equipo a base de cortar centros. D'Alessandro no permitió los cabeceos de los delanteros atléticos más que desde la lejanía. La única vez que Leivinha logró conectar el testarazo lo hizo desde una posición algo esquinada. Y el gol fue posible por que el balón describió una parábola ante la cual la gran humanidad del meta fue insuficiente.

El partido se puso feo antes del empate por culpa del señor Oliva que, meticuloso en el primer tiempo, dejó sin sancionar faltas clarísimas en el segundo. Por ejemplo, una llave a lo Chausson de D'Alessandro a Capón dentro del área. El gol del Salamanca estuvo precedido por una falta de Galleguillos a Capón en el centro del campo y acto seguido el defensa madridista y el buscarruidos chileno iniciaron una guerra particular. Galleguillos hizo méritos sobrados para el tarjetazo como también Capón, que sí acabó llevándoselo, pero por otro lance.

El encuentro acabó agrio. Como si jugadores y público hubiesen estado esperando la ocasión para la gresca. El tanto de Rubén, a cuatro minutos del final, no amainó el temporal.

El Atlético anda mal. No hay excesivo espíritu de lucha y la lentitud es a veces desesperante. Se ha perdido el sentido del contraataque fulgurante. Falla el centro del campo y no se arriesga en ataque. Luis debe poner mano dura. Los males deben ser atajados urgentemente.

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