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Los anabolizantes no son una panacea

El tema de los anabolizantes parece ya el rayo que no cesa. Como si no quisiera perder ningún tiempo en seguir de actualidad, tras la polémica suscitada a propósito de las nadadoras de la RDA en sus increíbles campeonatos nacionales de este año y después en los Juegos Olímpicos, precisamente a continuación de Montreal saltó la noticia en halterofilia. Siete levantadores, tres de ellos incluso con medallas conseguidas, fueron descubiertos en su uso de esteroides. Dos quedaron ya suspendidos, durante los mismos Juegos y cinco más lo serán en la próxima reunión del Comité Olímpico Internacional. El problema, sin embargo, es mucho más grave. Corren rumores, con matiz de verdad, sobre el uso de otros productos imposibles actualmente de ser detectados por los análisis.

La bomba saltó inmediatamente después de los Juegos Olímpicos. Anteriormente sólo habían sido descubiertos en los análisis previos y anunciados el norteamericano Cameron, quinto en el total de la categoría de pesados y el checo Pavalasek, sexto en la de superpesados. Este, por cierto, con 1,84 metros de estatura para nada menos que 165 kilos de peso corporal, el halterófilo de más volumen de cuantos compiten en la actualidad. Distintas federaciones internacionales habían pedido el control de anabolizantes para los Juegos Olímpicos, y la de halterofilia, como el atletismo -especialmente en los lanzadores- era de las primeras obligadas a hacerlo. Los dos hombres citados, por lo que se ve, no cesaron de inyectarse o tomar los esteroides con tiempo suficiente, antes de los Juegos y por ello no pudieron asimilarlos en el margen necesario para no ser detectados.Sin embargo, lo que no esperaban los competidores en el transcurso de los Juegos, ocurrió. Se obligó a realizar un análisis sorpresa y en él fueron descubiertos cinco levantadores más: el sueco Norrback, que para colmo no se clasificó, pues hizo nulos sus tres intentos de arrancada, sobre 105 kilos, en la categoría de los plumas; el polaco Kaczmarek, medalla de oro de los ligeros y uno de los mejores levantadores -hasta ahora, que parecía verdad- de la actualidad; el norteamericano Grippaldi, cuarto en los pesado-medios -hasta 90 kilos de peso corporal- y los búlgaros Blagoev, plata en los pesado-ligeros -hasta 82,5- y Khristov, oro en los pesados -hasta 110.- Naturalmente el caso de los que consiguieron medallas es mucho más grave, pues deberán devolverlas como principio de la sanción que les será impuesta. Todos ellos habían dado negativo en el primer control hecho antes de los Juegos y se inyectaron o tomaron anabolizantes inmediatamente después.

El uso ya es general

Los controles antianabolizantes no se vienen realizando más que desde hace dos años. En efecto, fue en 1974, con motivo de los Juegos de la Commonwealth celebrados en Chistchurch (Nueva Zelanda), cuando se llevaron a cabo por primera vez en una competición oficial. Actualmente su realización es lenta y cara, pero la realidad es que se hace totalmente necesaria a la vista de los acontecimientos.

Utilizados ya después de la segunda guerra mundial como reconstituyentes para los ex prisioneros de los campos de concentración, los anabolizantes hicieron su aparición en el deporte hacia 1960. Como es lógico se iniciaron en los deportes de fuerza por excelencia, como la halterofilia o los lanzadores de atletismo, pero también otros como el boxeo, la natación, el judo, la lucha, el ciclismo, el tiro, el remo o la gimnasia, han sido afectados. Los ejemplos, indudablemente, son bastantes más y sin ir más lejos en atletismo su uso no se reduce ya sólo a los lanzadores, sino que alcanza igualmente a los sprinters, decathlonianos y saltadores.

El anabolismo consiste en la transformación de materias nutritivas en materia viva dentro del organismo humano. Un anabolizante favorece este fenómeno, al facilitar la absorción de los elementos necesarios para la vida celular, justamente en las células de las fibras musculares. Es decir, dicho de otra forma, los anabolizantes permiten un aumento del peso del cuerpo por una acción sobre la masa muscular del individuo.

Médicamente, bien por ingestión oral o inyectados -y como otros productos no anabólicos- sirven para casos de desnutrición o de debilidad a causa de cualquier enfermedad, e incluso se utilizan para combatir el surmenage o la senilidad. Estimulan también la formación de sales de calcio en los huesos, con lo que están indicados igualmente para tratamiento de fracturas óseas.

Ahora bien, al tratarse de halterófilos de gran nivel su uso se convierte en muy interesante. Aunque los levantadores en una sesión de entrenamiento de dos horas, por ejemplo, no levantan cargas más que durante cinco o seis minutos, el totalizado puede llegar desde los 4.500 ó 5.000 a los 9.000 kilos en una sola jornada. Ello, es obvio, produce un adelgazamiento y una fatiga importante. Los anabolizantes, entonces, permiten compensar todo esto, puesto que favorecen la asimilación de proteínas. La fatiga, está en gran parte íntimamente ligada a las reservas del cuerpo humano en ellas y al aumentar su cantidad, se aumenta también la resistencia a la fatiga con la posibilidad evidente para el atleta de poder entrenarse más. Así pues, sin llegar aún a la competición en sí, los anabolizantes ya pueden actuar previamente. El paso de ahí a hacer crecer los músculos es bien sencillo. En los Juegos Olímpicos de Munich un atleta, saltador de pértiga, llegó a declarar en su momento que cuando corría hacia el saltómetro la pértiga le parecía no pesar más en sus manos que una pluma estilográfica.

Por otro lado, el aumento del peso corporal depende también de la calidad de la alimentación. Si el atleta sólo tomase proteínas, éstas se «quemarían» rápidamente con el esfuerzo. Las reservas, con el uso de anabolizantes, se producen al impedir la eliminación de grasas y azúcares. El caso del excéntrico lanzador de disco sueco Ricky Bruch, recordman del mundo un tiempo con un tiro de 68,40 metros, es sintomático. En cinco meses llegó a engordar 25 kilos. El fue. uno de los atletas que habló sobre el uso de anabolizantes sin reparos. Ahora, al saber que en los Juegos de Montreal se iban a pasar controles, no hizo uso de ello. ¿Resultado? Fue eliminado en la prueba de clasificación para la final con un pobre lanzamiento de 58,06 metros. De acuerdo en que está en pleno declive, pero este mismo año todavía había lanzado 63,38.

Graves consecuencias

¿Son los anabolizantes la panacea de un triunfo? Realmente, no. Aparte ya de que simplemente por ese aumento del peso corporal ello produce una disminución vital de las capacidades motrices, con las consiguientes mermas de reflejos, velocidad de acción y otras, existe el peligro de las lesiones musculares, por desgarros al haber crecido las fibras a mayor ritmo del que resistiría el individuo en su crecimiento normal. También calambres y otras lesiones ya no musculares: desde vértigo, hasta un tumor en la próstata, pasando por atrofia en los testículos, esterilidad temporal o definitiva, cáncer de hígado -que no resiste el trabajo de asimilación- y trastornos cardíacos o renales -por la misma razón-. En un cúmulo de estos u otros problemas quizá desconocidos, en septiembre de 1972, a los pocos meses de los Juegos de Munich, el lanzador de disco danés Kas Andersen se suicidó lanzándose desde lo alto de una catedral. Se había dedicado totalmente al deporte tras abandonar la carrera de medicina. Tomó anabolizantes, subió de peso, pero no de calidad. Fue eliminado también en la prueba de clasificación con un tiro de 53,52 metros. A sus veintinueve años había perdido todas sus ilusiones.

En la actualidad existen en el mundo un centenar de anabolizantes comprobados. Su uso es libre en algunos países o calificado como droga y únicamente susceptible de ser comprado bajo receta médica, en otros. Hablamos de los anabolizantes artificiales, desde luego. Pero el último rumor -léase nadadoras alemanas democráticas-, fue que también se utilizan ya esteroides naturales, a base de testosterona, la hormona masculina. Estos no pueden ser detectados por el sistema de control que ha inventado el doctor británico mister Brooks. Aunque se llegara a descubrir alguno, además, el problema estribará en que hay organismos que producen más cantidad de testosterona que otros y será siempre difícil saber hasta dónde un atleta tiene testosterona propia o administrada.

Con todo, la parte quizá ridícula del tema es que no parecen muchos los atletas -dados los peligros que entrañan- que tomen anabolizantes por iniciativa propia. La mayoría parece ser que lo hace porque piensan que los demás los toman y entonces se verían en desventaja durante la competición. Los anabolizantes no son ningún milagro, desde luego. Según una experiencia realizada con 125 deportistas jóvenes en la Universidad alemana de Mayenza, Manfred Steinbach, gran saltador de longitud hace unos años, demostró que un reconstituyente normal, sin ser anabolizante, produce prácticamente el mismo efecto de crecimiento muscular, a igualdad de entrenamiento. Lo que importa en primerísimo lugar siempre es la calidad intrínseca del atleta. Después, otros apartados, como la dietética, el entrenamiento racional, la observación científica de la recuperación del atleta después de cada esfuerzo, la mejora técnica e incluso la relajación adecuada o la preparación psicológica.

El dilema ya a estas alturas, estriba en saber quién utiliza métodos correctos o no.

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