El "caso Lefèbvre" adquiere matices políticos
La «misa integrista de Lille», patrocinada por el «Papa de Econe», monseñor Lefèbvre, para mañana, día 29, se perfila como un acontecimiento religioso-político, cuyo alcance inquieta de manera creciente. Así parece probarlo, ayer, el Vaticano mismo, cuando a mediodía su portavoz declaró que Pablo VI estaba dispuesto a recibir al «líder» de la contestación contra la evolución de la iglesia del Vaticano II. Este anuncio causó cierto «asombro», sabiendo que los partidarios del purpurado están movilizando al país con el fin de atraer a Lille el máximo de fieles. También es cierto que el portavoz del Papa advirtió que. para entrevistarse con monseñor Lefèbvre necesitaba, con antelación, conocer sus «disposiciones», es decir, si estaba dispuesto a renunciar a la celebración de una misa que, a juicio de los especialistas más enterados en cuestiones religiosas, significaría un cisma serio.Todos los obispos del norte de Francia han medido la importancia del conflicto entre el Vaticano y el prelado de Econe (Suiza), en donde, como se recordará, fundó su seminario integrista y, hace seis semanas, ordenó a varios sacerdotes, acto que dio lugar a la suspensión "a divinis", que le prohíbe celebrar la misa. Ayer, los tres obispos de esta región publicaron un comunicado común invitando a los católicos a abstenerse, incluso como simples curiosos, en un acto que consideran que «contribuirá a dividir a la Iglesia de Cristo».
El obispo de Lille, monseñor Gand, en una conferencia de prensa, destinada a la clarificación del asunto, denunció la campaña de intoxicación que están llevando a cabo algunos al presentar a monseñor Lefèbvre como «una víctima». Por otro lado, evocó el aspecto «político subyacente de esta empresa».
La dimensión política, en efecto, se está revelando clara. Los movimientos de extrema derecha apoyan el «cisma» del obispo integrista. Si a última hora, después de muchas dudas, se decidió a dar el paso último que significa la misa de Lille, parece que obedece a que su actitud ha encontrado eco creciente en decenas de millares de católicos reaccionarios que se reconocen en él. El semanario fascista, Minute, la semana última, lo animó de manera espectacular en su primera página: «No ceda, monseñor Lefèbvre».
Se calcula que un 25 por 100 de los católicos franceses no serían extraños a los predicamentos de lo que, para otros católicos, supone «la renovación de las tradiciones oscurantistas anteriores a la Revolución francesa de 1789, en los tiempos de la Inquisición».
Las declaraciones de monseñor Lefèbvre, días pasados, a un semanario europeo, no desdecían las sospechas de su colega de Lille. «Llegó a mantener, dijo el purpurado integrista, que la dictadura, cuando se apoya en principios morales cristianos, puede ser aceptable. No lo es tanto en la sociedad, como en la Iglesia, cuando la dictadura se inspira en el comunismo». Uno de los reproches de monseñor Lefèbvre al Papa, Pablo VI, va conocido, pero que confirmó en las mismas declaraciones, se refería a su modernismo extremista. «No se puede aceptar, subrayó, un pontífice que nombra obispos claramente de izquierdas y que pacta con el marxismo».
Para muchos católicos franceses, que aún recuerdan las repetidas intervenciones políticas del Papa, en las últimas elecciones italianas, contra el Partido Comunista, la verdadera «cara» de monseñor Lefèbvre quedó al descubierto con tales propósitos. Tratando quizá de salir al paso de la celebración de la anunciada misa en Lille, el Vaticano se ha pronunciado públicamente sobre el caso Lefèbvre, a través de una nota publicada en el Osservatore Romano en la que se puntualiza la actitud del prelado francés y se narra su historia, basándose siempre en el contexto de las declaraciones publicadas por él.
La carta -dice el periódico romano- es un nuevo llamamiento a la reconciliación, a la vez que se le ofrece una nueva oportunidad de arrepentirse.
Tras publicar el texto íntegro de la carta que el Papa ha dirigo a monseñor Lefèbvre la nota abre una puerta a la esperanza, dando a entender la posibilidad de que pueda celebrarse todavía la entrevista.
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