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Seguridad para los coches de alquiler

La demanda de coches de alquiler en verano obliga a las empresas a disponer con la mayor celeridad posible de los coches que quedan desocupados. Es, por otra parte, la época del año en que cabe resarcirse de los gastos que produce la inmovilidad de la flota en los meses de invierno. Pero esta urgencia produce, a veces, la misma situación de aquellos hoteles en los que las camas no llegan a enfriarse, con la sensible diferencia -a favor de las camas- de que éstas no circulan a noventa kilómetros por hora, ni necesitan frenar inesperadamente en unos metros, y menos aún, patinan en el asfalto mojado por llevar ruedas sin dibujo. En este caso se trata de un simple problema de higiene.Otro caso es el de quien, bajo un sol de justicia, ha buscado inútilmente el gato para cambiar una rueda pinchada en un coche de alquiler. O de quien ha encontrado la rueda que había de sustituir a la averiada en condiciones que aconsejaban tirarla antes que correr el riesgo de ponerla.

No se trata de lesionar intereses de nadie. Sobre todo, porque al hacerlo podríamos, sin proponérnoslo, hacer todavía más difícil la adversa situación económica que atraviesan las empresas, grandes y pequeñas, dedicadas al alquiler de automóviles sin conductor. Pero sí de recordar que entre las anomalías que inciden en la seguridad del tráfico, una de ellas es la del estado en que se entregan al cliente algunos coches de alquiler.

Los aviones de línea se someten después de cada vuelo a una parada forzosa de bastantes minutos para revisiones técnicas, y ni siquiera la más exigente demanda veraniega permite a los responsables saltarse a la torera esta norma. Medir el suelo desde 9.000 metros de altura es algo muy serio. Pero perder la dirección o los frenos a una velocidad de cien kilómetros por hora tampoco es una broma.

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