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La velocidad volvió a la negritud

El atletismo ha sido siempre el deporte rey de los Juegos y no ha perdido su supremacía. En tres días, tres llenos, y en las dos jornadas del fin de semana hubo tres récords del mundo y dos olímpicos. Si el negrito Moses levantó al público de los asientos cuando superó espléndido de técnica y fuerza la marca de las vallas, el corazón de cuantos se percataron de las lágrimas del cubano Juantorena sobre el podio se encogió. El atletismo, en dos jornadas, ha cubierto los programas de los países capitalistas y de los socialistas. Y en comunión con ambas posturas políticas ha destacado la negritud. Dos países inesperados han estado en las finales con notable importancia: Trinidad Tobago, que ha producido un campeón olímpico y Portugal. España logró el domingo, con Campos, el segundo finalista en atletismo.La emoción de las finales del sábado estuvo centrada en los 100 metros, el peso masculino y la jabalina femenina. El hombre más rápido del momento resultó Hasely Crawford, de Trinidad Tobago, que pudo con Quarrie, hombre que está en los 9-9, y Valery Borzov, doble campeón en Munich. Decepcionó en cambio el norteamericano Harvey Glance, que también tiene acreditados los 9-9. USA falló también con Jones, y Panamá, la RD Alemana y Bulgaria fueron las otras naciones finalistas. Entre ocho, hubo tres blancos, pero sólo uno subió al podio.

En el peso había un claro favorito en el soviético Barysnikov, que hace tan sólo unos días estableció en París un nuevo récord mundial en 22 metros. Borisnikov tuvo que conformarse con el bronce porque su compatriota Mironov, en el quinto lanzamiento, y el alemán de la RD Udo Beyer, también en el quinto intento, mejoraron lo que él había hecho en el tercero.

En la jabalina femenina venció la favorita. Ruth Fuchs, recordwoman mundial desde el pasado día 10, al lograr 69,12, se impuso desde el primer lanzamiento y ya no fue superada. Su marca, 65,94, sólo pudo ser récord olímpico. El de Munich lo estableció ella misma, con 63,88, y en Montreal lo dejó en la clasificación en 65,14.

El domingo fue un discóbolo, el norteamericano Wilkins, el primero en escuchar una ovación de gala. Su segundo lanzamiento fue de 67,50, marca que le proporcionó el oro. Wilkins era favorito. Posee el actual récord del mundo, con 70,86, y nada hacía suponer que sus compatriotas Powell y Selvester -plata en Munich- fueran a desplazarle. Wilkins mejoró la marca establecida por Al Oerter, cuatro veces campeón olímpico, en México. Oerter, el mejor discóbolo de la historia olímpica, llegó a los 64,68. Silvester, con treinta y nueve años a sus espaldas, no pasó de la octava plaza.

Las lágrimas de Alberto Juantorena

Alberto Juantorena se ha convertido en una de las estrellas de los Juegos gracias al récord mundial establecido en los 800 metros. El cubano tenía en el norteamericano Woliluter a su gran adversario, pero éste quemó sus fuerzas en la última curva y cerca de la meta se vio rebasado por el belga Vandamme. Juantorena realizó una carrera espléndida. Juantorena posee una zancada larga y firme y da la sensación de que acaba sobrado de fuerzas. El cubano fue campeón sin llegar al límite de sus posibilidades. 1-43-50 es el nuevo récord mundial. El anterior estaba en poder del italiano Fiasconaro en 1-43-7.

Juantorena fue el primer atleta que no superó la emoción del podio. Desde lo más alto dejó escapar unas lágrimas reflejo de la satisfacción por la conquista lograda.

Un negrito USA con gafas, Edwin Moses, estableció en los 400 vallas una nueva marca mundial. Ausente Akii Bua, no tuvo Moses otros adversarios que su compatriota Shine y el soviético Gavrilenko. Moses -negro- acompañado por Shine -blanco- que le levantó el brazo repetidas veces, dio la vuelta a la pista para recoger las ovaciones del público. Fue en esto un émulo de Bua. En la carrera resultó superior a los 47-8 señalados por el ugandés en Munich.

Tampoco defraudaron las velocistas. El récord mundial eléctrico lo dejó la Ricliter en 11-01 en las semifinales, y se da la curiosa circunstancia de que el olímpico está en 11 segundos, ya medido manualmente en México a Wyamia Tyus. Ricliter, Stecher y Helten se repartieron las tres primeras plazas.

Campos rompió la carrera

La emoción dominical estuvo para los españoles en la carrera de los 3.000 obstáculos en la que Antonio Campos logró la clasificación para la final. Corrió el valenciano con el recordman del mundo Galderaud y el polaco Malinowski, dos de las grandes figuras del momento y con los que habrá que contar a la hora del triunfo final. Campos, sabedor de que necesita romper la carrera para no perder sus posibilidades en el sprint final, se puso en cabeza del grupo desde el inicio y comenzó a tirar fuertemente. Seis de las siete veces pasó primero por la cinta de meta. En la tercera vuelta el pelotón perdió una unidad y en la cuarta el grupo se estiró notablemente. En la quinta ronda cuatro hombres quedaron rezagados y el alemán federal Fraernincke se cayó en la ría y abandonó. En la sexta, Malinowski relevó a Campos, pero éste tomó el mando inmediatamente y el polaco, el alemán Baingartl y el sueco Garderud se fueron con él. Decidida la carrera, en la última vuelta se destacó Malinowski. Campos se quedó en el cuarto puesto y logró su clasificación, que era de lo que se trataba.

Malinowski mejoró el récord olímpico al correr en 8-18-56. Campos marcó 8-24-53. Su récord de España está en 8-21-0 y su estado de forma parece magnífico, lo que hace suponer que en la final podrá mejorar su marca. En el atletismo, por ahora, no caemos en el ridículo de la natación.

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