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Soares denunciará el Pacto Ibérico

El próximo Gobierno portugués revisará el Pacto Ibérico y puede llegar a su denuncia. Tal se deduce de unas declaraciones del líder socialista portugués, Mario Soares, en Caracas, y de un editorialdel diario socialista de Lisboa A Luta, publicado ayer, donde se pide su sustitución por un tratado de amistad.

El Pacto Ibérico es un documento firmado el 17 de marzo de 1939, por el que se establecía un convenio de seguridad entre los dos países. «El Pacto Ibérico -decía ayer A Luta- nació no para defensa de dos pueblos, sino de dos regímenes». Y añadía: «Tuvo todas las características de las alianzas totalitarias y ha sido calificado como un semi-eje. Una vez que uno de los dos países dejó de estar sometido al totalitarismo, el pacto se deshizo». Con esta última operación, A Luta, probablemente, se refería a Portugal, cómo el país que se ha liberado del totalitarismo. «El pacto es una cosa, y la amistad entre los pueblos es otra», añade el editorial, para el que el pacto fue un contrato que terminó con la muerte de la otra parte.Mario Soares dijo ayer en Caracas, donde asiste a la conferencia cumbre de partidos socialdemócratas, que el pacto respondía a una situación ya pasada, inexistente hoy. Un día antes, Soares, había abogado por la conversión del pacto en un tratado de amistad y cooperación entre los dos países ibéricos.

La toma de posición del diario lisboeta y las manifestaciones del líder portugués son importantes, desde el momento que se considera que el partido socialista formará el gobierno, después de las elecciones presidenciales del 27 de junio.

No parece haber inconveniente importante, por parte de España, a una sustitución del Pacto por un tratado de amistad y cooperación, que en todo caso es inexcusable entre dos países que comparten un mismo solar ibérico, y que han proclamado su voluntad de integrarse en una comunidad más amplia, la europea.

La entrevista de Guarda entre el ministro español de Asuntos Exteriores, José María de Areilza, y su colega portugués, comandante Melo Antunes, el pasado 12 de febrero, dejó entre los observadores el firme convencimiento de que ambas partes consideraban conveniente, la sustitución del pacto por un documento más adaptado a los momentos actuales.

Una de las víctimas de la denuncia o dejación del Pacto Ibérico sería la tradicional reunión de los estados mayores de los dos países, que durante, muchos años constituyó el principal vehículo de contacto por los problemas de seguridad mutua.

El Pacto Ibérico se ha renovado tres veces, y ahora debe de ser denunciado por una de las dos partes, seis meses antes del 17 de marzo de 1979, o en otro caso se prorrogará automáticamente. Es de esperar, sin embargo, que antes de la denuncia o de la simple prórroga, un nuevo tratado sustituya el viejo texto elaborado por Salazar y Franco, y abra todas las posibilidades que han estado, prácticamente cegadas durante 27 años, en el terreno de la cooperación económica, cultural, científica, técnica, etc., precisamente por un tratado que por extremar su deseo de garantizar la seguridad de los dos regimenes, dejó de contemplar terrenos más positivos.

Recientemente se fundó en Lisboa la Liga Iberista que anima el historiador Oliveira Marques. La liga propone la «reunificación» de los dos países ibéricos de forma paulatina, y un mayor contacto entre los pueblos, retomando la gran tradición iberista de la izquierda democrática portuguesa.

La derecha, agrupada en el Centro Democrático Social no ha tratado de hositilizar a los nuevos iberistas lusos acusándolos de conspirar contra la independencia del país y traicionar a la historia con sus pretensiones unionistas.

En realidad, la derecha portuguesa se ha caracterizado en todo

momento, con respecto a España, por una hostilidad manifiesta que los excesos verbales de Oliveira Salazar y de su continuador, Marcelo Caetano no lograban disfrazados. Por su parte, la izquierda democrática de ambos países ha visto siempre, con simpatía y con esperanza, todos los esfuerzos tendentes a deshacer los malentendidos históricos, y las leyendas negras que durante varios siglos impedían un entendimiento franco y leal de los dos pueblos y de los dos Estados.

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