Un hombre bueno
La muerte de Santisteban ha sido una desgracia más que unir al ya largo rosario de desventuras, sufridas por los hombres de la bicicleta. En el deporte del pedal, el duro, y sacrificado ciclismo, la suerte tiene una parte muy importante que jugar. El riesgo es lan grande, y en tantas ocasiones, que si la suerte no acompañara a los ciclistas en muchos momentos, la carretera, y en este caso sin motor, se cobraría víctimas sin número.Poco tiempo antes de comenzar la reciente Vuelta a España, Santisteban vivió unos momentos angustiosos en un entrenamiento, cuando, su compañero Zarano cayó delante de él y se fracturó la base del cráneo. El corredor murciano aún se debate entre su vuelta o no a la bicicleta, pero al menos salvó la vida. Ahora, como si de un turno trágico se tratara, le ha correspondido al santanderino. Trágico y doblemente sin suerte, pues Santisteban, en el plan de temporada confeccionado por su equipo, no iba a ir al Giro. El designado en principio era el vallisoletano Nistal, pero las molestias de éste en una rodilla, que ya le obligaron a abandonar en la Vuelta a España, aconsejaron el cambio El sprinter será uno de lo's diez compo-, nentes del Kas en'el Dauphine Liberé.,Biografia
«Santi», como todo el mundo le conocía cariñosamente, nació el 25 de agosto de 1944, en Ampuero, Santander, aunque ahora vivía en Colindres, casado y con dos hijos niño y niña, de cinco y tres años de edad. S u primer deporte fue el atletismo, cuando ya trabajaba en la Electro Montañesa. Dejó las carreras de medio fondo y de campo a través para dedicarse por entero a la bicicleta en el campo profesional. Comenzó en el Karpy y a continuación pasó al Monteverde, los dos desaparecidos. Hace tres años que militaba- en el Kas.
Su mejor temporada, sin duda ninguna, en cuanto a forma, era la actual. Su tercer puesto en Ia contra reloj final de la Vuelta, sólo superado por Thurau y Pesarrodona, -así lo acreditó. De no ser por un bajón final en el ritmo de pedalada en los tres últimos kilómetros, hubiese sido el gran triunfador. Durante la carrera, según su costumbre, aparte de trabajar para el equipo continuamente, escapó en solitario dos veces. La primera, en la etapa Almansa-Nules, su aventura duró 65 kilómetros. La segunda, de 80, fue camino de Palencia, en compañía del belga Ongenae. Después de tirar siempre de su pareja, fue vencido al final en el sprint. Aquel día estaba enfadado, pero no por perder la victoria, sino porque no le había relevado su compañero de escapada. La derrota, porque era un hombre bueno, no le afectaba ya, como en sus primeros tiempos -«Mañana lo intentaré otra vez», decía-, pero los malos detalles, sí.
Los únicos triunfos a lo largo de su carrera, al margen ya de etapas en múltiples vueltas, fueron en el año 74: la Vuelta a Asturias y Los Tres Días de Leganés. No era un hombre brillante, sino utilísimo para cualquier equipo.
Aunque en estos momentos pueda parecer inoportuno, no queda más remedio que referirse al futuro y consecuencias de su trágica desaparición. Como cualquier deportista afiliado a la Mutualidad Deportiva, su viuda recibirá por el fallecimiento 100.000 pesetas. Bien poco, desde luego. Menos mal que gracias a la Sociedad Deportiva Kas, la cual tiene asegurados a todos sus corredores, una compañía le aportará un millón por la póliza.
El delegado nacional de deportes, Tomás Pelayo Ros, le concedió ayer la medalla de plata al mérito deportivo a título póstumo.
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