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Sobre hierba, Alcaraz es el hombre a batir

El español, reciente ganador de Roland Garros y defensor del título en Wimbledon, abre la gira sobre césped con una victoria frente a Cerúndolo: 7-5 y 6-1, en 1h 21m

Alcaraz
Carlos Alcaraz, durante el partido contra Cerúndolo en Queen's.Paul Childs (Action Images via Reuters)
Alejandro Ciriza

Vuelve Carlos Alcaraz a la hierba tal y como se fue, como si se hubiera quedado a vivir en ella, levitando sobre el verde. ¿Adaptación? Así es. Instantánea. Nadie diría que hace poco más de una semana peloteaba y triunfaba en París, sobre la arcilla de la Chatrier, ni que hace unos días estuviera de escapada en Ibiza, bailoteando sobre la pista con los amigos para recargar las pilas en la isla, que siempre sienta bien. “Nos divertimos, desconecté. Como jugador, necesito este tipo de cosas. Para alcanzar mi mejor tenis, tengo que separar lo personal de lo profesional”, esgrime. Así que, ya aireado y bien despejado, a punto otra vez, brilla en esta reaparición en Queen’s, territorio conquistado hace un año. Al otro lado, la cara larga y el gesto permanentemente negativo de Francisco Cerúndolo, quien cae a plomo pese a la efímera revuelta del final. No se lo termina de creer, de nada sirve. Y Carlitos es muy bueno, claro: 6-1 y 7-5, en 1h 21m

Apenas 10 días después de conquistar Roland Garros, el murciano reaparece haciendo todo aquello que, se supone, debe hacer todo tenista que aspire a dominar medianamente un registro tan complejo como el del césped: zurrándole con determinación a la pelota, revoloteando aquí y allá, cortando la bola, asomándose a la red para intimidar. Y lo hace, he aquí lo importante, a una velocidad exprés. Como si fuera fácil. Ahí está la virtud: simplificar lo más difícil. Han bastado un puñado de entrenamientos para que reincorpore todos los elementos del catálogo y que los sufra Cerúndolo; el argentino, que no es rival menor, sino el 26º del mundo, peligroso si hay despiste, se desploma en el primer parcial y tiembla en el segundo, cuando dispone de hasta tres opciones para equilibrar el marcador y se le encoge el brazo, la fe, porque ahí enfrente está Alcaraz, y la silueta del español empieza ya a pesar.

“Estoy muy contento con el nivel en este primer partido”, dice el número dos del mundo, de 21 años. “He entrenado solo un par de veces, así que no son muchos días para adaptar mi juego a esta superficie. Hay muchas cosas que mejorar, pero en general estoy contento”, continúa Alcaraz, reconociendo que el primer parcial “ha sido un poco irreal” por los errores cometidos por el adversario y que en el segundo ha podido dar con “el ritmo” que de verdad le gusta. Sabe ya de lo que habla, de ese fluir tan imponente, tan desbordante. Del 5-3 abajo al break y 5-5, y de ahí al cierre en blanco, con un ace. Sin titubeos, aplastante. De entrada, todo un aviso: aquí está él, el último conquistador de Wimbledon, de victoria en victoria. Son ya 13 consecutivas sobre hierba, víctima ahora el bueno de Cerúndolo.

Ausente Novak Djokovic, intentando reengancharse el serbio a la acción a golpe de rehabilitación en el gimnasio, no hay tenista que hoy por hoy tenga más control sobre la superficie que Alcaraz, una esponja. “Tengo más partidos sobre césped en las piernas [19 en total] y con los grandes resultados que tuve [el curso pasado], conozco mejor cómo hay que jugar, entiendo el juego. Soy más maduro jugando en esta superficie. Sé que estaré al cien por cien antes que el año pasado”, advierte el de El Palmar, que ha aterrizado en el torneo acompañado por Samuel López —preparador habitual de Pablo Carreño; Juan Carlos Ferrero regresará al banquillo para Wimbledon— y que disfruta de la estancia en la misma casa que él, su familia y su equipo vivieron hace un año una experiencia maravillosa.

“Nunca es fácil el primer partido, y menos el primero en la temporada de hierba, pero estoy muy contento de cómo lo he hecho y de cómo he sacado”, apunta, mientras el casillero refleja un porcentaje cercano al 89% de efectividad —por un 81% en tierra batida y 75% en dura— en una superficie que la mayoría de los jugadores no consigue descifrar nunca. “Ha sido un gran test, sobre todo en ese segundo set tan igualado. Feliz con la forma en la que he jugado [ya sin la malla compresora que lució durante toda la gira sobre arcilla] y especialmente con haber levantado situaciones comprometidas en el segundo set. Todavía estoy aprendiendo. El año pasado no jugué aquí igual que en Wimbledon, tengo que ser mejor y seguir aprendiendo cómo moverme”, resuelve el murciano, que en la próxima estación, el jueves, se enfrentará al reciente campeón de Stuttgart, el inglés Jack Draper (6-3 y 6-2 a Mariano Navone). “Pediré jugar antes… La Euro es cada cuatro años, y ahora es tiempo de apoyar a España [citada ese día con Italia]”.

Entretanto, el cuadro borra el nombre del malagueño Alejandro Davidovich (7-6 (6), 3-6 y 1-0 en la continuación ante Alejandro Tabilo) y el italiano Jannik Sinner puede con Tallon Griekspoor en Halle, Alemania (6-7 (8), 6-3 y 6-2).

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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