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Danielle Collins, fiesta antes de la despedida

La estadounidense, la campeona con el ‘ranking’ más bajo (53ª) en Miami, conquista el título más importante de su carrera a las puertas de su retirada, con 30 años

Collins posa con los recogepelotas del torneo tras vencer a Rybakina.
Collins posa con los recogepelotas del torneo tras vencer a Rybakina.CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH (EFE)
Alejandro Ciriza

Tiene algo de extraño la carrera de Danielle Collins, una magnífica tenista que entró relativamente en el circuito —a los 22 años—, que hasta ahora apenas había logrado un par de trofeos —Palermo y San José, ambos en 2021— y que este curso, con solo 30 años, colgará la raqueta a final de temporada. “Siento que estoy preparada para el siguiente capítulo, me siento muy feliz”, dice la estadounidense, feliz después de la alineación astral que ha sucedido: ahora que va a decir adiós, lo hace con el título de Miami bajo el brazo, convertida en la campeona con peor ranking (53ª) del torneo y, por si fuera poco, triunfando en casa. “De pequeña solía suplicarle a mi padre que me trajera aquí, y el me decía: ‘Podrás ir cuando juegues el torneo”. Y no iba desencaminado el hombre.

El 7-5 y 6-3 obtenido este sábado frente a Elena Rybakina, la cuatro del mundo, le concede un premio que se resistía, pero que sin duda merecía. Ha reunido Collins méritos más que de sobra. Finalista del Open de Australia en 2022, logró ascender hasta el séptimo peldaño mundial y reúne victorias de mérito contra varias figuras. Aplicada y ortodoxa, discreta y comprometida, pocas tenistas del presente poseen su revés cortado y su inteligencia en la construcción del punto. Sufrió esta vez sus virtudes la talluda Rybakina, que al cuarto punto de partido se inclinó. De este modo, la norteamericana se convirtió en la sexta representante de su país que se corona en Florida tras Martina Navratilova (1985), Chris Evert (1986), Venus (1998, 1999 y 2001) y Serena Williams (2002, 2003, 2004, 2007, 2008, 2013, 2014 y 2015), y Sloane Stephens (2018).

La primera de ellas le animó desde la grada, al igual que Andre Agassi. Se trataba de su primera final de un WTA 1000 —los segundos torneos en la escala, después de los Grand Slams—, aunque el desenlace podía haber sido distinto si su rival hubiera convertido alguna de las cinco opciones de rotura que dispuso en el primer parcial. Erró la kazaja, y atinó ella para cerrar y evitar el desempate en esa manga. A partir de ahí, Rybakina acusó el sobreesfuerzo efectuado a lo largo de estas dos semanas —todos los duelos hasta la final resueltos en tres sets— y reconoció el mérito de la ganadora. Desde Kim Klijsters, la 38ª cuando cantó victoria en la edición de 2005, no se condecoraba una jugadora tan abajo en el escalafón.

Forjada en la cantera universitaria, una operación por endometriosis (útero) le obligó hace tres años a parar durante una temporada. Sin embargo, la campaña siguiente rozó la gloria en Melbourne, pero allí se topó con la número uno, Ashleigh Barty. Plenamente satisfecha, y aun más con la campanada de Miami, considera que su viaje tenístico debe terminar ya, cómo y cuando ella quiere. “A veces parece que empecé ayer a jugar, pero en otros parece que fue hace una eternidad”, dice. “Ser deportista profesional te consume día a día, así que me retiraré a final de año, eso no va a cambiar. Llevo varios años conviviendo con una enfermedad que afecta a mi esfera personal, así que esto va más allá del tenis”, resuelve Collins.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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