Carlos Alcaraz, un prodigio entre dos aguas: la fantasía y la razón
El murciano remonta a Arnaldi en su estreno en Indian Wells (6-7(6), 6-0 y 6-1) y aspira a revalidar el título, mientras intenta dotar de mayor empaque a su juego
En ocasiones, no hay nada como un pequeño accidente para reaccionar. Pero que no se alarme nadie. Esta historia tiene un final feliz, de ahí que Carlos Alcaraz apriete el puño, sonría y aplauda desde el centro de la pista principal de Indian Wells, donde defiende el título obtenido hace un año y donde, también, quiere cerrar esa sequía que le impide alzar un trofeo que se le niega desde junio. La de este sábado es una buena forma de empezar: 6-7(6), 6-0 y 6-1 a Matteo Arnaldi, en 2h 13m, y cita en la siguiente estación del torneo californiano con Felix Auger-Aliassime, uno de los pocos rivales que dominan en el cara a cara (3-1) con el joven español, quien saborea y festeja porque las dos últimas semanas no han sido fáciles. Tras el ensayo light en Las Vegas frente a Rafael Nadal, una primera prueba con fuego real que resuelve con una triple interpretación positiva: la reacción, el marcador y la comprobación de que el esguince de tobillo (grado 2) que se produjo en el estreno de Río de Janeiro se recupera por los parámetros adecuados.
“Las Vegas fue un buen test, y la verdad es que ha ido evolucionando bien. Es difícil estar al cien por cien, porque es muy reciente, pero estoy contento con las sensaciones que estoy teniendo hasta ahora”, afirma el de El Palmar, que últimamente escucha un runrún de fondo porque no prueba bocado desde Wimbledon y se le aprieta desde el exterior, mientras él insiste en recordar: tiene 20 años, mantiene el pulso competitivo, se debe apreciar la regularidad en el recorrido y, tarde o temprano, la recompensa llegará. Aprendizaje puro y duro. “No percibo fracaso ni frustración. La gente piensa que si no ganas títulos es malo y no es así. Empecé el año con buenas sensaciones en Australia [cuartos]; no tuve las mejores en Buenos Aires, pero aun así el nivel fue bueno; y lo de Río fue algo inesperado. Tengo que aprender de las experiencias y de los momentos”, incide el chico, inmerso en el complejo proceso de la formación, de la definición de su juego. Su instinto tira hacia un lado, y la razón replica con fuerza desde el otro lado de la cuerda.
“Intento no pensar demasiado en el éxito, intento alejarme del ruido. La fama y la atención son buenas la mayor parte del tiempo, pero a veces te levantas de mal humor y sólo quieres esconderte, y que no te reconozcan”, concedía dos días atrás, durante la jornada de atención a los medios, mientras David Ferrer exponía desde Las Vegas que a su edad no se le debe exigir siempre la victoria, y que debe respetarse el proceso que abarca a todos los jugadores, sin excepción. “Carlos es un tenista especial, pero todavía le queda mucho tiempo. No recuerdo que Nadal o Djokovic lo ganaran todo con 20 años”, enfatiza Ferru. En cambio, el estadounidense Jimmy Connors, plusmarquista histórico de premios —109, por los 103 de Roger Federer— sigue ejerciendo presión por medio del discurso. Si hace un año le advertía que su derroche físico puede costarle no pocos disgustos, ahora le recuerda que el factor sorpresa ha desaparecido y que otros dos compañeros de viaje, especialmente uno de ellos, está pisándole los talones.
“Creo que algunos jugadores se han dado cuenta de cómo deben jugar contra él. Al principio les pilló por sorpresa, pero quizá ahora han asimilado un poco cómo juega él. Jannik Sinner se acerca y Holger Rune está ahí”, señalaba estos días Jimbo en su podcast, Advantage Connors. No le falta razón al norteamericano, sobre todo en lo que concierne al primero; menos solidez tiene por ahora la amenaza del nórdico. El italiano vence y vence —13 de 13 este curso tras el 6-3 y 6-0 a Thanasi Kokkinakis—, y amenaza seriamente el segundo puesto que posee hoy día el español en el listado mundial; si triunfa el día 17 en el Valle de Coachella, le desbancará. También anda de por medio un tal Novak Djokovic, nostálgico el serbio porque, dice cuando se le pregunta por Nadal, “es el final de una era”, y tampoco puede descartarse nunca al ruso Daniil Medvedev, el hombre al que batió en la última edición para alzar por primera vez por el trofeo por el que litigan todos ellos en el presente.
En cualquier caso, no hay mejor acicate para Alcaraz que él mismo y su ambición, sabedor de que en su punto álgido, hoy por hoy muy pocos —solo dos, concretamente— pueden seguirle el ritmo. Trabaja ahora por recuperar el tono que empezó a perder tras coronarse en Wimbledon y navega entre esas dos realidades paralelas: la de su fantasía y la racional, entre aquello que le pide constantemente el cuerpo (show y más show) y lo que demanda la lógica de la edificación del tenis. “Ha elegido un camino más difícil que Nadal”, aseguraba en Las Vegas el célebre Andre Agassi, que considera que más allá de la espectacularidad, la tarea que debe ocuparle ahora mismo es la de ir moldeando y definiendo una estructura sólida de juego para ser competitivo a largo plazo, de un extremo a otro del punto, del partido, de la temporada. Purpurinas, sí, pero ante todo una línea que le permita evitar picos de sierra demasiado pronunciados.
“¡Mete las cuatro primeras!”, le recomienda su técnico, Juan Carlos Ferrero, cuando ya ha conseguido enderezar la historia ante Arnaldi y ha firmado un parcial de 9-0 que ha hecho añicos la ilusión del rival. “¡Orden al principio y luego tiramos!”, insiste el entrenador, satisfecho de la reacción porque el italiano (40º y 23 años), otro tenista de instinto lúdico, creativo y divertido a ojos del aficionado, ha enredado en la primera manga hasta ensuciar la derecha de Alcaraz en el desempate. “¡A este ritmo, al final los ahogas, tío!”, agrega el valenciano cuando al murciano ya solo le falta ponerle el lazo al partido, resuelto a golpe de fe, de una oportuna variable táctica —en vez de entrar en el resto, recula tres metros— y, sobre todo, del hallazgo de los convenientes equilibrios; la cifra de errores del primer parcial (8-2) deriva en un registro más acorde a la categoría de uno y otro (14-16), y desembarca así en el pulso con el espinoso Auger-Aliassime, últimamente decaído y al que redujo en la última edición del torneo. Una cita que le dispone a un reto de magnitud mayor: únicamente Roscoe Tanner (1978-79), Boris Becker (1987-88), Pete Sampras (1994-95), Michael Chang (1996-97), Lleyton Hewitt (2002-03), Federer (2004-06) y Djokovic (2014-16) consiguieron revalidar el título en la categoría masculina de Indian Wells.
RYBAKINA, BAJA POR INDISPOSICIÓN
Al margen de Alcaraz, la jornada deparó también el avance de Roberto Carballés. El granadino venció a Flavio Cobolli por un doble 6-4 y se medirá en la próxima madrugada (no antes de las 5.00, Movistar+) al ruso Medvedev. En sentido opuesto, Nuria Párrizas cedió ante Anastasia Pavlyuchenkova (6-3 y 6-1) y, por tanto, la representación española desapareción del cuadro femenino.
Por otra parte, la campeona del año pasado, la kazaja Elena Rybakina, comunicó su baja poco antes de enfrentarse a Nuria Podoroska —debido a un problema gastrointestinal— y se expone ahora a la pérdida de 1.000 puntos, lo que pone en peligro el cuarto puesto que ocupa actualmente en el ranking de la WTA.
Otra de las notas reseñables del día fue la victoria de la veterana Angelique Kerber contra Jelena Ostapenko. Se trata de su primer triunfo contra una top-10 en más de dos años, dado que interrumpió su carrera por la maternidad. Hoy día, la alemana, de 36 años, es la 607ª del mundo.
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