Así derrotó Argentina a Francia: con Messi y con el libro de Guardiola
Las ideas del capitán de la Albiceleste dispuestas en el 4-3-3 de Scaloni anularon la tendencia conservadora impulsada por Francia y encumbraron a un campeón que sí apostó por la posesión del balón
Francia imponía su puño de hierro. Por segundo Mundial consecutivo, el equipo que dirigía Didier Deschamps, discípulo de Marcello Lippi, hijo predilecto del catenaccio, avanzaba al contragolpe con las carreras de Mbappé y una lluvia de centros a la cabeza de Olivier Giroud, 190 centímetros de nueve tanque. Inglaterra y Marruecos se habían rendido tras controlar más la pelota.
Francia parecía encaminarse a otra final como la de Moscú, donde levantó la Copa con apenas un 34% del balón que le disputó Croacia, cuando Lionel Messi rescató el modelo que popularizó Guardiola hace más de una década. Sustentada en un esquema de 4-3-3, Argentina no solo frenó a Francia. Con su juego de combinación, con volantes que buscaban la profundidad con toques fáciles y rápidos, Messi no necesitó hacer más de diez carreras de máxima intensidad para llevar a su rival a la lona con la ayuda del viejo Di María y el asombroso Julián Álvarez.
Así lo advierten distintos prospectores de las consultoras de más peso en el fútbol europeo: aferrado a esa idea, la estrella argentina no precisó de Xavi, Busquets o Iniesta para lograr el dominio claro y el parcial de 2-0 en el minuto 80. Más allá de los accidentes, el volumen de juego (635 pases argentinos frente a 532 franceses) se sustanció en 20 tiros contra 10. Lusail coronó al dueño del balón.
Triunfo de la posesión
El ratio de ocasiones creadas por tiempo de acción —no el ganador del trofeo— fue la evidencia de que la propuesta de Francia no resultaba eficaz en una Copa del Mundo que los analistas de los clubes más grandes de Europa se esfuerzan por interpretar en busca de patrones de juego extrapolables a las Ligas y a la Champions. Hasta que se enfrentó a Argentina, Francia gozó de la ventaja que le proporcionó adelantarse en el marcador. Contra Polonia, Inglaterra, e incluso Marruecos, metió el 1-0 y luego se atrincheró en su área para liberar espacios a las carreras de Mbappé. Sin el 1-0 a favor, contra Argentina el plan de Deschamps resultó inocuo.
Ahora la Federación Francesa de Fútbol estudia prescindir de Deschamps tras lo que considera una gran oportunidad perdida, según fuentes del organismo. Los estudios que operan en la FFF indican que la plantilla de Francia triplicaba en valor de mercado a la de Argentina. Las armas desaprovechadas se suman al precedente de la Eurocopa de 2021, un torneo que algunos dirigentes consideran malogrado —Francia fue eliminada en octavos por Suiza— por culpa de Deschamps, al que responsabilizan del desequilibrio que generó tras la convocatoria de Karim Benzema, condenado a un año de cárcel por chantaje de Mathieu Valbuena, excompañero de selección.
Sucedió en Brasil 2014, en Sudáfrica 2010 y en la mayoría de los torneos celebrados desde que se inventó el juego, salvando excepciones como la de 2018. El control del balón como vehículo para alcanzar el éxito siguió vigente en Qatar, en donde Argentina tuvo la posesión una media del 57% del tiempo de los siete partidos que jugó y Francia, el otro finalista, no pasó del 51%. Lo sucedido refuerza la tendencia iniciada en la Eurocopa de 2021, en donde España alcanzó las semifinales llevando la iniciativa y la Italia más atrevida se hizo con el título con un 54% de la posesión.
“El modelo que desarrolló Guardiola, y que después importaron Alemania, Italia, Croacia y ahora también Inglaterra, sigue vigente en el 4-3-3 que organizó Scaloni en Qatar”, observa un analista que trabaja para el Liverpool. “El problema no es el modelo sino encontrar entrenadores que lo comprendan sin pasarse de científicos; técnicos que no generen desconfianza en la plantilla; un ambiente de empatía; y una serie de jugadores complementarios que se adapten jugando rápido y sencillo para que el salto de calidad lo propicien dos o tres que de verdad estén capacitados, como son Messi y Álvarez”.
Líderes discretos
La heroica sencillez de Scaloni se resume en su receta para el éxito: “En una selección el entrenador acomoda algunas piecitas. Solo hay que subir al coche a la autopista para que vaya solo. Basta con no descarrilarlo”. Heredero de la escuela del modesto José Pékerman, supervisado por César Luis Menotti como director de selecciones de la AFA, y acompañado en el banquillo por Pablo Aimar o Matías Manna, convencidos de que la pelota es un bien que debe preservarse, Scaloni no solo abogó por la posesión, dentro de las posibilidades que le ofrecía su limitado reparto de volantes. Representó al entrenador discreto y astuto que prefiere actuar en la sombra antes que restar protagonismo a sus futbolistas. Nunca lideró sin consultar a Messi.
Como el propio Deschamps, como Joachim Löw, Vicente del Bosque o Marcello Lippi, Scaloni unió su eslabón a la cadena de los entrenadores que suelen salir victoriosos del torneo más comprimido y demandante que existe en el plano emocional. Más importante que la táctica, Scaloni explicó que la clave del progreso en el Mundial es la constitución de un grupo de jugadores que se quieran entre sí. Messi, que en Rusia gobernó a la plantilla desde la distancia, se volvió más cercano y más querido según los 35 años suavizaban su genio. “Nunca vi a un jugador influir como él influye a sus compañeros”, dijo el seleccionador. “Aquí se formó un grupo. En la celebración he visto chicos que no entraron en la lista de 26 [Lo Celso, Agüero, Lucas Martínez, Nicolás González, Joaquín Correa y Juan Musso] que estaban festejando dentro de la cancha. Cuando ves estas cosas es difícil que te pueda ir mal”. El viaje que se pagaron los descartados argentinos a Qatar contrasta con la sombría dispersión que registró España tras su eliminación. Por primera vez tras un Mundial, la federación autorizó el regreso por separado de al menos diez jugadores: Alba, Asensio, Carvajal, Morata, Koke, Llorente, Soler, Sánchez, Azpilicueta y Rodri.
Espíritu ‘amateur’
El peso de la empatía fue más determinante que la técnica y la táctica en este Mundial a contramano. Así se impusieron los equipos unidos por un entusiasmo amateur, como Japón, Croacia o Marruecos, por primera vez representante de África en las semifinales después de que Camerún le ganara a Brasil y se impusiera Túnez a Francia. “¿Cómo hacemos los científicos de la pizarra para desactivar la ilusión de un equipo que siente que representa a un pueblo desfavorecido?”, se preguntó Juanma Lillo, el técnico del Al-Sadd.
Extinción del delantero ‘tanque’
Arsène Wenger, director de la comisión técnica de la FIFA, advirtió que el Mundial confirmó la deriva: más defensa adelantada, menos tiempo para pensar, y menos nueves tanques. “Sin balón, los bloques defensivos subieron de 36 a 38 metros más arriba por partido respecto al Mundial de 2018″, dijo Wenger. “Así, los nueve recibieron la pelota un 21% menos en el último tercio. Los remates a puerta de los nueves disminuyeron un 10%. Pero los desmarques a la espalda de la defensa han aumentado un 34%”.
Jürgen Klinsman, que fue goleador de la selección de Alemania antes que seleccionador, observa que los datos recogidos indican que la falta de espacios ha hecho que los extremos ganen peso en los ataques. “Los bloques son tan intensos que el juego se abre más a las bandas”, dice; “hemos visto que se tiraron menos centros que en Rusia y, paradójicamente, se hicieron un 80% más de goles en jugadas que desbordaron por afuera. Eso hace más importante la presencia de dribladores. No basta con pasar a dos toques. Hay que volver a educar a los niños para regatear ser más atrevidos y valientes en el uno contra uno porque el medio está tan poblado y tan organizado que cada vez será más complicado encontrar espacios”.
“Ahora”, constata Klinsmann, “es más difícil encontrar al Lewandowski, el Giroud o el Richarlison de turno, porque los equipos cierran mejor las líneas de pase con los pivotes. ¡No puedes alimentarlos!”.
Álvarez y las revelaciones
Los puntas del futuro necesitarán sustentarse solos. Messi lo advirtió cuando dio el visto bueno al cambio de Lautaro Martínez, el prestigioso delantero del Inter, proclive a aguantar la pelota de espaldas, para apostar por Julián Álvarez, un jugador casi desconocido en los grandes escenarios. Con sus 170 centímetros de estatura, el ingenioso delantero del Manchester City demostró por qué cuando Guardiola despidió a Gabriel Jesús no fichó a los pesados Lewandowski o Giroud —que estaban en el mercado— sino que se inclinó por él y por Haaland, epítomes del desmarque en profundidad.
Julián Álvarez hizo tantos movimientos a la espalda de Varane y Upamecano en la primera parte de la final, que los centrales franceses vivieron alarmados y no pudieron socorrer a sus laterales. Advertido de lo que sucedería, Scaloni lanzó a Messi por la derecha y a Di María por la izquierda para desbordar a sus pares, Theo y Koundé. Koundé fue la primera víctima. El 1-0 y el 2-0 se fabricaron en su costado. Pero el que posibilitó todo el desajuste fue Julián Álvarez sin tocar el balón.
Julián Álvarez fue el primer futbolista desde Pelé que marcó dos goles en una semifinal con menos de 23 años. Su aparición fue tan impactante como la de Musiala, el joven volante de Alemania, o la de Sofyan Amrabat, el mediocentro que sostuvo a Marruecos. En la zaga Josko Gvardiol dejó su sello misterioso: dotado de unas condiciones extraordinarias para defender, en ocasiones se embelesó y se dejó burlar. Su último tropiezo fue el penúltimo homenaje que se brindó Messi a sí mismo antes de levantar la Copa por la vía que aprendió en el Barça.
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