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España, un lustro de avances y un último año muy turbulento

El buen Mundial de La Roja afianza un camino de mejoras en un deporte al alza sacudido por el choque entre jugadoras y federación

El seleccionador Jorge Vilda, durante un entrenamiento de España en este Mundial, el pasado 14 de agosto. Foto: HANNAH MCKAY (REUTERS) | Vídeo: EPV
Jordi Quixano

Hace seis años no tenían nada. No tenían en quién mirarse, ni campos decentes en los que entrenarse. Cuando jugaban con la camiseta de España, ni siquiera lucían su nombre a la espalda. Solo un número. Hace cuatro años, cuando se celebró el último Mundial femenino de fútbol y La Roja cayó en octavos de final ante EE UU, no había convenio colectivo alguno, ni estaba sobre la mesa la necesidad de reconocer los derechos laborales de las futbolistas.

Hoy, España está entre las cuatro mejores selecciones del mundo. Después de un año convulso en el que las exigencias de un grupo de deportistas de élite abrió un cisma en una de las federaciones de fútbol más poderosas del planeta. Ellas, acostumbradas muchas a los lujos de clubes como el Barcelona, demandaban más profesionalización en Las Rozas. Y más empatía. Después de tantos años en la sombra, las futbolistas españolas querían que el fútbol español, sus dirigentes, sus técnicos, estuviera a la altura. A la altura de una Balón de Oro, de unas campeonas de la Champions, de una Liga cada día más emocionante en la que, al fin, entraron a competir los clubes grandes y le dieron el músculo económico que le faltaba.

Tras años en permanente conflicto, se iniciaba la revolución. Y cuando se sumaron los equipos y las federaciones, ellas, convertidas ya en referentes, se esforzaron porque no se quedaran a medias. La trayectoria del equipo español en Australia y Nueva Zelanda demuestra que el camino, espinoso, no ha sido en balde.

“¿Qué necesitas?”, le preguntó Luis Rubiales al asumir la presidencia de la federación española en mayo 2018 a Rafa del Amo, vicepresidente federativo y presidente del fútbol femenino. “De todo”, respondió este. Desde entonces, en cinco años y al sprint, han cambiado muchas cosas. La sección femenina ya es un departamento exclusivo de la federación —hasta entonces se desligaba del juvenil— que ha contabilizado éxitos sin parar y que ahora tiene a la absoluta en la semifinal del Mundial. “Rafa, ¿qué estáis haciendo que ganáis todo en las inferiores?”, le preguntó en el pasado Mundial sub-20 el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, que reconoció a España como la mejor en formación, ya con 10 títulos en cinco cursos, siete Eurocopas y tres Mundiales, además de dos subcampeonatos planetarios.

La desventaja histórica de La Roja con otros países siempre fue notoria. Y sigue siéndolo en parte. Por ejemplo, en países como Noruega y Dinamarca se presentan los mismos presupuestos para el equipo masculino que para el femenino; en Suecia, hace cinco años, cuadriplicaban las licencias de España; y en Estados Unidos se creó la ley federal Title IX en 1972 que prohibía la discriminación en base al sexo en los programas de educación apoyados por el Estado, lo que obligó a las universidades a crear programas exclusivos para las mujeres. Pasos que impulsaron su éxito y convirtieron a esos países en potencias al tiempo que en España reinaba el amateurismo. El fútbol femenino no se reconoció hasta 1983 y la primera competición nacional llegó en 1988. “Ahora se ha igualado todo a nivel físico, todas son atletas, se cuidan y buscan la excelencia. Así que los equipos solo se diferencian por el talento. Y en eso en España somos de las mejores”, resuelve Ana Álvarez, directora del fútbol femenino de la federación desde 2022, antes directora de marketing. Un cambio radical en España —”antes iba a los colegios y nadie me daba un nombre de una de nuestras jugadoras; hoy se las saben casi todas”, explica Del Amo— que se ha construido casi de la nada.

Rafa del Amo, Ana Álvarez y el presidente Rubiales, durante un entrenamiento de la selección española.
Rafa del Amo, Ana Álvarez y el presidente Rubiales, durante un entrenamiento de la selección española.Pablo García/RFEF

“Pues no tengo despacho…”, se lamentó el seleccionador Jorge Vilda en el primer día de trabajo de Del Amo, ojiplático porque ese despacho todavía pertenecía a su predecesor Ignacio Quereda, obligado a dimitir más de un año antes tras ser acusado de abuso de poder y desconsideración constante hacia las jugadoras. Era 2015 y todo era un guirigay. “Si se necesitaba un preparador de porteros, se cogía del masculino. O cualquiera del cuerpo técnico. Las equipaciones entalladas no llegaron hasta 2019, solo había tres patrocinadores y ahora ya son 16…”, enumera Ana Álvarez. Todo estaba por hacer. En 2018, por ejemplo, en la Copa de la Reina participaron ocho equipos y ahora lo hacen más de 50; no se celebraba la Supercopa desde el año 2000... “Hasta que se creó el departamento de fútbol femenino, en el que cada año se suma gente. Ya es algo global, pues todo está relacionado (y especializado en fútbol femenino) con comunicación, con marketing, servicios jurídicos, viajes, operaciones, competiciones…”, reseña la directora del femenino. “Por eso se ha pasado de un presupuesto de menos de tres millones a 27″, remarca.

Además, las reuniones en Las Rozas de todas las categorías son hoy más habituales. “Hasta hace poco había convocatorias residuales, una vez al año”, confirma Álvarez. Pero desde hace cinco cursos las niñas de 13 años ya se suman a la sub-15 y hay categorías secuenciales hasta la absoluta, incluso con las sub-15 y sub-23, que son oficiosas. “No compiten, pero las concentramos casi cada mes y les hacemos jugar contra otros países para prepararlas”, expone la directiva. Todas las federaciones autonómicas están guiadas bajo el mismo modelo y sistema, también aconsejadas para aplicar la metodología, lo que facilita trabajar la base, competir en un contexto ideal y, de paso, mejorar el sistema de captación. “Es complicado que se nos escape alguna jugadora”, conviene Del Amo. Y eso que en cinco cursos se ha pasado de algo más de 30.000 licencias a las 100.000 de ahora, y se supone que el impacto de este Mundial volverá a tener un fuerte tirón.

Todos los cambios, sin embargo, parecieron insuficientes tras la pasada Eurocopa, cuando 15 jugadoras renunciaron a la selección por discrepancias con la federación. Querían más. Y tras meses de ruptura, la situación se empezó a desencallar el pasado marzo. Hubo mucho diálogo, con Vilda y con Rubiales, impulsadas las conversaciones por la hasta entonces capitana Irene Paredes. Se les pidió a las futbolistas que quisieran regresar a la selección que se retractaran con una nueva misiva en la que volvieran a postularse como convocables. Algunas lo hicieron. Algunas de ellas volvieron, como la propia Paredes, Bonmatí o Caldentey; otras, no, caso de la portera Sandra Paños; y otras, como Mapi León, Patri Guijarro o Claudia Pina, no dieron marcha atrás y están siguiendo el Mundial a distancia. Pese a todo, el vestuario parece unido y las relaciones con el cuerpo técnico son cordiales. Ninguna de las partes ha vuelto a alzar la voz. Los esfuerzos están puestos hoy en el césped. Y en hacer historia. Nunca antes la selección había pasado de cuartos. Ahora persiguen alcanzar la final.

En esa carrera, la RFEF ha invertido y ha ayudado también a los clubes y a ese ambicioso proceso de profesionalización. “No se ha obligado a los clubes de Primera y Segunda a crear una sección femenina, pero la inversión debe ser correspondida. No es a cambio de nada”, señala Del Amo, que apunta que la federación pone 2,5 millones para los campeonatos nacionales.

Aunque queda todavía por mejorar en la Liga F. “Es profesional porque sale en el nombre de la competición, pero no es así”, lamentaba Aitana Bonmatí, reivindicando que los campos no son siempre los adecuados, entre otras cosas. Además, la Liga pretende permitir nueve licencias de jugadoras extranjeras por equipo, extremo con el que choca la Federación. “Hay que creer, remar en la misma dirección y ver que con nuestras chicas hay potencial de sobra”, señalan.

La evolución y profesionalización del fútbol jugado por mujeres y de la selección absoluta es tremenda, tal y como se ha visto en Nueva Zelanda, donde hay más de 60 personas que acompañan al equipo cuando hace unos años apenas eran la mitad. Podólogo, nutricionista, fisios, médicos, responsables de comunicación, de viajes, de operaciones, de seguridad…

“¿Qué necesitamos?”, sigue preguntando Rubiales. Pero la respuesta ha cambiado. “Pues ahora un gol más que Suecia”, responden Del Amo y Álvarez. Eso valdría una plaza en la final del Mundial.

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