Los Hispanos chocan contra un doble muro
La selección de balonmano cae ante Alemania (25-24), sostenida por su portero Andreas Wolff, y sigue sin ganar una semifinal olímpica
España chocó en Lille contra un doble muro. Uno físico, el otro histórico. El primero vestía de verde y se llama Andreas Wolff. El meta alemán, 33 años, 1,98m, jugador del Kielce, fue una pared impenetrable para una selección que cayó en las semifinales de los Juegos por 25-24. He ahí la segunda barrera. Ni estos Hispanos ni sus predecesores han alcanzado nunca una final olímpica, apeados en la penúltima estación en 1996, 2000, 2008, 2021 y ahora 2024. También es cierto que nunca han perdido un encuentro por el bronce, y ese es el metal por el que pelearán por quinta vez este domingo a las 9.00 contra Eslovenia, que cedió ante Dinamarca (30-31).
Alemania presentó muy pronto a su gigante Wolff. El portero, titular por delante de David Spaeth, se agigantaba en cada acción al mismo ritmo que crecían los nervios en España. Una, dos, tres, cuatro paradas consecutivas del meta blindaron el arco germano durante más de seis minutos, una sequía ofensiva que la selección pagó con el 3-0 en contra. Se precipitaba Pérez de Vargas para mandar a volar un balón larguísimo que aterrizó en la línea de fondo, y Jordi Ribera citó a sus muchachos en la silla de pensar. “¡Más duros en los choques!”, les reclamó. Era otra vez España abonada a la agonía, una costumbre en estos Juegos.
La primera diana, de Kauldi Odriozola, y una contra rematada por Dani Fernández despertaron a España de la siesta. Alemania respondía con su artillería exterior, el mazo de Juri Knorr y el baile del pivote Golla, terminal cuando aprieta el balón (5-2). Wolff seguía convertido en una muralla, enorme en los ángulos altos, un pie a la altura de la oreja como si fuera otra mano. También en la red contraria Pérez de Vargas mostraba galones, y el encuentro pasó a un tramo de intercambio de arreones y un repunte español (6-6). La selección alemana dio otro acelerón tras la exclusión de Maqueda, hábiles los germanos para percutir por la zona central y en el lanzamiento entre líneas, un juego apenas sin extremos, directo al corazón español (11-7).
España sí debía echar mano de las alas, y así exprimió un paréntesis de una Alemania no tan fresca. Un parcial de 1-5 tras el primer tiro de Alex Dujshebaev mandó la tarde al descanso con la balanza equilibrada (12-12), algo de luz para la selección porque Wolff alcanzó el vestuario con un 50% de paradas (11 de 22).
Si la selección se tapaba por el centro descuidaba las alas. Uscins exhibía cintura y Serdio mostraba sacrificio para lanzarse al suelo a palmear un rebote. Y mientras, más Wolff. Por momentos parecía un concurso de paradas entre el meta alemán y Pérez de Vargas, por arriba y por abajo (17-16). España sumaba al contragolpe, una bendición en un encuentro tan apretado. Acertaban Uscins y Koester para estirar unos milímetros la goma, y emergió Tarrafeta con tres bingos seguidos para mantener a España en el ring (20-19). Ribera también repescó unos minutos a Corrales en busca de un grado más en la portería.
Un robo de Aleix Gómez y un penalti fallado por Uscins permitieron a España asomar la cabeza. Era el 23-24 y faltaban ocho minutos por jugarse. La ansiada final olímpica estaba a tiro para España, pero fue precisamente eso en lo que erró. La selección ya no movió su marcador, estéril ante el muro de Wolff. El meta desquició con tres paradones seguidos a Javi Rodríguez y a Serdio. Eran gol o gol por la claridad y comodidad de los lanzadores españoles. No hay indulto cuando se falla de ese modo en unas semifinales olímpicas. Detrás de un muro vestido de verde había otro más grande, el de la historia.
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