Kaylia Nemour se corona en las asimétricas, el único aparato en el que que quizás no se imponga Simone Biles
La gimnasta, nacida en Francia hace 17 años, compite por Argelia, la nacionalidad de su padre, y se convierte en la primera africana campeona olímpica de gimnasia
En el universo gimnástico femenino que gira alrededor de Simone Biles, hay espacio para pequeños planetas, brillantes, giren en su propia órbita, y brillen. En las asimétricas, el aparato más complicado, y peligroso, aquel en el que solo las más grandes especialistas son capaces de intentar movimientos imposibles sin miedo al fracaso, brilla más que ninguna Kaylia Nemour. Es el espacio en el que mejor se expresa. El infierno de otras es su jardín.
Como la norteamericana en suelo y salto, donde la dificultad de las acrobacias que intenta vale minimiza los errores de ejecución, así Nemour en el aparato más temido. En la final del domingo se lanza con una rutina de dificultad 7.2 que le convierte en campeona pese a que varios errores --piernas abiertas alguna vez, falta de altura en las sueltas, giros terminados fuera de vertical-- redujeran su nota de ejecución a 8.5. La segunda, la china Qiyuan Qin, que la había derrotado en el último Mundial, también partió con 7.2 en dificultad, pero ejecutó peor (8.3). Tercera, como en Tokio, fue la norteamericana Sunisa Lee, también bronce en el concurso general.
La campeona, de 17 años, nació en Francia, pero compite bajo la bandera argelina, lo que la convierte en la primera gimnasta africana campeona olímpica. Y quizás casi tan difícil para ella ha sido llegar a la medalla de oro que poder competir siquiera para ganarla.
Hay una cierta sensación de karma, la venganza de la colonia, el domingo al atardecer en la pirámide truncada de Bercy, imaginería maya junto al Sena. En el centro, y todos los focos apuntándolas, un grupo de gimnastas lloran y lloran y se consuelan entre sí y consuelan sobre todo a la inconsolable Melanie de Jesus dos Santos. Es la tragedia de la gimnasia francesa, tan ambiciosa, tan buena, que conmueve hasta a Antoine Griezmann, espectador aturdido en las gradas. Después de un incidente en el calentamiento –caída en las asimétricas, la líder en el vestuario, Marine Boyer, sufre una ligera conmoción: hay discusiones, pero se decide que compita, y compitiendo el traicionero aparato la traiciona de nuevo, sus manos resbalan y cae--, todo el peso del equipo recae sobre Melanie, de Martinica, que se entrena en Texas con el matrimonio Landi, los mismos entrenadores, el mismo gimnasio que Simone Biles. Tan fenomenal como poco sólida mentalmente, Melanie se derrumba bajo la presión. Favorita para medalla, Francia no se clasifica para la final. Tampoco ninguna de sus gimnastas para ningún aparato siquiera. Se acabaron los Juegos para ella.
Si la vida fuera un largo río tranquilo, como promete su Loira, Kaylia Nemour habría estado con ellas, pues con ellas creció y se multiplicó, y quizás en vez de llorar bailarían, pero un conflicto estúpido lo impidió. Francesa de Chinon, viñedos entre los castillos fantásticos de Loira y estudiante de panadería, su otra pasión, en FP, Nemour compite por Argelia, el pasaporte de su padre, después de un enfrentamiento con la federación francesa. Fue una niña en una gimnasia ya de adultas, la única francesa en los días más importantes, pero no sonó en la pirámide de Bercy La Marsellesa en su honor.
En las calificaciones del domingo pasado, con el ejercicio de dificultad 7,1, la mayor de todos los intentados en todos los aparatos, los biles incluidos, logró una puntuación de 15,6, más que ninguna y entre las dos barras sus movimientos son técnicamente densos y absolutamente fluidos, y hay uno que ha inventado ella misma, el nemour, claro, que le suma 0,7 puntos y que consiste, explica la divulgadora Cristina Martínez, en suelta de tkachev (contramovimiento por encima de la barra) en posición extendida desde stalder interior (vuelta cerca de la barra en posición de carpa cerrada: con las piernas juntas y estiradas entre los brazos). Gracias a sus excepcionales asimétricas y a su solidez en los restantes aparatos –potro, barra, suelo--, Nemour termina quinta y desoladamente triste, tan seria, tan elegante de movimientos, casi languidez, en la final del concurso general que corona a Simone Biles por delante de Rebeca Andrade.
“Llevo meses preparando el movimiento”, explicaba hace unas semanas Nemour en L’Équipe. “Me esforcé en dominar esta compleja conexión, inspirada en lo que hacen los hombres en la barra fija. “Por encima de todo, conseguí ignorar todo lo que ocurría a mi alrededor”.
A su alrededor, rayos y truenos.
La tormenta estalló en 2021. La federación francesa exigió a todas sus gimnastas seleccionadas para los Juegos que se concentraran o en el CAR de París o en el centro especial de Saint Étienne. Nemour y su club se negaron al traslado. La adolescente y sus padres, junto con un puñado de otras jóvenes gimnastas y sus familias, se oponen igualmente al desarraigo. Explicaron que en casa como en ninguna parte, que el gimnasio de su club, del que su madre es presidenta, es magnífico y que no podía separarse tampoco de sus entrenadores de toda la vida, Marc y Gina Chirilcenco.
Poco antes, a los 14 años, Nemour se había debido operar de ambas rodillas, que sufrían de osteocondritis, una anomalía en las zonas de crecimiento de los huesos y cartílagos. Para la familia, un problema congénito; para los médicos de la federación, un síntoma de sobreentrenamiento. Kaylia fue operada de una rodilla en julio de 2021, y de la otra seis semanas después. Se le prohibió pisar, utilizó muletas y se sometió a rehabilitación. Pasados ocho meses de dura recuperación, ella quiere volver a entrenar. La federación se lo prohíbe. Le exige un plazo más largo de recuperación. Ella decide entonces ser argelina, la nacionalidad de su padre. En julio de 2022, la federación internacional aprueba el cambio de nacionalidad.
Argelia la apoya, le paga la preparación, que continúa en su gimnasio de toda la vida, está con ella, y la inscribe en los campeonatos africanos, en Pretoria 2023. Francia quiere prohibirle participar. Le recuerda que la norma exige que quien cambia de nacionalidad debe pasar un año sin competir con su nuevo país. Ese plazo significaría su adiós a los Juegos Olímpicos, pues debería clasificarse entre los campeonatos africanos y los Mundiales, que no podría disputar. La familia, la región del Loira, su club, inician una campaña de apoyo. #libérerKaylia y #freekaylia se multiplican en las redes. El clamor le llega a la ministra francesa de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra, que ordena a la federación que libere el pase internacional. Pocos días después, Nemour se proclama campeona de África, unos meses después subcampeona del mundo en Amberes de asimétricas tras la china Qiyuan Qin. París le abre los brazos.
“Nos sobrepusimos y salimos reforzadas”, afirma la adolescente, ya liberada, que, pese a todo, sigue siendo muy amiga de las gimnastas del equipo olímpico francés. “No importa qué bandera enarbole o de qué color sea el leotardo o las medias que lleve, soy la única que está en el aparato. Lo que determina mi rendimiento es el trabajo que he realizado durante años en los entrenamientos y lo que soy capaz de reproducir el día D”.
El conflicto, su determinación, la lucha de su familia y su club contra el desarraigo forzoso, le abrió un universo diferente, más inmenso. Y con ella a toda África.
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