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Iván Pedroso: “El duelo Jordan-Pichardo me recordó al Powell-Lewis de los Mundiales de Tokio 91”

El entrenador detrás del salto de 18,18 metros del campeón de Europa de atletismo precisa que Díaz no saltó con carrera completa. “Aún hay cosas que hacer”, dice. “Va a estar interesante el triple salto de los Juegos Olímpicos”

Jordan Díaz
Jordan Díaz celebra el oro en el Europeo de Atletismo.Aleksandra Szmigiel (REUTERS)
Carlos Arribas

Un autobús articulado, de esos que recorren las ciudades como los gusanos de Dune, mide 18 metros. Súmenle una cuarta más de cortesía, 18 centímetros o así, y tendrán una imagen de lo que el martes bien de noche saltó Jordan Díaz, un joven español de Guadalajara nacido en La Habana hace 23 años, en tres botes, hop, step, jump, tres apoyos de centésimas de segundo en el suelo, dos del pie derecho, uno del izquierdo, tres rebotes hacia adelante.

Díaz salta en Roma como si estuviera en la luna, ingrávido, no sometido a la gravedad, y el diccionario de la RAE ayuda a añadir poesía y lo define, define el salto, “ligero, suelto y tenue como la gasa o la niebla”. La velocidad, tan grávida, la añade él, sus músculos, que le permiten entrar en la tabla sin pestañear ni titubear, a 10,50 metros por segundo (casi 38 kilómetros por hora) para alcanzar, según las medidas del especialista español Pau Fradera, que grabó la competición, 6,29 metros con el hop, 5,72m con el step y 6,17m con el jump final, en una distribución de distancias muy equilibrada: 34,5% + 31,5% + 34%. “Lo de Jordan es maravilloso, lo he visto varias veces y me encanta. Eficacia y estética juntas”, explica Ramón Cid, triplista histórico del atletismo español, y entrenador. “Rebota infinito”.

Iván Pedroso, el miércoles, en el Estadio de Mármol de Roma.
Iván Pedroso, el miércoles, en el Estadio de Mármol de Roma.

Con los 18,18 metros, el tercer salto más largo en la historia del triple, medida científicamente en la arena a través de las imágenes del vídeo, Díaz consiguió no solo batir el récord nacional y ser campeón de Europa en su primera actuación como español –pequeñas migajas--, sino protagonizar su propio capítulo en la serie de momentos memorables de la historia del atletismo. La primera de triple en la que un salto de 18,04 metros (el séptimo de la historia), que fue la distancia alcanzada por Pedro Pablo Pichardo en su segundo ensayo, no sirve para ganar una competición de triple. La pelea en la que la competencia extrema entre los protagonistas empujó a ambos brillantemente hasta sus límites. Una competición perfecta. Entre Díaz y Pichardo, actual campeón olímpico, saltaron diez veces, y solo uno de los saltos, el 10%, fue un nulo (el tercero del español). Los dos tuvieron un salto de más de 18 metros y uno más por encima de 17,90 metros. El peor de los nueve válidos (el cuarto de Pichardo, 17,47m, fue nueve centímetros mejor que el mejor de los 10 rivales, el medallista de bronce, Thomas Gogdis.

“Ha sido una competición de mucho, de muchísimo nivel. Creo que solo he visto algo comparable en la final de longitud de los Mundiales de Tokio 91, cuando no fue suficiente 8,91m, récord del mundo, para ganar”, dice Iván Pedroso, entrenador de Díaz, campeón olímpico y nueve veces campeón mundial, a quien de joven le marcó el duelo titánico de Carl Lewis y Mike Powell, ganador final con 8,95m, que sigue siendo récord del mundo. “Pero creo que no va a ser la primera. Creo que van a ser muchas competencias que serán así cuando lleguen los otros que faltan por saltar, el burkinés Zango, el jamaicano Hibbert… Sí, sí, va a estar interesante el triple salto de los Juegos Olímpicos”.

Al día siguiente, una mañana calurosa, un sol que quema y agrava la falta de sueño y la alergia que le hacen estornudar constantemente, Pedroso llega, una Coca-Cola en la mano, al Estadio del Mármol, la pista de calentamiento pegada al olímpico, para entrenar a Ana Peleteiro, la gallega que ganó el triple femenino el domingo pasado. La campeona de Europa tiene que pelear con la vigilante de la pista que no quiere dejarle pasar, y, peleona siempre, lo consigue, y mientras ella, que ya piensa en el próximo mitin, el viernes 21, calienta y estira, Pedroso quiere recordar cómo vivió la gran noche de los fenómenos. “18-18 en el momento y al día siguiente sigue teniendo el mismo significado”, dice. “Todavía tienes cosas que hacer. Ayer incluso no estaba saltando con toda su carrera. Lo hizo con solo nueve apoyos de lanzado, así que creo que todo va bien. Jordan dio muestras de la calidad que tiene y de que el año de entrenamiento está siendo perfecto. Nuestra misión más importante son los Juegos de París”.

El técnico cubano, que entrena en Guadalajara desde hace una década, dirigió con paciencia a Díaz toda la noche. “Lo importante era poco a poco ir teniendo sensaciones de la carrera de impulso, sobre todo la velocidad de entrada a la tabla, que yo quería que subiera progresivamente, por eso es el aumento poco a poco de los saltos, 17,56m, 17,82m, un nulo que habría sido su mejor salto, 17,96m… y 18,18m″, dice Pedroso, que alaba la capacidad competitiva de su atleta, cómo saltó al máximo en el momento en que había que hacerlo. “Eso también se entrena. Y era lo que habíamos hablado antes. Y fue capaz de reaccionar y eso es muestra de que, lógicamente, también el entrenamiento va bien”.

En la noche hubo dos momentos clave, el segundo salto de Pichardo, 18,04m –”eso revolucionó la competencia”, dice Pedroso—y un detalle decisivo. “Él tiene cinco pasos lanzados y otros nueve. Entonces, los últimos cuatro era donde tenía que seguir. Y era donde se frenaba para no dar nulo”, explica el técnico, que también dirige a Yulimar Rojas, la mejor triplista de la historia, y a Fátima Diame, que disputó la final de longitud. “Le dije que echara un pie para atrás. Lo hizo y en el quinto, el del 18-18, ha entrado como un avión. Ha hecho la competencia justamente como yo quería, Primero un salto de medalla, y después, poco a poco, fue entrando con más velocidad, más velocidad, más velocidad. Y exactamente en el quinto intento, cuando le mandé echar para atrás, se sintió con espacio para entrar con más velocidad”.

La afición, encantada, no solo piensa en París. Piensa en 18,30 metros, un centímetro más que el récord del mundo que estableció Jonathan Edwards en 1995. ¿Una marca intocable? “No sé lo que piensa la gente, pero nosotros no pensamos en eso. Pensamos en cada día seguir mejorando los detalles que han hecho que ayer llegara 18-18 y es el camino. Entonces, vamos por el buen camino”, dice. “Pensamos en correr más rápido. La velocidad de entrada es una clave importante. Hemos trabajado en eso y todavía estamos en plena preparación. Él es rápido y creo que ayer fue uno de los días que más rápido entró en ese salto. Es el problema del triple. Que puedes entrar con mucha velocidad, pero si no eres ligero en los rebotes no te vale de nada. Jonathan, que no era el más rápido entrando, pero el tiempo en el suelo era nada. Por eso que es el actual recordista del mundo. La relación de la velocidad de entrada del primero y el ángulo, creo que es lo que te da lo que puedes saltar al final. Un ángulo bajo. Siempre le digo eso a mis atletas. Hay que volverse una piedra del río que van bajitas. En cuanto suben, se hunden. Yo soy más de velocidad y ángulo bajo”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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