Maratón en agua caliente
El español Alberto Martínez nadará este jueves los 10 kilómetros de aguas abiertas con peligro de hipertermia en el entorno sofocante de la bahía de Tokio
La última carrera de los campeonatos olímpicos de natación se celebrará en el océano Pacífico. La bocina de salida sonará a las 6:30 de la mañana del jueves (23:30 del miércoles en España, Teledeporte y Eurosport) en Odaiba, una dársena de la bahía de Tokio a la que se arrojarán 26 nadadores para recorrer un circuito de 10 kilómetros. Los organizadores lo llaman maratón acuático. El cartel es magnífico. Entre los clasificados se encuentran tres campeones olímpicos en múltiples pruebas de fondo —Oussama Mellouli, Gregorio Paltrinieri y Ferry Weertman—, el vigente campeón mundial de 1,500 y aguas abiertas, Florian Wellbrock, y el campeón mundial de 2015, Jordan Wilimovsky. La nómina incluye a un español. Se llama Alberto Martínez y dice que se aficionó a nadar en el mar el día que, con siete años, se coló en la travesía anual del puerto de Cartagena. “Me acuerdo perfectamente de llegar el último y de disfrutar muchísimo”, dice.
Subirse al podio después de luchar durante dos horas en un cardumen atestado de figuras será solo una parte del desafío que aguarda a Alberto Martínez. La temperatura del agua y el aire de la bahía de Tokio rondará los 30 grados, poniendo a los nadadores en riesgo de golpe de calor. “A la dureza de la competición hay que añadirle la dureza del entorno”, explica el fisiólogo Iñigo Mujika, coordinador de los servicios de apoyo científico al rendimiento de la federación de natación. “Eso añade una dificultad muy grande desde el punto de vista de la termorregulación. Quien no lo gestione lo pagará muy caro”.
“Cuando hacemos ejercicio, menos del 25% de la energía la convertimos en trabajo mecánico”, dice Mujika; “y más del 75% la convertimos en calor. Ese calor hay que disiparlo. En un entorno fresco tenemos cuatro mecanismos: radiación, conducción, convección y sudoración. Pero si estamos en agua caliente con aire caliente, prácticamente todos los mecanismos se anulan y la temperatura corporal aumenta. Quien no sea capaz de tolerar esto va a sufrir mucho. Los nadadores deberán ser muy económicos en el nado para no alcanzar los 40 grados y sufrir un golpe de calor, que es una situación patológica peligrosa. En 2010 un nadador estadounidense murió en una Copa del Mundo en Emiratos”.
”La única manera de enfriar el organismo de los nadadores será de dentro hacia afuera”, señala el fisiólogo. ”Metiendo frío en el cuerpo. A Alberto le daremos bebidas isotónicas con cafeína en forma de granizado, en los puestos de avituallamiento del circuito”.
Martínez señala que su plan pasa por ahorrar energía hasta las últimas boyas, una a 700 y otra a 200 metros de la meta. “La táctica será primordial”, explica. “Es como el ciclismo. No gana siempre el que va primero ni el más rápido, sino el que mejor hace la carrera y el que más capacidad tiene de pelear al final. Esto pasa por ahorrar energía y sufrir un desgaste mínimo para que cuando lleguen los metros finales el que más energía tenga, o el que más velocidad final pueda producir, toque primero la placa”.
“Cualidades que no se pueden medir”
Producir un sprint sin tener el cambio de ritmo de nadadores como Paltrinieri, Wellbrock, Mellouli, Wilimovsky, el francés Olivier o el griego Kinigakis, es otro de los retos de Alberto Martínez. Su entrenador, Fred Vergnoux, lleva cuatro años insistiendo en este aspecto. “Hemos mejorado mi manera de nadar”, dice el murciano, “para que sea más equilibrado con ambos brazos, buscando mejorar el uso de las piernas para estar un poco más arriba, buscando mayor flotabilidad. Además, he hecho muchas series de fuerza específica en el gimnasio”.
“La estrategia pasa por llegar a los metros finales con mis rivales desgastados para que nos encontremos a la par en velocidad”, apunta. “Ahí pueden ser clave el paso por las dos últimas bollas. Puede ser una ventaja ya que en las boyas suele haber acumulación de gente y esto provoca una pequeña frenada. Trataré de aprovecharlo”.
Frente a quienes le advierten de la velocidad punta de sus principales rivales, el nadador indica que existen virtudes inefables que pueden compensar la desventaja de la potencia. “Hay cualidades que no se pueden medir”, dice. “Como la capacidad de sufrimiento de una persona o la capacidad de orientarse en el mar, de situarse y controlar a los rivales donde ellos no pueden ver con claridad. Si dejo que sean ellos los que rompan el agua y yo me sé ubicar detrás, podré equipararme a esos titanes”.
Alberto Martínez se tiene fe. La necesitará para sobrevivir al caldero de Odaiba.
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