Mellouli deja en evidencia a España
El nadador tunecino consigue él solo tres oros, más que toda la selección anfitriona
La canción más escuchada en la piscina de Las Almadrabillas fue La Marsellesa. En segundo lugar, Fratelli d'Italia. Ayer terminaron las pruebas de natación en los Juegos Mediterráneos y no hubo más que poner la oreja para detectar un balance bastante aproximado del nivel de cada cual en este deporte. Que la natación española evoluciona al ritmo más lento de su ámbito resulta cada vez más evidente.
El equipo español logró dos oros en cuarenta pruebas. No alcanzó para aproximarse ni de lejos a Italia o a Francia. Tampoco fue suficiente para igualar la conquista de Oussama Mellouli. Mellouli es un nadador tunecino que saltó a la escena mundial cuando aguantó el tirón de Michael Phelps en la final de 400 estilos del Mundial de Barcelona (quedó tercero). Ayer, a sus 21 años, recogió su tercera medalla de oro en Almería. Ganó tres carreras. Una más que toda España junta.
Wildeboer, técnico, cree que en España se afronta la natación con la "cultura de 'Gran Hermano"
Mellouli recuerda a Rivaldo. La misma sonrisa, las misma cabeza. En Túnez es un héroe nacional. Pero como en su país no hay ni el dinero, ni los entrenadores, ni las piscinas que hay en España, por ejemplo, el hombre se ha aprovechado de una beca de la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles. Allí estudia ingeniería informática al tiempo que se prepara desde hace dos años de la mano de Mark Schubert y Victor Riggs, dos técnicos con amplia experiencia en el equipo olímpico de Estados Unidos. "Este deporte no está hecho para divertirse", dice Mellouli; "yo en la piscina sufro. Sufrir es agradable cuando te gusta correr, competir contra otros, mejorar cada día, empujar tu límite".
Ganador de los 800 libres, y el 400 y el 200 estilos, el tunecino es un hombre afable y de músculos largos, llenos de agua, sin hinchar apenas. No hace pesas y nada 80 kilómetros semanales a lo mucho. Para la élite, no es tanto. "Lo que importa es la calidad", explica su técnico, el orondo Riggs. "Lo que importa es la técnica. Y este chico es cien por cien técnica".
En Almería, España puso a su mejor equipo. Después del fracaso de Atenas y a una semana de la elección de la sede olímpica para 2012, con Madrid implicada a fondo, las instituciones, el CSD, y la federación, se dispusieron echar al agua lo mejor que había. Así lo hicieron. Para estimular la competitividad, se acordó con los nadadores un premio de 5.000 euros por oro. Al final, la federación y el CSD se ahorrarán un dinero. Sólo Erika Villaecija, ganadora ayer de los 800 libres, y Sara Pérez, en los 200 braza, pudieron llegar primeras a la pared.
Los Mundiales de Montreal, que se celebran la segunda quincena de julio, son la explicación más recurrida para analizar el bajo rendimiento de los nadadores españoles. "Han llegado cansados a Almería porque están acumulando trabajo pensando en Montreal", explica Carles Subirana, el director técnico de España. "El verdadero nivel", apunta Villaecija; "se verá en Montreal".
Esta es la versión oficial. Pero tanto Subirana como sus nadadores saben que, como dice otro técnico español, "los Mundiales no son la única razón" del bajo nivel exhibido. El propio Subirana se encuentra intentado corregir problemas de fondo, tecnificando la preparación, detectando talentos que quieran acudir Pekín con algo más de voluntad que para tomar el sol, y reorganizando la distribución de los atletas por España en una empresa rompecabezas que parece haber superado a la federación desde hace años. El presupuesto federativo, de más de tres millones de euros anuales (sólo para natación) no parece suficiente para borrar lo que Paulus Wildeboer denomina "cultura de Gran Hermano" por la frivolidad con que se encara en España este deporte. Wildeboer ha sido el técnico que encabeza la principal corriente reformista. El trabajo que está realizando en la Blume de Madrid, desde hace seis meses, tiene por objetivo Pekín y más allá. Para los Mundiales de Montreal ya hace años que se acabó el tiempo.
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