Kaylee McKeown conquista otro bastión para Australia
La plusmarquista mundial de 100 espalda confirma su potencial colgándose un disputadísimo oro, el primero de la historia australiana en la especialidad
La tercera jornada de finales en la piscina del centro acuático de Tokio tuvo un color especial. El amarillo. El amarillo de los gorros de látex del equipo de Australia y sus prodigiosas mujeres. Fuerza que crece y se reafirma en las figuras de Ariarne Titmus, clasificada con el mejor tiempo para la final de 200 libre del miércoles, y en Kaylee McKeown, que se convirtió en la primera campeona olímpica australiana de la historia en 100 espalda.
Los prolegómenos de la final intimidaron. La línea de poyetes recibió una procesión de reinas del récord. La canadiense Kylie Masse, bronce en Río, regresaba a por el oro después de haber batido el récord mundial con 58,10s en 2017. Sus marcas no habían dejado de mejorar y coleccionaba los dos últimos títulos Mundiales. Tampoco Regan Smith había perdido el tiempo. La estadounidense, de apenas 19 años, recortó el récord mundial hasta 57,57s en 2019. Solo una persona había nadado más rápido que ella: Kaylee Mckeown, con 57,45s el pasado junio, en las pruebas de formación del equipo olímpico de Australia.
Entre Masse, McKeown y Smith acumulaban 15 de las 20 mejores marcas de todos los tiempos antes de los Juegos. Sus trayectorias se cerraban hacia un embudo que conducía justamente ahí: la línea de poyetes de Tokio.
Smith se preparó de espaldas a la calle cuatro, McKeown en la tres y Masse en la cinco. Juntas salieron. Juntas abrieron el agua en mitad de la piscina, tres estelas de espuma. Pero no por mucho tiempo. Masse atacó el primer 50 a revientacalderas. Pasó por la pared en 27,91s, tres décimas antes que sus dos perseguidoras. McKeown rebotó en tercera posición pero mientras sus dos rivales comenzaban a perder potencia de patada ella consiguió mantener la eficacia. En un estilo gobernado por la fuerza abdominal y el empuje del tren inferior, la australiana impulsó mejor su cuerpo estilizado, más liviano, mientras la voluminosa Masse fatigaba por mantener su posición. “En los últimos 20 metros las piernas me quemaban”, dijo McKeown, “pero para eso me entreno”.
El segundo 50 de McKeown fue el más rápido: 29,27s. Se quedó en 57,47s, dos centésimas más lenta que su plusmarca. El esfuerzo le valió el oro. A su lado, Masse ganó la plata con 57,72s. Pero se mostró abatida. Con 25 años, la canadiense ha traspasado el umbral orgánico que permite recortar marcas personales con ciertas garantías. Para ella no solo se pierde el oro de Tokio.
Recuento de oros
La australiana Emily Seebohm, veterana de cuatro Juegos que se quedó a las puertas del oro en Londres, participó en una prueba que para ella tiene sabor a despedida. Tiene 29 años y su séptima posición en la final de 100 espalda supone el fin de un ciclo. El mismo ciclo que empujó a Katinka Hosszu, la campeona de Río, a borrarse de la lista de esta especialidad y ahorrarse el martirio de competir contra la nueva oleada.
Al cabo de la tercera jornada de finales, se conforma una figura general. La formidable natación de Japón está en crisis, quizás por la presión excesiva. Rusia y Canadá han dado un paso al frente con un oro cada una. Gran Bretaña, dominadora de los 200 libres masculinos este martes, consolida su condición de poder emergente con dos oros. Metido en una transición profunda tras la retirada de Phelps y Lochte, el equipo de Estados Unidos, que suma tres oros, paga el excesivo peso de sus adolescentes en situaciones de alta tensión. Y Australia va como un tiro. Especialmente, gracias a mujeres como la gran Kaylee McKeown. La gran nación de Oceanía colecciona tres oros, todos en categoría femenina.
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