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Las mujeres de Australia baten el récord mundial en el relevo de 400 libre

Bronte Campbell, Meg Harris, Emma McKeon y Cate Campbell logran el oro con 3m 29,69s, Canadá gana la plata y Estados Unidos, el bronce

De izquierda a derecha, Emma McKeon, Meg Harris, Cate Campbell y Bronte Campbell, celebran el oro.
De izquierda a derecha, Emma McKeon, Meg Harris, Cate Campbell y Bronte Campbell, celebran el oro.ALEKSANDRA SZMIGIEL (Reuters)
Diego Torres

Los 15.000 asientos vacíos del Centro Acuático de Tokio esperarán a la multitud eternamente. El tiempo se congeló con la pandemia para esta infraestructura colosal, envuelta en la penumbra. Solo abajo, por la piscina iluminada, pasa la gente y pasan los Juegos. Lentamente. Como si la catástrofe que sacude al planeta desde hace más de un año hubiese puesto un freno invisible en el curso de las cosas, los nadadores hacen esfuerzos supremos pero los cronómetros se toman unos segundos, o unas décimas, de más. Así, al término de la primera sesión matinal, las dos finales de 400 estilos se habían ganado en tiempos de Sydney 2000, y para la conquista del oro del 400 libre masculino había bastado un tiempo digno de Atlanta 1996. La pesadez se apoderaba del vaso cuando irrumpieron las cuatro gracias de Australia para batir el récord mundial del relevo de 400 metros de nado libre.

Nadie esperaba otra cosa que un tsunami de Bronte Campbell, Meg Harris, Emma McKeon y Cate Campbell, representantes del país que más velocistas produce en el mundo. Entre las cuatro establecieron el primer récord mundial que liberó las aguas de la estancada piscina de Tokio (3m29,69s) y prolongaron una hegemonía que se traduce en tres oros sucesivos desde los Juegos de Londres.

Habían transcurrido 51 años desde que los hombres bajaron de 3,30 minutos en el 4x100. La barrera psicológica era un hilo a punto de romperse y no había dudas de quiénes serían las encargadas. El cuarteto de sprinters de Australia pulverizó el 3m30s que ellas mismas establecieron en 2018 siguiendo una cadena de tiempos regresivos que iniciaron en 2014. Nada menos que siete años de dominio total.

Australia cerró la primera sesión de finales con tres medallas por seis de Estados Unidos. La batalla de los dos superpoderes de la natación comenzó con estrépito. Pero ningún título —tampoco el campeonato que Chase Kalisz consiguió con un tiempo mediocre en 400 estilos— tuvo el valor del oro en los relevos.

El oro de las mujeres australianas simboliza un dominio sin precedentes por la homogeneidad del equipo y por la prolongación en el tiempo de los éxitos. Hay que remontarse a la década de los sesenta del pasado siglo para contemplar algo parecido, cuando el equipo femenino de Estados Unidos extendió un dominio inapelable. Pero entonces las nadadoras se retiraban muy pronto. Tres de las integrantes del cuarteto que nadó la final en Tokio, con la excepción de Meg Harris, de 19 años, se colgaron el oro en Río hace un lustro.

Demográficamente, Australia se queda lejos de las grandes potencias que desafía. Pero la natación es el deporte más practicado en la isla y la organización que la gobierna, Swimming Australia, no está dirigida por funcionarios desesperados por meterse en la FINA sino por expertos bien elegidos. Su presidente es Kieren Super Fish Perkins, dos veces campeón olímpico y uno de los libristas más recordados del siglo XX. Su director de alto rendimiento es Alex Baumann, campeón olímpico y récordman mundial de 200 y 400 estilos en 1984, antes de dedicarse a la gestión. Responsable sucesivamente de formar los equipos de natación de Canadá para los Juegos de 2012 y Nueva Zelanda para 2016, sus excelentes resultados le merecieron la oferta australiana. Cuando la pandemia paralizó al mundo —y a los nadadores de medio mundo— Perkins y Baumann diseñaron un plan para redoblar los entrenamientos. Las delegaciones acantonadas en Tokio comienzan a preguntarse qué hicieron exactamente porque es evidente que sus nadadores van a otro ritmo.

Lo manifiestan los ránkings de 2021, encabezados por australianas en 50, 100, 200 y 400 metros libre, en 100 y 200 espalda, y en el 200 estilos; y por australianos en 400 y 800 libre. Nada menos que en nueve pruebas individuales de 28, quienes más rápido han nadado desde enero han sido miembros del equipo amarillo.

“Subidón de adrenalina”

“Cuando nado con estas chicas la adrenalina siempre da un subidón”, dijo Emma McKeon tras nadar la posta más rápida de una mujer en la historia de los Juegos: (51,35s). Cate Campell, cuyo gran logro individual fue la medalla de oro en el 100 libre de los Mundiales de Barcelona de 2013 pero que sin embargo ostenta la posta de 100 más rápida de la historia (51,00s) es el hilo conductor de una saga que se expresa en equipo mejor que en solitario. “Formar parte de este relevo es una herencia que recogimos de gente como Libby Trickett o Alice Mills”, dijo. La mayor de las hermanas, que suma sus cuartos Juegos, ya formó parte del relevo de 2012, el primer oro de una tríada que supone un mazazo para la natación de Estados Unidos.

Estados Unidos no conquista el oro en el relevo de 4x100 libre desde los Juegos de Sydney, hace dos décadas. En Tokio comenzó mal desde la primera posta. Erika Brown, con 54,02s segundos en sus 100 metros, se quedó relegada a la sexta posición por Bronte Campbell (53,01s), la canadiense Kayla Sánchez (53,42s), la británica Anna Hopkin (53,16s), o la sueca Pernille Blume (53,07s).

Abbey Weitzeil, Natalie Hinds y Simone Manuel solo pudieron asegurar un bronce. Asaltaban la plata cuando Canadá se les interpuso con la fenomenal Penny Oleksiak, que nadó su posta en 52,26s y conquistó el segundo puesto después de haber hecho el mismo trabajo en los Juegos de Río, entonces con el premio del bronce.


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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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