Caso Vinicius: ahora o nunca
Vini se va más fácil de sus rivales que en 2021, pero se queda más tiempo discutiendo, atiende más a los insultos de la grada, se tira con más estrépito y gesticula peor que en 2021


Pasó este año en el Bernabéu durante el Real Madrid-Valencia. Vini intentó algo que no le salió bien —un regate, un pase, algo— y un aficionado con el que yo discutía educadamente se giró furioso, esta vez perdiendo las formas, y gritó mirando hacia mí algo terrible: “¡Minicius!”.
No supe ni qué decir. Tampoco sé de dónde le salió semejante ocurrencia: a veces la ira nos pasea por lugares infernales. Los juegos de palabras son navajas de afeitar. Si se usan bien, son perfectos; si no, te rajan la carótida. Aquel jueguito vibrante del aficionado (“¡Minicius!”) hizo algo insólito: rajó a Vinicius y me dejó a mí afeitado.
No le di más vueltas, pero recogí la sensación. Yo sabía que había ya una minoría pipera influenciada por los medios y la demagogia que estaba contra Vinicius por razones esgrimidas desde Barcelona y el antimadridismo en general (esa moda de pedir que se vaya el mejor jugador del Madrid: claro que sí) o por razones directamente racistas: que no se quejase porque le llamasen “puto negro”, que otros eran negros y se portaban bien y a esos no les insultaban.
Pero empezaba a crecer, y explotó este sábado, una mayoría de la afición que perdona casi todo durante casi todo el tiempo, pero no todo durante todo el tiempo. Y al igual que Balotelli no era tan bueno para estar tan loco, Vinicius no puede generar incendios cada 15 días si sus mejores virtudes llevan año y medio metidas en un cepo mental del que no sale. No, Vinicius no está jugando tan bien como para que se le perdonen sus caprichos.
El fútbol es cruel y afortunadamente injusto; ya hay demasiada justicia impostada fuera del campo y demasiadas chapas a cargo de futuros detenidos que escuchamos con vergüenza ajena. Uno puede rebotarse contra un entrenador (máxima autoridad) en el centro del campo (centro del mundo) en la medida en que su juego sea decisivo; uno puede responder a su afición cambiando la foto de perfil de sus redes con el Madrid por una con Brasil si está siendo uno de los mejores jugadores del mundo.
Pero Vinicius, que aun al 60% es jugador diferencial, no puede exigir de la afición una defensa absurda a sus desplantes, piscinas, protestas y desquiciamientos. Exígelo cuando estés al 100% porque compensará tu desvarío con el hecho de que seas tan bueno que haya que aguantarte o incluso defenderte. Pero hasta Kroos apunta: “Da la sensación de que todo el equipo se ve perjudicado por su comportamiento”.
El Vini jugador evolucionó desde los 18 años hasta convertirse en uno de los mejores del planeta. Físicamente, el desarrollo ha sido extraordinario; mentalmente, la cosa está aún para estudiar. Las estrellas se graban cada vez más en sus redes haciendo ejercicios inverosímiles con máquinas nuevas, series de intensidad, musculación, recuperación, todo. No se graban nunca (no es necesario, definitivamente no es estético) tirados en un diván hablando con su psicólogo, en trance con sus asesores, meditando y encontrando la calma saludando al sol o a cualquier estrella que pasase por allí, viendo vídeos de sus desmanes para tratar de corregirlos.
Ser el mejor con los pies no garantiza nada
No hay manera. Vinicius se va con más facilidad de sus rivales que en 2021, pero hoy se queda más tiempo discutiendo, escucha más los insultos de la grada, se tira con más estrépito y gesticula peor que en 2021. Es un hecho. Ha sufrido como ninguno el racismo viscoso de la grada española y ha soportado horrores. Tiene cámaras encima desde el entrenamiento para que se le lean los labios sobre la marcha y destacar sus exabruptos, nunca lo que los provocan. Sus reacciones muchas veces han sido, sin embargo, producto de acciones del juego o de provocaciones de la grada que no tienen que ver con el racismo.
El Madrid tiene un problema con Vinicius porque con la mochila cargada de líos que perjudican a todos quiere renovar a precio galáctico; Vinicius tiene un problema consigo mismo porque sigue siendo una bomba apática y desganada que vive de la amenaza de la anilla de su marcha. En dos temporadas vibrantes ayudó a ganar dos Champions. Es un jugador espectacular que debe entender que en el fútbol de hoy, de competencia caníbal, si eres el mejor del mundo con una mente mediocre en el campo, vales de muy poco.
Volvamos a lo cruel y afortunadamente injusto: ser el mejor con los pies no garantiza nada. Y lo que menos puede garantizar es ser titular en el Madrid, donde han triunfado jugadores mucho peores que tú con una mentalidad tan devastadora que dejaron en el banquillo a cracks mundiales. En el Madrid se regatea si antes se sabe morder. Real Madrid-Bayern de 2011 con Cristiano Ronaldo presionando casi con lágrimas él solo mientras mira atrás y les monta el pollo al resto, parados. Otra historia, un jugador de época. Apunta también esa tú, Mbappé.
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