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De la calle al refugio azulgrana

La Fundación del Barça intenta dar una nueva vida a jóvenes extutelados en Cataluña, ayudándoles a vivir de manera autónoma y a formarse laboral y socialmente

Jawad, uno de los jovenes tutelados por la Fundación del FC Barcelona.
Jawad, uno de los jovenes tutelados por la Fundación del FC Barcelona.Gianluca Battista
Irene Guevara

Eric Ebra y Jawad Ezzahidi tuvieron que vivir en la calle. Llegaron a Cataluña como menores no acompañados. Al cumplir los 18 años, perdieron toda la protección. Pero la Fundación del Barça les cambió la vida. Entraron a formar parte de Joves Futur+, programa de acompañamiento a la emancipación de jóvenes extutelados de entre 18 y 25 años para ayudarles a vivir de manera autónoma con el soporte de Fundación la Caixa. Eric y Jawad consiguieron formarse, encontrar trabajo y mejorar sus habilidades sociales y emocionales. “Muchos no tienen estudios, o los han acabado, pero no tienen trabajo ni una red social o familiar de apoyo”, explica Marta Segú, directora de la fundación. “El impacto es espectacular. Cambias la vida de una persona”, añade la directora.

Esta es la tercera edición del proyecto y en las dos primeras se ha logrado prácticamente un 100% de éxito de inserción laboral. Son seis personas en el equipo de trabajo, más de 80 empresas colaboradoras y alrededor de 100 jóvenes anualmente —la mayoría chicos migrados— residentes en Cataluña, sobre todo en Barcelona. En verano entrevistan a los jóvenes que desean participar voluntariamente, normalmente derivados de otras entidades. Una vez seleccionados, diseñan un programa a medida en función de sus necesidades y aspiraciones para poner en marcha los cuatro ejes del proyecto: formación, inserción laboral, acompañamiento psicosocial y mentoría.

Es el caso de Eric y de Jawad. Eric, de 23 años, llegó desde Costa de Marfil en 2018 en patera, cuando aún era menor edad. Cuando creció, quedó desamparado. A través de una entidad social conoció la fundación, donde se formó en logística durante cuatro meses y, tras uno de prácticas, consiguió trabajo en una empresa de distribución. “Soy muy feliz aquí”, explica el joven. Lo compagina con ser monitor en un club de fútbol, y su vida la hace en Barcelona. “Me gusta estar ocupado”, añade entre risas. “La Fundación del Barça tiene que seguir ayudando a los jóvenes a encontrar una vida. Nosotros solos no podemos”, comparte Eric. “Gracias a la fundación, puedo decir que ahora soy más responsable”, añade.

También Jawad es uno de los ejemplos de la fundación. Con tan solo 14 años, tras trabajar recogiendo fruta en Marrakech, inició una larga travesía para llegar a España en busca de una vida mejor. Después de trabajar y empezar la ESO en Andalucía, llegó a Barcelona para “tener un buen futuro”. Tras pasar por albergues y centros, al cumplir 18 años, se quedó en la calle una semana. “Estaba perdido y no sabía qué hacer”, explica. En aquel momento, estudiaba un curso de programación y, tras quedarse un día dormido en clase, compartió su historia al centro, que le puso en contacto con una familia de acogida con la que vivió unos meses. Tenía muy claro que quería estudiar y trabajar a la vez, por lo que ahora cursa una Formación Profesional Dual en fotovoltaicas, fontanería, electricidad, mecanización y climatización. Además, también hace mantenimiento en la Ciudad Deportiva Johan Cruyff. Pero tiene un plan de futuro claro: “Quiero tener mi propio negocio y abrir una pequeña peluquería”, pues en el pasado trabajó como peluquero. “Voy a lograrlo”, afirma convencido.

Desde la fundación les ayudan y enseñan a gestionar un salario, afrontar días de trabajo con situaciones complicadas o con el idioma. “Me ayudaron a hacer un currículum, una entrevista de trabajo, a cómo buscarme la vida solo”, explica Jawad. También a gestionar sus necesidades emocionales o sociales. “Sientes miedo del futuro, no sabes qué pasará. Y tú quieres trabajar, no perder el tiempo, y te entra presión. Ves que estás solo, aunque tengas gente a tu lado. Antes lo quería todo a la vez, ahora sé que hay que ir poco a poco”, comparte el joven, que se siente “más cómodo y relajado”.

El futuro del proyecto es seguir perfeccionando el modelo, aún muy joven, y que otras entidades puedan replicarlo. Son conscientes, también, de sus limitaciones. “Es difícil seguir escalando con un proyecto tan artesanal. Deberíamos pensar en un modelo que fuese más escalable sin perder la esencia, porque no queremos sustituir la calidad por cantidad”, destaca Segú. La directora señala que otro de los grandes inconvenientes que encuentran es el de la vivienda. Pero todos son conscientes del valor de proyectos sociales que cambian la vida de jóvenes. “Le das una dignidad que no tenían. Solo necesitan una oportunidad”, sentencia Segú.

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