_
_
_
_
Alienación Indebida
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ni que Vinicius Jr. fuera Stoichkov

A mí, que adoré al búlgaro como si fuese un ‘alter ego’ de mi padre, me cuesta horrores encontrar en el brasileño ese punto insoportable que me empuje a invalidarlo como futbolista y como persona

Vinicius Jr., en la final de este miércoles de la Intercontinental contra el Pachuca mexicano.
Vinicius Jr., en la final de este miércoles de la Intercontinental contra el Pachuca mexicano.NOUSHAD THEKKAYIL (EFE)
Rafa Cabeleira

Por fin tiene Vinicius Jr. un premio acorde a sus propias expectativas, un galardón individual que complemente los muchos títulos colectivos encadenados con el Real Madrid —al The Best, el brasileño sumó anoche el último título, ante el Pachuca en Doha, con pase a Mbappé y gol de penalti incluido— y aplaque, al menos de momento, su obsesión desmedida por este tipo de reconocimientos. La semana que viene, cuando se despierte un día cualquiera entre semana y acuda famélico a la cocina en busca de yogur, pechuga de pavo o lo que sea que guarde un futbolista de élite en la nevera, descubrirá el eléctrico funambulista brasileño que la vida sigue igual, que seguirá sintiendo el mismo amor de las mismas personas y que nada importa tanto como para dedicarle hasta las horas de sueño, incluido ese trofeo espantoso que parece atraer el polvo como un engaño al lateral y puede que ni encaje con la decoración integral del salón.

Tendrá derecho Vinicius Jr. a celebrarlo como más le plazca, solo faltaría que tuviese que pedir permiso a la autoridad para vestirse de etiqueta, colgar un mensaje de corte Facebook en Instagram y cobrarse todas las piezas que considere, incluidas las de esa supuesta persecución mediática que él parece sentir y que tanta gente, indignada con su postura, se empeña una vez más en demostrar. “Intentarán e intentan invalidarme, disminuirme”, dice el brasileño en su comunicado. “Pero ellos no están preparados”. Las reacciones posteriores de gente que se dice madura no le van a la zaga, de ahí que uno termine pensando en qué punto exacto de esta partida puede tener razón Vinicius Jr. y en qué punto concreto se la tendremos que dar.

Vivir en los zapatos del otro es un defecto estructural en los tiempos que corren, máxime cuando todos nos creemos en la necesidad, casi en la obligación, de contar nuestra verdad. Nos sentamos frente al televisor, viendo un partido de fútbol, y al momento somos capaces de conceder medallas, aplicar castigos y decidir quién tiene derecho a vivir su profesión como le dé la gana y quién no, a menudo dependiendo de los colores que vista el muchacho. A Vinicius Jr., por ejemplo, siempre se le ha negado la posibilidad de mostrarse tal y como es, de autoinmolarse cien veces en cada partido y resucitar ciento y una, de enredarse con las provocaciones de los defensas y tratar al árbitro como esos adolescentes enrabiados que salen de casa dando un portazo, de señalar racistas con el dedo y volver loca a esa especie de ceja autónoma que habita en la frente de Ancelotti. Ocurre entonces algo desconcertante: todo el mundo encuentra una razón para hablar de un nuevo cortocircuito antes que de su último regate.

A mí, que adoré a Hristo Stoichkov como si fuese un alter ego de mi padre, me cuesta horrores encontrar en Vinicius Jr. ese punto insoportable que me empuje a invalidarlo como futbolista, ya no digamos como persona. Al búlgaro lo vi cometer tantas tropelías que algunas noches me despierto con sudores fríos y la intención sincera de pedir perdón a la familia de Urízar Azpitarte, el árbitro al que Hristo le soltó aquel pisotón. “Lo peor es que esta campaña anti-Hristo le ha convertido en un terrorista a los ojos de casi todos los aficionados”, le excusó Cruyff apuntando en todas direcciones. Y yo, claro, le creí. Y maldije a todo aquel que no era capaz de ver en mi ídolo al futbolista maltratado que nació en la Bulgaria comunista y aprendió el oficio pateando calcetines. A ver si lo que nos molesta de Vinicius Jr. es que, de niño, en la favela de Sao Gonçalo, le regalaron un balón y, encima, se queja.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_