Aitana Bonmatí, tras su segundo Balón de Oro: “Lo vivo con normalidad; quizás cuando me retire le doy más valor”
La futbolista del FC Barcelona asegura que el galardón es fruto del trabajo y se pone como meta seguir mejorando
Aparece sonriente y divertida en la sala donde los periodistas la esperan, a un par de metros del vestuario del Barcelona en el Estadi Johan Cruyff. Hace apenas unos días que aterrizó de París, y parece que ya ha digerido el éxito de ser, por segundo año consecutivo, nombrada la mejor futbolista del mundo. En sus manos, uno de sus Balones de Oro. En sus pies, unas nuevas zapatillas especiales doradas conmemorativas de Adidas por levantar su segundo galardón. Incluso se muestra más tranquila que el año pasado, aunque asegure que nada ha cambiado —”soy la misma que hace 15 años”, recalca—; no hay más presión ni exigencia, ella sigue amparada en la normalidad, como un mantra en su discurso que la mantiene serena. “Una persona que lo ve desde fuera lo ve extraordinario, pero desde dentro le doy normalidad y no pienso más allá. Quizás cuando esté retirada en el sofá de mi casa y mire atrás le doy mucho más valor. Cuando era pequeña veía a Messi levantar Balones de Oro y era increíble. Pero desde dentro le das naturalidad”, confiesa la centrocampista de 26 años. Cuando habla se nota su paz. Aunque el día de la gala no tanto. Y menos cuando piensa en las felicitaciones que ha recibido y aún tiene que responder. Aunque recuerde con cariño el lunes, todo es demasiado volátil y, en cierta medida, angustiante. “No tienes tiempo de disfrutar como te gustaría. Me pongo el objetivo de disfrutar estos momentos únicos que pasan volando, que son efímeros. Pero durante el día hay demasiadas cosas y a veces cuesta”, reflexiona.
Los nervios, eso sí, no se apoderaron de ella. Hacía una semana que había escogido el vestido, esta vez blanco, para “cambiar un poco” del negro de hace un año, el color con el que se siente más cómoda. “¿Escogerlo la noche de antes? No, que me estreso”, ríe. Ella ya tenía planes. El fin de semana previo a la gala organizó una escapada con sus amigos a una casa en la Garrotxa, y el lunes por la mañana entrenó con el Barcelona antes de partir a París. Estaba más que tranquila —“cero nerviosa”, asegura— a pesar de que este año no sabía si alzaría el galardón. “El año pasado estaba nerviosa, porque era la primera vez que me tenía que plantar allí, delante de lo mejor del fútbol. Luego llegan más galas, más discursos y vas aprendiendo. Este año había la particularidad de que no se sabía la ganadora. Iba con cautela y precaución; no tenía claro que sería yo”, explica. Aun así, en el hipotético caso de ser conocedora poco antes de la entrega de que no sería la afortunada, asistiría a la gala: “Iría por respeto”.
“El discurso no me lo preparé como el año pasado, tenía unas pautas, pero dejé que saliese”, explica recordando el momento de recoger el galardón de las manos de la actriz Natalie Portman. Una vez más, y como es habitual, Aitana dio parte de su parlamento en catalán, hecho que suscitó comentarios en redes sociales. “Me ha llegado que he recibido críticas. Es mi lengua, es en la que me siento más cómoda. No tenemos que justificarnos siempre que hablamos en catalán. Seguramente cuando hablo en inglés nadie dice nada. ¿Qué problema tenemos con el catalán? Es positivo cuantas más lenguas hables y sepas. Pero por lo que sea, el catalán no es bien recibido en algunas zonas. Pero yo no cambiaré”, asegura contundente.
Junto a ella, recibiendo el galardón como mejor jugador, hubo otro español. “Me hizo mucha ilusión compartir el premio con Rodri, que lleva unos años muy buenos. Es un futbolista fuera de lo habitual, que rompe los estereotipos: un chico normal, con sus estudios, sin redes sociales. En esta gala se puso en valor la figura del mediocentro, que muchas veces queda en la sombra, pero que es el motor del equipo”, explica orgullosa. Sobre lo que sucedió allí, tras el telón, se gira para mirar a sus agentes. “¿Alguien me hace un poco de memoria?”, ríe. En la sala se recuerda un momento: cuando Lamine Yamal le preguntó si el galardón llevaba escrito su nombre y ella le contestó que sí. “¿Quieres tocarlo?”, le preguntó entonces Aitana. “No, que si no lo gafo”, contestó el joven futbolista. “Hubo muy buen ambiente entre el femenino y el masculino. Todos luchamos por el mismo escudo, y la gente estaba muy contenta”, añade Aitana.
La expedición azulgrana al completo regresó a Barcelona aquel día y llegó a las cuatro de la mañana. En el avión no hubo tiempo de celebraciones, y Aitana se echó a dormir. Al día siguiente ya tenía entreno. Desde entonces, no ha hecho “gran cosa”, y se lo ha tomado “con más calma”. Este jueves es el primer día de compromisos profesionales fuera del terreno de juego. “Hay que cuidarse y encontrar el momento para hacerlo todo, todo debe tener su tiempo”, destaca. Ella encuentra la paz en Sant Pere de Ribes, su pueblo, en su gente y amigos de toda la vida. Y a pesar de haberlo logrado prácticamente todo a nivel deportivo, sigue hablando de mejorar. “Cuando entreno y juego no tengo en la cabeza el tercer Balón de Oro. Es una consecuencia del trabajo colectivo. Me enfoco en no bajar mi rendimiento”, explica. “No soy perfecta”, añade. Seguir mejorando puede parecer utópico. Conseguir otro Balón de Oro, extraordinario. Pero para Aitana Bonmatí no es descabellado.
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