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Más táctica o más dudas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Barça de los caramelos

Hansi Flick ha seducido al barcelonismo con un fútbol de ritmo altísimo, con un juego al límite y vertiginoso

El entrenador del Barcelona, Hansi Flick, durante el partido ante el Bayern Munich este miércoles.
El entrenador del Barcelona, Hansi Flick, durante el partido ante el Bayern Munich este miércoles.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

Deberían poner un cartel de “solo para expertos”. O el clásico aviso de que no lo intentemos en nuestras casas sin supervisión profesional. Es peligroso empezar un partido del Barça de Flick pensando en imitar con tu equipo algo de lo que vas a ver. Estoy sufriendo. Me imagino las defensas de equipos de infantiles en mitad de campo, tratando de tenderle una trampa a su rival para que caiga en fuera de juego. Lo estoy viendo. El central izquierdo empujando hacia adelante a sus compañeros y al lateral dando dos pasos hacia atrás y tres hacia adelante para reajustar la línea y evitar el desastre. Los veo. Los veo esprintando hacia atrás cuando les meten el pase a la espalda, con el brazo arriba pidiendo que se levante la bandera. Si en élite está yendo de milímetros y con VAR, ni me imagino el riesgo en partidos sin asistentes.

Puede ser una sangría. Hacer mal o hacer a medias ese plan kamikaze de defender a 50 metros de tu portería es una invitación a que tu portero tenga una decena de mano a mano en cada partido. Una agonía. Un agujero. Esa es la angustia que, poco a poco y con actuaciones tan rotundas como la del miércoles en Montjuïc ante el Bayern, los aficionados del Barça se van quitando con la estrategia ultra valiente de su nuevo entrenador. Hansi Flick ha seducido al barcelonismo con un fútbol de ritmo altísimo, con un juego al límite, vertiginoso. Todo en el alambre. Todo a máximos. Todo al detalle.

Promedia más de tres goles por partido. Es el equipo más goleador de Europa. Está de dulce. Genera más probabilidad de gol que ningún otro y está siendo capaz de encontrar unos niveles de eficacia supremos con un estilo extremadamente ofensivo y vertical. Todos parecen jugar con prismáticos, con la mirada larguísima. No hay alejados desconectados en el manual de Flick. Todos están metidos en la jugada. En ataque y en defensa.

Lo más alucinante de ver de este nuevo Barça fresco y suelto es cómo encadena saltos defensivos, cómo prepara la secuencia para ahogar a su rival. Dejarle sin opciones. Parece tan evidente que contra ellos hay que atacar la profundidad, correr sobre ese tesoro en campo contrario que deja entre defensa y portero, que los rivales se precipitan. Caen en la trampa. Cinco, siete, once fueras de juego. El Bayern consiguió evitarlos con diagonales y entradas de segunda línea, pero terminó igualmente frustrado por la incapacidad de jugar a otra cosa que no fuera atacar el último tercio en vertical. Flick no permite otra cosa. Te enseña el caramelo, pero no te deja comerlo.

Parece un plan sencillo, pero no lo es. Hay rigor, hay sincronía, hay intensidad. Dificilísimo de replicar sin alguno de los matices. Cuando uno va a presionar, va porque sabe que por detrás seguirán yendo. El plan no funciona sin el efecto dominó, y las pocas veces que uno duda y no acompaña el salto, Flick lo ajusta. Les recuerda que si no van todos, el engranaje falla. Les ha convencido de que persigan porque ha planeado los ajustes y ha comprometido a todas las piezas a hacer A cuando A y B cuando no se ha podido hacer A. Es una coreografía impecable, casi sin fisuras. Solo apta para valientes. Dos rombos.

En el primer gran test de la semana, Flick no cedió ni un metro en su manual de defender hacia adelante. Le dio igual los Kane, Gnabry o Musiala y no le intimidaron los miedos heredados contra el Bayern. ¿Qué hará contra Vinicius y Mbappé?

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