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Alienación indebida
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El clásico del coqueteo rebelde

Hay algo en las caras de los Yamal y los Cubarsí que invita a la esperanza para todo aquel que identifique al Real Madrid como el Imperio y a todos los demás con la Alianza Rebelde

Jornada 11 de LaLiga horarios
Jude Bellingham, jugador del Real Madrid, durante el partido de LaLiga entre el Real Madrid CF y el FC Barcelona en el Estadio Santiago Bernabéu el pasado 21 de abril.Antonio Villalba (Real Madrid via Getty Images)
Rafa Cabeleira

Asoma el primer clásico de la temporada por la vuelta de la esquina y a un amigo mío se le ha ocurrido señalar que la cita del próximo sábado recuerda a esos anuncios de internet en los que Carlos Sobera o Lorena Castell aparecen esposados y rodeados de policía: no conviene fiarse. Dejarse llevar por las primeras impresiones suele ser la antesala del error y, por lo tanto, sinónimo de susto o, directamente, muerte.

Llega confiado un Real Madrid que combina esta temporada algunos ejercicios interesantes de supervivencia con una cierta somnolencia, como si algunas veces no le apeteciese ser el temible Real Madrid y se conformara con su nueva fama de alumno remolón, otro que no necesita atender en clase ni hacer los deberes para sacar sus exámenes adelante. Esta misma semana y en su propia casa, que es como decir delante de la familia, coqueteó con el desastre en una primera parte tan desangelada del equipo blanco como voluntariosa por parte del rival, que le reconoció los vicios de recreo y esperó su oportunidad. Terminaría remontando en la segunda mitad, encarándose con los padres y hasta lanzando los libros por la ventana, pero la sensación sigue siendo de que el Madrid tira demasiados minutos a la basura por el puro capricho de demostrar que puede.

Es el peor enemigo para cualquier rival, incluido un Barça que acude a la cita en pleno proceso de consolidación, plagado de chicos con acné y la cara muy dura. Algunos de ellos solo han conocido al Real moderno del manicomio, la silla de plástico, las remontadas imposibles y sus Copas de Europa por castigo, pocos al Madrid humano y hasta displicente que se comía goleadas azulgranas en su propio estadio mientras la grada se giraba furibunda hacia el palco, no tanto para exigir la dimisión a Florentino Pérez como para pedirle explicaciones por la actitud de los chiquillos. “Y qué más queréis que haga yo, si ya los tengo en los mejores colegios”, parecía decir la cara del máximo mandatario blanco desde que Kant negara la existencia de Dios.

Aseguran los expertos que en un clásico puede pasar de todo, el mismo tipo de sentencia imprecisa que cualquier aficionado podría lucir en el bar o en la oficina y que, por tanto, los desacredita como expertos. Es como decir aquello tan ochentero de “en un pueblo italiano, al pie de las montañas, vive nuestro amigo Marco”: misma ambigüedad, mismo conformismo. De entre los más atrevidos abundan los que pronostican una victoria de los blancos: más curtidos, más responsabilizados, menos raros. Es el primer gran escaparate de la temporada si obviamos los partidos contra el Dortmund, actual subcampeón de Europa y el Atleti, eterno subcampeón honorífico. Y en el Madrid abundan los futbolistas de escaparate grande, de valla publicitaria en la Gran Vía y hasta de aspiraciones al Balón de oro en un futuro inmediato.

Es partido para Vinicius Jr., Mbappé o Jude Bellingham. Es partido para defensas centrales de firmeza proverbial. Es partido para porteros de piedra. Pero también es partido para sinvergüenzas, para descarados, para ilusos... No creer es, a menudo, la mejor manera de convencer y hay algo en las caras de los Yamal y los Cubarsí que invita a la esperanza para todo aquel que identifique al Real Madrid como el Imperio y a todos los demás con la Alianza Rebelde. “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”, diría el maestro Yoda. Lo que no está del todo claro es a quién.


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