El Barça es Lamine Yamal
El partido fue un compendio de un año barcelonista presidido por la desilusión, el fatalismo y un victimismo que permite hablar de los árbitros y del VAR también para excusarse ante el Madrid
El Barça cerrará una temporada en blanco después de una semana tan negra que seguramente no tiene precedentes en un club azulgrana que camina extraviado hacia su 125 aniversario. El equipo de Xavi quedó eliminado de la Champions por el PSG y se despidió de la Liga en el Bernabéu con un gol a última hora de Bellingham que tuvo el mismo efecto terminal que los dos ya marcados al final de la cita en Montjuïc. La jerarquía del inglés contrastó con la caída de João Cancelo. Ambos explican de alguna manera la diferencia que hay entre los dos equipos, su política de fichajes, sus necesidades y la brecha que se agranda al paso de cada clásico, visualizada en la última remontada blanca: 3-2.
La imbatibilidad de los azulgrana en cancha contraria en la Liga y su cuenta de seis partidos sin encajar un gol se acabó en cuanto enfrentaron a un semifinalista de la Champions como el Madrid, líder también con 11 puntos más que el Barça. Apenas queda rastro del campeón de Liga. Los azulgrana no tienen ni siquiera entrenador para la próxima temporada ni saben qué día podrán regresar al Camp Nou después del exilio de Montjuïc. No se frena la ruina económica barcelonista, abatido el equipo en un clásico por cuarta vez seguida, al tiempo que crece la riqueza del Madrid, que ya estrenó estadio nuevo, aspira a reinar en España y en Europa y después de fichar a Bellingham va a por Mbappé.
A falta de títulos, el Barça intenta celebrar victorias —por ejemplo la del Parque de los Príncipes— o competir con la dignidad mostrada en el Bernabéu. El partido fue a fin de cuentas un compendio de un año barcelonista presidido por los golpes de efecto, por la emotividad, por el ilusionismo y finalmente por la desilusión, el fatalismo y un victimismo que permite hablar de los árbitros y del VAR también para excusarse ante el Real Madrid. Quiso y no pudo el Barcelona, lastrado por su inconsistencia, víctima de un adversario que se reguló mucho, único en la lectura del juego y desbocado en el tramo final del encuentro para marcar las diferencias y cerrar el campeonato liguero ante la festiva hinchada del Santiago Bernabéu.
El Barça no fue al menos el equipo afligido que se anunciaba por el fatal desenlace de los cuartos de final de la Champions. Jugó con determinación y energía, mejor en ataque que en defensa, condicionado por las continuas concesiones de Cancelo, vulnerable ante el PSG y permeable en el Bernabéu ante Vinicius y sobre todo Lucas Vázquez. Xavi no ha acabado de cuadrar la alineación por culpa de los laterales y las muchas lesiones que se suceden y recaen en futbolistas, por ejemplo, como De Jong y Christensen. No hay manera de deshacer el nudo del lateral izquierdo y del medio campo a pesar de la llegada de Gündogan desde la salida de Busquets.
La rueda de cambios no ha ayudado precisamente a estabilizar el juego del Barça. Los barcelonistas se han acostumbrado a adaptarse a las circunstancias, más pendientes de competir que de responder a su ideario futbolístico, personalizado en cualquier caso en Lamine Yamal y los jugadores de La Masia.
La cantera es el asidero que le queda al Barça para intentar la remontada después de perder el cuarto clásico consecutivo oficial en una última jugada que, por repetida, obliga a repensar la plantilla para la próxima temporada después de volver al punto de partida de 2021.
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