Siempre nos quedará Cubarsí
El principal patrimonio deportivo con el que cuenta hoy el Barça son sus talentosos canteranos. El entrenador que sustituya a Xavi debería ser capaz de gestionarlo
En un leve balanceo del cuerpo hay a veces más que en tres minutos de declaraciones en la zona mixta. Pau Cubarsí terminó el viernes un partido imperial contra el Mallorca y se fue a hablar con las televisiones. Ahí, con sus 17 años y ese acento de Estanyol, una pequeña pedanía de 115 habitantes en la provincia de Girona donde su familia regenta una ebanistería, lo explicó tan sencillo y claro como resulta su salida de balón desde atrás. Cada jugada voy al 200%, dijo, me da igual quién esté delante. Somos el Barça y se lucha hasta el final. Música celestial para una desconcertada hinchada. Y él sonreía y seguía contoneándose de un lado a otro, con esa mezcla de timidez y seguridad que entraña saber que las cosas terminan saliendo bien. Aunque deba pasar algún telediario para que el resto podamos verlo.
Cubarsí, que todavía estudia primero de Bachillerato, tiene todo el tiempo del mundo. Pero el Barça, ese es el problema, es carne de histéricas urgencias y se juega hoy la temporada en Montjuïc. El club se enfrenta al abismo de mantener un tiempo más la ilusión carcomida en un año fallido y un entrenador en el banquillo en modo zombi desde hace casi dos meses. El equipo se sumerge contra el Nápoles —renacido milagrosamente— en un todo o nada con un montón de dinero sobre la mesa, prestigio y el ánimo de unos aficionados enganchados a los antidepresivos. Y lo peor, también lo mejor, es que lo hará sin un pronóstico claro, por esa irregularidad en la que vive instalado, y encomendándose a Cubarsí y Yamal, dos menores de edad cuya capacidad de ilusionar es tan alta como la de evidenciar el desastre en la planificación de la temporada. Pura ruleta rusa.
Pep Guardiola le dio un consejo a Joan Laporta cuando este llegó a la presidencia del Barça. Fue ante las cámaras, en la típica declaración tras un partido de golf benéfico, quizá en el Muntanyà, de esos con los que el técnico del City vuelve de vez en cuando a casa. No hay prisa, poco a poco, Masía, le sugirió. Esto no se resuelve en un día. Por lo que fuera, el presidente del Barça, que desde la muerte de Johan Cruyff parece haberse quedado sin consejeros fiables, apretó el acelerador y se gastó un dineral en futbolistas que no han estado a la altura de su precio ni de lo que se esperaba de ellos en el campo. Y eso, desde luego, no es culpa de Xavi, a quien no parece que le hayan hecho demasiado caso con lo que pedía.
El ritual de ver un partido del Barça se ha vuelto triste y algo penoso últimamente. La única ilusión es asistir al debut de un puñado de canteranos de los que el entrenador, no se sabe si por vocación o pura necesidad, se ha visto obligado a darles muchos más minutos de lo que nadie imaginó. La ironía es que el año que viene, o quizá ya el mismo miércoles, lo que permanecerá será un legado prometedor. La postal del Barça que llega desde el futuro es la foto del otro día cuando terminó el partido contra el Mallorca: Cubarsí y Lamine abrazados. Dos jugadores que suman menos años que Lewandowski. También podrían estar Balde, a quien Xavi consolidó sentando a su amigo Jordi Alba. O Héctor Fort, Fermín, Marc Guiu y un Gavi que parece ya un veterano.
El Barça, publican los que saben, busca técnico en Inglaterra, Alemania y Francia. Dice Deco que el elegido deberá tener experiencia internacional, haber entrenado a distintos equipos y no tener un contrato en vigor. Veremos cómo acaba el casting cuando comiencen a aparecer agentes e intermediarios. Visto lo que hay en el campo, el principal requisito debería ser solo entender que el único patrimonio deportivo ahora mismo son esos chicos.
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