La resaca del Balón de Oro de Aitana Bonmatí: “No siento más presión de la que me autoexijo”
La jugadora del Barça y de la selección española reflexiona, cuatro días después de coronarse como la mejor jugadora de fútbol del mundo, sobre su discurso en la gala, la fama, su futuro deportivo y su familia
“Estoy muy bien. Muy cansada, no te mentiré”, confiesa Aitana Bonmatí a EL PAÍS, sentada junto a su reluciente Balón de Oro en un taburete en el estadio Johan Cruyff, frente a la ciudad deportiva del Barça en Sant Joan Despí. Posa para los medios con su galardón, da entrevistas, se pasea por su pueblo —Sant Pere de Ribes (Barcelona)— para atender a su afición y charlar y firmar autógrafos a sus fans. Con más fotos, más preguntas, y más firmas. Sí, está cansada. Es jueves, pero ha perdido la cuenta de los días desde que el pasado lunes fuera nombrada la mejor jugadora del mundo. Admite ser consciente de su papel, y de lo que conlleva el premio individual recién conseguido. Sabe que es necesario renunciar temporalmente a su preciado descanso. Pero a pesar de la presión mediática y deportiva, el peso material —“bastante”, asegura Aitana, de 25 años, entre risas— del Balón no se transforma en carga simbólica: “No tengo más presión. Ya me autopresiono yo suficiente como para centrarme en lo que se espera de mí. Yo ya soy suficientemente ambiciosa, y me autoexijo al máximo”. Parece que nada ha cambiado para ella. Y tampoco sus ganas de más y más. “Si algún día desaparece la ambición será el momento de dejar el fútbol”, afirma.
La fama no le desagrada, pero tampoco le gusta. “Simplemente, me adapto a ella”, asegura Bonmatí. “Sé que es algo que viene con el camino, que llega cuando ganas. Soy introvertida con quien no conozco, pero muy extrovertida en confianza. Intento llevarla mejor”, reflexiona la jugadora del Barcelona. No pierde nunca la cercanía con su afición: “Es la que nos ha acompañado toda la trayectoria. Desde que estaba en la Ciutat Esportiva, en el campo de césped artificial, luego en el Mini Estadi, hasta toda la gente que llenó el Camp Nou en los días más especiales, como los cuartos de final y la semifinal de la Champions en 2022, contra el Real Madrid y el Wolfsburgo, con más de 90.000 espectadores. Yo siento mucho al Barça, y la afición también lo siente. Tenemos mucho en común”. En su entorno aseguran que Aitana ha evolucionado, pero no cambiado. “Tengo la misma personalidad. Cambia con el tiempo y con las experiencias, pero mi esencia sigue igual”, destaca la futbolista.
Ha perdido la cuenta de los días, y confunde el domingo con el lunes y el martes. Actos, partidos, felicitaciones y enhorabuenas. “Han sido unos días locos. El domingo estaba en Madrid, y volamos a Zúrich. Al día siguiente Salma Paralluelo y yo fuimos a la gala del Balón en París, y el martes para Suiza otra vez para jugar el partido con la selección. Y ayer volvimos a Barcelona”, hace recuento Aitana de su última semana, ya coronada en su nuevo trono tras un año redondo. Sus días, sin embargo, acostumbran a ser más equilibrados: “Entro por la mañana a la Ciutat Esportiva para entrenar, y después, dependiendo del día, entreno fuera, o voy al fisio, nutricionista o psicólogo. O también tengo algunos actos. Pero intento gestionarlo para tener momentos para mí, que son muy necesarios”. Siempre está en busca de un descanso óptimo para su rendimiento físico y mental, por lo que sus estudios del Máster en Gestión Deportiva en el Johan Cruyff Institute pasan a un segundo plano: “No tengo tiempo. Estudiar ahora mismo es complicado”.
El lunes los focos estaban sobre ella. Enfundada en un vestido negro con transparencias y una solemne breve sonrisa. Cuando anunciaron, sin sorpresa, su nombre, Aitana subió al escenario de la gala en París. Pero el tenista Novak Djokovic, el encargado de entregarle el galardón, se olvidó del Balón. “Llegué y no sabía si me lo tenían que entregar o no, y fui directamente a hablar. No sabía dónde ponerme”, confiesa Aitana. Se colocó delante del atril y, sin bajar la mirada para su papel, doblado bajo los micros y sus manos, inició su discurso. Lo tenía claro. “Era importante el discurso. Somos más que atletas. Cuando tienes un momento importante, cuanto tienes todos los focos para ti, hay que ir más allá de los tópicos”, explica, consciente de su papel, Aitana.
Por lo que la semana anterior a la gala estuvo preparando el discurso: “Lo había practicado. Sabía lo que quería decir, y en los idiomas que quería. Me lo sabía bien, incluí algunas cosas, pero tenía el concepto claro”. Pese a tanto estudio, no se sacudió los nervios. “Tenía aquel miedo escénico de ponerte delante de todo el mundo. También el de hablar en tres idiomas [español, catalán e inglés], algunos incluso que dominas mucho. Quería que saliese bien, y soy exigente en este ámbito también. Estaba nerviosa, no es para mí lo mismo salir a entrenar o al campo, que es lo que hago cada día”, recuerda la futbolista de la noche del lunes.
Aún con la resaca del Balón viajó a la concentración de la selección española para jugar contra Suiza. Una goleada (1-7) en la que formó parte del once titular. Aunque no jugó los 90 minutos. Y el miércoles, de vuelta a su pueblo, Sant Pere de Ribes —Ribes, como le gusta llamarlo—, trajo el tercer balón de oro consecutivo para el Barcelona. “Para mí traer el nombre del Barça alrededor del mundo es un orgullo y privilegio. Lo han dado todo por mí, e intento devolvérselo. Siempre agradezco el esfuerzo por mí, por todas mis compañeras y por el fútbol femenino porque apostaron cuando nadie creía”, destaca Aitana. Rodeada de su gente, su familia y un nuevo mural en su honor, sacó a pasear por su pueblo el Balón: “Lo he llevado a donde me decían. Estoy muy agradecida a ellos, y de llevar el nombre de Ribes alrededor del mundo”.
El año de Aitana ha “salido rodado”. Pero aún puede mejorar más, y lograr algún “Europeo absoluto” o algunos “Juegos Olímpicos”. “La ambición no se queda aquí. Cada año quiero aportar una mejor versión de mí misma. Quiero seguir mejorando. Tengo 25 años, soy joven, no soy la Aitana de 18 años, pero me queda mucho camino. Pondré todo de mi parte para seguir mejorando”, asegura, y destaca que para hacerlo se rodea de los mejores profesionales y está abierta a recibir “críticas constructivas”.
Con su sudadera verde, con tejanos y pelo liso. Sencilla, este jueves ha atendido a los medios durante dos horas. Por la tarde le espera un Meet and Greet con sus fans, su afición, un acto en el que la jugadora se encuentra con ellos, habla y firma autógrafos. Y el viernes y sábado, un descanso, fundamental para ella. Y en dos días, el domingo le espera otro partido contra el Sevilla con el FC Barcelona tras el parón de selecciones. El Balón de Oro ha coronado su año, pero nada ha cambiado en el discurso y en la ambición de Aitana. Tras recibir el galardón, sus padres también fueron sencillos: “Moltes felicitats, filla” (Muchas felicidades, hija). “Mis padres son de pocas palabras, sobre todo mi padre. Sé que están orgullosos y que me han acompañado en todo este camino”, justifica, entre risas, Aitana. Nada ha cambiado, tampoco, para su familia.
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