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Blogs / Deportes
El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

Por qué la psicología del rendimiento deportivo sigue siendo marginal o mal aplicada entre los deportistas españoles

Los psicólogos señalan que las federaciones y los centros de alto rendimiento ofrecen sus servicios de forma gratuita, pero chocan a menudo con el criterio de los entrenadores

El español Alberto Ginés durante la final de escalada deportiva en los Juegos Olímpicos de París.
El español Alberto Ginés durante la final de escalada deportiva en los Juegos Olímpicos de París.Michael Reaves (Getty Images)

La presión en unos Juegos Olímpicos es brutal, asfixiante. Lo dicen los deportistas. Y sus declaraciones pueden llegar a ser un reflejo de su estado mental. El escalador Alberto Ginés declarando que no quiere ni ver el bloque, lo que es parecido a imaginar a un futbolista diciendo que no va a volver a defender. O la leyenda del waterpolo Felipe Perrone señalando que no es justo competir sintiendo casi la obligación de obtener una medalla, como si fuese así de sencillo. Es, también, una presión que parece cada vez más severa aunque ya en los Juegos de Barcelona 92 varios deportistas españoles recordaron que el ambiente opresivo apenas les dejaba margen para competir con naturalidad: el ciclista Álvaro González de Galdeano estalló en un llanto descontrolado nada más finalizar los 100 kilómetros contrarreloj por equipos. No lloraba por haber finalizado bien cerca del bronce, sino como una manera de deshacerse de la presión que le angustiaba.

En la era de la búsqueda obsesiva de las ganancias marginales para mejorar el rendimiento deportivo, de estudios científicos para crear o incorporar materiales que obren el milagro de impulsar un poco más lejos a atletas o ciclistas, a regatistas o surfistas, la psicología, piedra angular de la excelencia, sigue arrinconada en un cuarto oscuro. Y se siguen escuchando declaraciones de deportistas de élite que explican su disgusto o su diploma olímpico (en los Juegos de París, España ha cosechado 17 cuartos puestos) con propósitos que sacan de quicio a los psicólogos deportivos. “Llevamos 30 años esperando que el psicólogo se integre de forma natural en el plantel de un deportista… y estamos lejos de lograrlo”, analiza Josep Font, psicólogo del CAR de Sant Cugat, quien recuerda una anécdota: “A principios de los años 90, el psicólogo italiano Bruno DeMichelis preguntó a un grupo de atletas en Barcelona si deseaban ser mejores. Obviamente, todos respondieron que sí, y les replicó que, entonces, necesitaban contar con un psicólogo en su equipo de trabajo”.

La psicología aplicada al alto rendimiento deportivo sigue siendo un asunto delicado, principalmente para muchos entrenadores que no contemplan los beneficios inherentes al trabajo de la mente, y esto pese a que la mayoría de las federaciones deportivas así como los centros de alto rendimiento ofrecen a sus deportistas servicios de psicología. No es un problema de recursos, sino de uso de dichos recursos. Todos los deportistas de élite del CAR de Sant Cugat tienen acceso gratuito e ilimitado al psicólogo, pero “solo un 20% o un 25% de ellos acuden a nuestra consulta”, explica Font. Lo mismo ocurre con los 80 que se benefician de las becas del Gobierno Vasco gestionadas por el programa BAT Basque Team, que ofrece un dato similar: solo el 27% trabaja con el psicólogo; el resto no, salvo que lo hagan con uno integrado en sus respectivas federaciones o acudan a uno privado.

Todos los que acuden a la consulta de Josean Arruzea en el BAT trabajan de continuo porque “no hay otra forma de hacerlo”, explica el experto. “Es un trabajo de largo recorrido en el que trato de construir procesos mentales adecuados, una manera de pensar en cada momento en función de lo que beneficia al deportista para optimizar sus capacidades. Trabajo mucho mano a mano con los entrenadores en su espacio de entrenamiento y competición, siempre en el caso de que los entrenadores quieran, claro. Con algunos tengo muchísima relación y con otros apenas tengo contacto”. Y añade: “Muchos entrenadores no saben qué contenidos manejamos. No saben, por ejemplo, que trabajamos para contener la impaciencia, que te lleva a la precipitación, algo que es un aspecto psicológico emocional y racional que hay que trabajar. O la gestión de la presión, o la confianza, o la fortaleza mental…. Es una especie de construcción del pensamiento que lleva tiempo. El funcionamiento mental se construye en beneficio propio, igual que la técnica o la fortaleza física”.

Existe una paradoja respecto a la psicología deportiva: prácticamente no existe entrenador o deportista que no reconozca la importancia del factor mental: “Piensan que la psicología importa, pero el psicólogo no”, aclara Josep Font y añade. “Estamos así porque los entrenadores no saben ni quieren trabajar con una visión de 360 grados multidisciplinar. Los entrenadores trabajan con médicos, dietistas, biomecánicos, fisiólogos o psicólogos, pero no se colocan en el centro de un equipo de trabajo, sino que usan lo que puede ofrecer un especialista de un ámbito que no dominan. Y cuando creen que no lo necesitan, dejan de usarlo. El ideal de muchos entrenadores es: si mi pupilo no tiene que ir a ver a un psicólogo, es porque no tiene ningún problema. Esa es la raíz del problema. El rendimiento es 100% psicológico y también físico. Si no tienes nivel físico o la técnica incorporada, no vas a rendir. La psicología condiciona al 100% el rendimiento: consiste en hacer lo que eres capaz de hacer en la medida adecuada en el instante preciso. Si no logras ponerte a punto mentalmente, no habrá rendimiento”, señala Font.

Josean Arruzea fue entrenador de judo en los años 80 y acudió como tal a los Juegos. “Conozco bien el rol del entrenador y el del psicólogo, y el del médico y el del dietista, y todos tienen que trabajar en una misma dirección para que fluyan las cosas”, sentencia. Resulta habitual que los deportistas acudan al psicólogo deportivo cuando están mal, cuando creen que lo necesitan, para abandonar el proceso cuando consideran que ya no les resulta necesario. No perciben, en general, al psicólogo como un asesor que les ayude a afrontar mejor la competición, para entender por qué rinden o no o para hacer un examen de su propia actuación. “Por ejemplo, yo no me ocupo del equipo nacional de natación artística del CAR de Sant Cugat, pero sé que el psicólogo asignado solo trabaja con una sola chica del equipo. ¿Y el equipo? La entrenadora no trabaja con el psicólogo. En los Juegos, debutaron desastrosamente en la rutina técnica, ¿a qué se debió? ¿Falta de entrenamiento? No lo creo, creo que más bien fue debido a que no entraron en situación pese a que tenían una gran experiencia en grandes competiciones. Después mejoraron y ganaron el bronce y el balance es que su papel ha sido un éxito que tapa la falta de trabajo con un psicólogo”, señala Font.

Todavía hoy se entiende el trabajo del psicólogo deportivo como el de un bombero que apaga fuegos puntuales. “Un entrenador nunca lo reconocerá”, asegura Font, “pero para muchos lo ideal sería que la psicología no existiera, que todo se redujese a un asunto puramente mecánico. Hay entrenadores que perciben al deportista como si fuese una botella llena de capacidades físicas, técnicas, tácticas y consideran una pena que por culpa de la psicología no pueda salir fuera el contenido de esa botella. Es decir, ven la psicología como un tapón de corcho que impide que salga el potencial que contiene la botella. Entonces, cuando el tapón no se mueve, llaman al psicólogo para que descorche la botella”.

Paradójicamente, existen deportistas que una vez descubren los beneficios del trabajo psicológico, lo incorporan a su rutina durante años. Fue el caso del piloto ganador de varios París-Dakar Marc Coma, quien trabajó durante más de una década con Font. O el de Míriam Blasco, oro olímpico en judo en Barcelona 92, que siguió trabajando con Josean Arruzea incluso después de dejar la competición: “Si el atleta evoluciona mentalmente y construye una manera de pensar que le ayuda, puede trasladarlo a su vida cotidiana”.

¿Cómo cambiar entonces la mentalidad para incorporar de forma permanente la psicología a la rutina de trabajo del deportista de élite? Font se muestra pesimista: “Es un tema cultural, de cultura occidental, de solución de problemas y cambiar esto es complicado. Yo no trabajo como un terapeuta, no soy un soporte externo para solucionar un problema. Yo ayudo a mejorar el rendimiento deportivo”. Arruzea considera que la responsabilidad última es del deportista, que es quien debe buscar las herramientas de mejora: “En la alta competición no existe la justicia, tan solo existe el hacer bien las cosas cuando toca”.

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