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Jasper Phillipsen gana al sprint la 10ª etapa del Tour de Francia

El belga, asistido por el campeón del mundo Mathieu van der Poel, consigue la victoria después de haberla rozado en otras dos llegadas masivas en las que fue segundo

Jasper Philipsen Tour de Francia
Jasper Philipsen, a la izquierda poco antes de cruzar la meta.Stephane Mahe (REUTERS)
Carlos Arribas

Hablan los optimistas, las gentes sensatas hartas del almíbar y la sobredosis de glucosa, de que por fin parece que por las venas de los cuatro fantásticos —claro: Pogacar, Vingegaard, Evenepoel, Roglic— corre sangre y mala idea y no solo horchata y buena educación. Las provocaciones del más volcánico, Remco Evenepoel, han galvanizado el debate, y hasta Pogacar, Vingegaard y el tan callado Roglic responden más o menos ingeniosamente. Las invectivas del día de descanso, resumidas en él “yo corro con inteligencia no con pelotas” con que Vingegaard respondió al “gallina” del belga, anticipaban jugosamente una jornada de cruce de venganzas en los vientos que soplan habituales, sur, sudoeste, en las llanuras cerealistas del Cher hacia la meta en la Pirámide de Saint Amand Montrond. Falsas esperanzas. La mala leche se quedó en el verbo. La carne espera a los volcanes del miércoles y el final en El Lioran del que tan enamoradamente hablan Pogacar y Evenepoel, one and two en la general.

Regresó el calor. Los periodistas televisivos que cubren la zona mixta a la que solo acuden los triunfadores del día, vieron aparecer al belga Kobe Goossens, del Intermarché, clasificado el 89º de la etapa. “¿Y tú que haces aquí?”, le preguntaron. Y él, sincerísimo y azorado, respondió: “No sé. Hice un ataque de broma y me dieron el premio de la combatividad”. La etapa fue la más calma y tranquila de todo el Tour, un transitar veloz y un sprint en el que debutó en este Tour Mathieu van der Poel, el campeón del mundo, en su rol de servant leader —tope de 1.461 vatios durante tres segundos, 1.450 en 5s, 1.059 en los últimos 20s— para asistir y lanzar hacia la victoria en una amplísima recta final a su compañero Jasper Philipsen. Y fue tan limpia la llegada, la victoria, que no hubo empujones ni discusiones ni cambios de trayectoria. Un regalo de la clase y la aceleración de Van der Poel.

La conjunción de los dos talentos dio al Alpecin su primera victoria. Segundo, el eritreo Biniam Girmay, que conforta su liderato en la clasificación del maillot verde.

No eran tan exageradas las pretensiones de bronca en un recorrido tan llano, y la velocidad y nervio con la que el pelotón —largas columnas paralelas de los grandes equipos con sus líderes controlando el paso— negoció la jungla de rotondas, chicanes e islotes direccionales en la travesía de Issoudun, cuando la marcha norte-sur varió a oeste-este y el viento, de cara hasta entonces empezó a soplar de costado, hizo salivar a los amantes de emociones fuertes. El abanico está servido, pronostican, y se apoyan también en la memoria de un día similar de 2013, las mismas carretas, el mismo calor y los mismos campos de avena, ya cosechados algunos. Un abanico, una avería, una mala decisión convirtieron a una jornada de transición hacia los Alpes en un día histórico. Alejandro Valverde perdió 10 minutos. Solo salvó el día en el Movistar Nairo Quintana, que esa misma noche, tomando café en el autobús con sus compañeros, se levantó y proclamó: ahora el líder soy yo. Nació Nairo en el llano y en el viento. 10 días después concluía segundo el primer Tour de Chris Froome.

La revolución del 24 quizás espere el miércoles en El Lioran, 211 kilómetros por el asfalto áspero de las carreteras del Macizo Central, tanto pasto, ganado tan hermoso, con un comienzo apacible y un final intenso, un primera, el Pas de Peyrol, y el final en un trampolín, La Font de Cère. “Es muy larga y complicada, pero el final me gusta muchísimo”, dice Pogacar, y le brillan tanto los ojos como el maillot amarillo y el labio imberbe en el que no crece el bigote de moda en el pelotón, y hasta Vingegaard se lo está dejando crecer. “Yo ni lo intento, ni me sale, aunque me afeito más que nunca”, incide, antes de continuar con su placer verdadero. “El final es superexplosivo. Ya veremos qué pasa… Y el sábado y el domingo llegan los Pirineos, en los que tanto he ganado. Me encantan también. Y tengo mejores números que nunca, récord en San Luca, récord en el Galibier…”

Las palabras mayores de Pogacar ya esperan respuesta.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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