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Nadie se atreve con el voraz y dominador Pogacar

Gana en Prati di Tivo, la primera gran llegada en alto, imponiéndose en un esprint reducido a Daniel Felipe Martínez y Ben O’Connor

Pogacar Giro de Italia
Tadej Pogacar cruza victorioso la línea de meta en el Giro.LUCA ZENNARO (EFE)
Jon Rivas

El Giro empieza a parecer una cuestión de dependencia. Nada pasa sin el permiso del líder, todos los movimientos se adecúan a lo que decida él, que con su permanente sonrisa cuando se baja de la bicicleta, y su rostro pétreo cuando se monta, causa pavor entre sus supuestos contendientes, con una mirada. O con una pedalada. El pelotón de los ¿favoritos? se paraliza a la espera de lo que decida Pogacar que, sin embargo, no parece un tirano al estilo de Lance Amstrong, el ciclista que nunca existió, sino un chico que lo quiere ganar todo y no regalar nada. Solo eso. Como si fuera sencillo.

Toda la jornada por el cinturón sísmico de Italia, en el comienzo de los Apeninos, la espina dorsal de la península itálica, se desarrolla al albur de las apetencias del líder. Se forma una fuga numerosa, pero nunca alcanza una diferencia suficiente como para que alguno de sus componentes acaricie la idea de ganar en la meta de Prari di Tivo, un lugar que Pogacar ya conoce. Ganó allí en la Tirreno el pasado 13 de marzo, por delante de Yates e Higuita.

Quiere repetir, así que los fugados, entre los que está Romain Bardet, que abandona su rol de líder para dedicarse a la caza de etapas, saben que el UAE juguetea con ellos, ya que no les concede la mínima posibilidad de creer en una hazaña. La escuadra de Pogacar obedece órdenes. No es nada personal, solo negocios. En el descenso de Croce Abbio, de tercera, tira con fuerza para disminuir la diferencia hasta la mínima expresión, apenas medio minuto que consigue desmoralizar a los valientes. El grupo se disgrega por las cunetas. Solo Valentin Paret-Peintre conserva un rescoldo de moral y se queda solo en cabeza, aunque con el grupo que lidera el UAE cada vez más cerca, y que, a un ritmo sostenido, va descolgando ciclistas según se acercan a la llegada. Al final, el francés desiste cuando quedan 4,2 kilómetros. Otra vez será lo que decida Pogacar.

Pero al líder le falta alguien que encienda la chispa de su motor a reacción. Queda un kilómetro, salta Antonio Tiberi, del Barhain, con todas sus fuerzas puestas en el empeño, lleva un rato regulando sus energías después de doce kilómetros de ascensión y siente que tiene piernas. Y sale tras él Tadej, sin levantarse del sillín, y le enfría los ánimos. Luego es Thymen Arensman, del Ineos de Thomas, que no digan, el que prueba y sucede lo mismo. Como quien lava, Pogacar no tarda ni dos segundos en cerrar la brecha. Casi parece que va silbando. Otra vez Tiberi, de nuevo la respuesta del líder, con suavidad, como la de la madre que sujeta al bebé que da sus primeros pasos y se intenta alejar de su regazo. Geraint Thomas ni lo intenta, sabe lo que va a pasar, y no quiere que pase. Llega por detrás Rafal Majka, el compañero del tirano amable y se pone delante del grupo, quedan 500 metros. “No era la mejor subida para nosotros, no tenía la dureza suficiente”, reconoce después el eficaz gregario polaco. “A dos kilómetros le pregunté a Tadej si aceleraba para que se fuera, y me dijo que no, que en la meta”.

Así fue. Todos los planes del líder, otra vez de rosa al completo, se cumplen. A 200 metros de la meta en Prati di Tivo se puso delante, aceleró con su brutalidad habitual, y ganó su tercera etapa en ocho días; en la primera jornada de montaña, en los Abruzzos, a la sombra del Gran Sasso de Italia, un día después de su descomunal esfuerzo en la contrarreloj. Nadie se recupera como él, todos dependen de Pogacar, que no se sabe si dice una mentirijilla o es sincero en la meta: “No esperaba ganar aquí en absoluto”, aunque luego se descubre un poco. “Desde que pasamos la primera subida, mis compañeros querían que me llevara la etapa”, y, por fin, relata lo que todos saben, que, “más o menos lo tenía todo bajo control”. Daniel Felipe Martínez y Ben O’Connor, segundo y tercero, se pueden jactar de que entraron con el mismo tiempo.

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