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Orbea Wine and Gravel: si la carretera te aburre o te da miedo, pásate al ‘gravel’

El fenómeno de las bicicletas para pedalear por pistas de grava no para de crecer y se revela como la modalidad más inclusiva del universo ciclista. La segunda edición de la carrera riojana reúne a un millar de participantes

Orbea Wine and Gravel
El exciclista profesional Haimar Zubeldia, de amarillo, durante la Orbea Wine and Gravel, celebrada en Laguardia, en una imagen cedida por la organización.

La leyenda del Tour se forjó en caminos empedrados, puertos descarnados, polvo, sudor y bicicletas toscas muy pesadas que visitaban la forja a la desesperada. Sea un guiño al pasado en blanco y negro o al presente y sus modas, la Grande Boucle anunció una etapa en 2024 de caminos blancos, sterrato, grijo, gravilla o, en inglés, gravel. Un anuncio que coincide con el momento álgido de esta peculiar modalidad ciclista que prescinde del asfalto pero también de los accidentados senderos de montaña para quedarse en pistas ciclables entre pastos, bosques de ensueño o viñedos. Aquí no hay coches asesinos ni raíces traicioneras, ni piedras colocadas a traición, ni descensos para suicidas. Tan solo piedrecitas.

La Rioja Alavesa es uno de los territorios españoles más adecuados para lanzarse al gravel: sus pistas parcelarias, reviradas, salpicadas de tramos llanos y picantes repechos, sus caminos entre grandes bodegas a la sombra de la Sierra de Cantabria son el escenario de la Orbea Wine and Gravel, una prueba que nació el año pasado y que este ya se ha visto superada por una avalancha de participantes. Se celebró el pasado fin de semana, y frente a los 600 inscritos de 2022, este año lo hicieron un millar de personas y unos 200 se quedaron sin plaza. Para explicar el fenómeno, exciclistas y responsables del mundo de la industria ciclista debaten cerca de Laguardia sobre el pasado, presente y futuro de una forma de pedalear que a todos desconcierta y a muchos enamora.

“Es difícil señalar un origen para el gravel”, introduce Joseba Arizaga, Product Manager de la firma guipuzcoana Orbea, “porque siempre ha habido curiosos que transitaban con todo tipo de bicis por senderos entre pueblos, o con bicis de ciclocross, pero es evidente que el actual boom procede de Estados Unidos y se podría decir que allí el gravel ha explotado por pura necesidad. En muchas ciudades es tan peligroso circular en carretera que muchos han desistido y han empezado a moverse por la infinita red de pistas de gravilla que unen unos pueblos con otros”, explica.

En 2021, 961 ciclistas murieron en las carreteras de Estados Unidos atropellados por vehículos a motor, y desde 2010 este tipo de muertes se ha incrementado un 55%. La carretera, sencillamente, da pavor. “Me atrevería a decir que no existe modalidad ciclista más inclusiva que el gravel, porque convence a los que no se atreven a salir por el asfalto y también a los que no tienen técnica y forma física suficiente para practicar bicicleta de montaña”, observa Arizaga.

Varios participantes de la Orbea Wine and Gravel, celebrada el pasado fin de semana.
Varios participantes de la Orbea Wine and Gravel, celebrada el pasado fin de semana.

La propia industria se ha visto forzada a correr tras una tendencia que crece a un ritmo desproporcionado. Si el gravel empezó a sonar hace una década, Shimano ofreció su primer juego de componentes específico solo en 2019, aunque este año ya ofrece tres tipos diferentes de desarrollos. “Hicimos un largo viaje por Estados Unidos para entender el fenómeno, la filosofía peculiar de este tipo de ciclismo”, explica Arizaga, que al día siguiente, durante la prueba, se detiene para ayudar a un ciclista que ha patinado en una curva y sangra abundantemente: “Este es el espíritu del gravel: ayudarse, convivir sin tener que competir, compartir un viaje en el que lo que te une es la pasión de pedalear en un escenario de gran belleza”, destaca.

La UCI ha olido que hay dinero en esto y se ha apresurado en hacerlo competitivo”
Samuel Sánchez, exciclista profesional

Hay muchas formas de entender el gravel, y la última en llegar ha sido la competición. “Creo que la UCI ha olido que hay dinero en esto y se ha apresurado en hacerlo competitivo. Ya ha habido dos Mundiales en fechas bien pensadas para que acudan ídolos de la carretera como Van Aert o Van der Poel, y estoy seguro de que habrá una Copa del Mundo de la especialidad. De momento, va a nacer una Copa de España”, ilustra el exprofesional Samuel Sánchez, flamante campeón del mundo de gravel 2023 en la categoría de máster 45. Al asturiano se le ponen los pelos como escarpias cuando recuerda su primera experiencia similar al gravel: “Fue en la Bretaña francesa, en 2001, en una carrera llamada Tro Bro Leon: no sé cómo podíamos correr por esas pistas de barro, tierra y hierba con esas ruedas finísimas de 23 milímetros [hoy son de 45] sin matarnos”. A Sánchez le cerraron de mala manera en el sprint y quedó segundo, pero más que el puesto evoca las sensaciones vividas. Refrescantes, por desconcertantes.

En la Orbea Wine and Gravel, por mucho que se citen Abraham Olano o Haimar Zubeldia, el espíritu es más festivo que competitivo. Apenas una treintena de ciclistas se destaca de salida mientras el resto conversa, se anima en los repechos de piedra suelta, en los muros de hormigón, se avisa cuando llega el barro o los baches, se detiene cuando alguien pincha y se demora plácidamente en los avituallamientos. Es una fiesta con un momento surrealista: la prueba pasa por las tripas de una bodega, y todos entran con los ojos desorbitados y salen con una sonrisa... aunque sin poder coger un reserva al vuelo.

Es el segmento que más mujeres atrae”
Joseba Arizaga, product manager de la firma guipuzcoana Orbea

El gravel ha multiplicado el gusto por viajar en bicicleta, ha reactivado el mercado, regenerado la industria de las alforjas y bolsas especiales, ha cambiado la percepción de lo que significa observar el entorno desde el sillín. El exciclista Alberto Losada, dueño de una tienda en Barcelona, observa que muchos de sus clientes se aburren del asfalto, temen los accidentes y buscan la serenidad de las pistas perdidas: “Algunos se compran una gravel y dos juegos de ruedas para combinar asfalto y grijo”, explica. La oferta de los fabricantes empieza a ser de lo más extensa: esto ya no es solo un asunto de hípsters y soñadores, sino una familia heterogénea que crece rápidamente. Y cada cual concede al gravel el valor que le conviene: turista, viajero, bici urbana, competición, iniciación, evasión, sencillez… “Es el segmento que más mujeres atrae”, recuerda Joseba Arizaga. Estas bicicletas son sumamente divertidas, fáciles de llevar. Y más rápidas de lo que cabría esperar.

La pasión de Juan Antonio Flecha

Pablo Ortega, de Shimano Iberia, recuerda cómo hace 10 años subía una pista en la Sierra de Madrid con su bici de enduro y le adelantó un tipo con una bici de ciclocross. “Pensé que era un colgado”, suelta. “El gravel partió de la experimentación, porque no existía una herramienta específica: los más atrevidos hacían mezclas con diferentes piezas de bicis de monte y carretera, y por poner un símil se ha acabado creando un SUV: ni un coche normal, ni un todoterreno”. Ahora mismo, según explica Joseba Arizaga, no se sabe cuál es el futuro de esta disciplina. “Eso sí, podemos decir que es la única tendencia que no está frenando su ascenso”, advierte. “En Orbea creemos que en breve se venderán más bicis de gravel que de carretera”, concluye.

El discurrir por pistas de grava evoca cierta forma de aventura. Lo cierto es que florecen recorridos específicos y reuniones de ultrafondo para adictos a los grandes retos como Juan Antonio Flecha, el gran clasicómano catalán (segundo en la París-Roubaix de 2007), apodado Van der Flecha, y ahora reciclado en comentarista de Eurosport. El exciclista hace apología del gravel en todas las transmisiones, y su verbo destila verdadera pasión, como si hubiera descubierto un nuevo deporte: “Hubiera estirado mi carrera de haber conocido el gravel, porque te permite variar, cambiar de recorridos, divertirte más. Nunca hubiera pensado que iba a retomar la bici y divertirme tanto como ahora, participando en pruebas que exigen vivaquear en la montaña, ser autosuficiente y, al mismo tiempo, viajar a ritmos elevados. Combinar velocidad, diversión, autosuficiencia y naturaleza me parece un gran regalo”. Y Flecha destaca un aspecto fundamental: “Es un ejercicio libre para el que vale casi cualquier bici”.

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