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El All Star de la NBA vuelve a reinventarse con un nuevo formato para recuperar el tirón mediático

El nuevo esquema de competición, con semifinales y final, evidencia la preocupación de la liga estadounidense por recobrar el interés del aficionado

LeBron James y Damian Lillard, el año pasado en el All Star Game celebrado en Indianápolis.
LeBron James y Damian Lillard, el año pasado en el All Star Game celebrado en Indianápolis.Kyle Terada (USA TODAY Sports via Reuters Con)

La NBA sigue dándole vueltas a cómo recuperar la competitividad y el interés del partido de las estrellas, en sus mejores tiempos el encuentro más visto de la temporada. En los últimos años, la liga estadounidense ha tenido que lidiar con las peores audiencias del All Star Game a pesar de buscar soluciones variopintas para el formato. La última reinvención se estrena en madrugada del domingo al lunes (02:20 horas, Movistar+) en San Francisco, sede de la 74ª edición del evento anual que reúne a las mayores estrellas de la competición.

“Necesitábamos hacer algo que fuera llamativo e interesante para la afición, y este minitorneo es un intento para hacer precisamente eso”, explicaba Mark Tatum, vicecomisionado de la NBA, en conversación con EL PAÍS y otros medios internacionales durante la previa al fin de semana de festividades en California. El nuevo formato rompe con el esquema de partido único y propone tres encuentros en una sola noche: habrá dos semifinales y la gran final, que ganarán quienes alcancen primero los 40 puntos sin importar el tiempo de juego. El concepto está tan alejado de los cánones que incluso podría ganar un equipo sin ningún All Star en la plantilla.

El equipo de jóvenes estrellas liderado por el novato Stephon Castle, de los San Antonio Spurs, ganó un reto calcado entre los mejores jugadores de primer y segundo año de la liga este viernes para clasificarse para la semifinal del partido de las estrellas contra el equipo comandado por LeBron James. El astro de los Lakers participará en su 21º All Star formando escuadra con Stephen Curry, Kevin Durant y otros cinco tótems de la competición bajo las órdenes del exjugador y analista televisivo Shaquille O’Neal. Los otros dos equipos de ocho jugadores, entrenados por Kenny Smith –con Jalen Brunson y Anthony Edwards como puntales– y Charles Barkley –con Nikola Jokic y Victor Wembanyama como referentes–, se medirán en la otra semifinal. Para intentar animar todavía más a los protagonistas, la NBA ha incluido una bolsa de premios de 1,7 millones de euros: cada jugador del equipo campeón se llevará 120.000 euros por la victoria.

“Nadie estaba orgulloso con lo acontecido el año pasado. La afición quiere algo que sea más que un partido, y por eso vamos a probar algo diferente”, decía Adam Silver, máximo responsable de la competición, desde California. Cuando la liga anunció sus planes en diciembre, no todos los jugadores se subieron al carro ni mucho menos. “Lo odio, lo aborrezco. Es terrible”, apuntó Durant, con 15 participaciones en la cita. “No me gusta demasiado, pero veremos cómo va la cosa y veremos si vuelven a cambiarlo”, apuntaba con mayores dotes de diplomacia Anthony Davis, que no podrá reunirse de nuevo con LeBron tras lesionarse en su estreno con los Dallas Mavericks.

Durante casi siete décadas, entre 1951 y 2018, el partido de las estrellas de la NBA tuvo un formato inequívoco e inamovible. Dos plantillas con los 12 mejores jugadores de cada conferencia se enfrentaban en un amistoso con las mismas reglas de juego que cualquier encuentro de temporada regular o playoffs. Desde entonces, el encuentro se alejó del tradicional Este contra Oeste para introducir la presencia de capitanes, un final a puntuación fija y otras novedades que no terminaron de cuajar ni enganchar a la audiencia. El principal problema era y es la falta de competitividad y voluntad de los protagonistas, cada vez menos dispuestos a arriesgar su físico y contratos millonarios en los pocos días de asueto que tienen a lo largo del curso.

En su punto álgido, en los All Star se podían ver expulsiones como las de Red Auerbach, entrenador legendario de Boston echado por los árbitros por protestar en 1967. Incluso estrellas como Rick Barry o Bob Cousy terminaron eliminados por acumulación de faltas, cuando en el partido de las estrellas todavía se valoraban las defensas. No hace tanto, en 2012, Dwyane Wade firmó la primera falta flagrante del evento al romperle la nariz a Kobe Bryant en una defensa bajo el aro.

Aunque la liga reculó con los inventos el curso pasado, volviendo al formato clásico, pronto quedó claro que los jugadores no iban a poner de su parte. “Habéis anotado más puntos que nunca. Bueno… felicidades”, se limitó a decir el comisionado en plena retransmisión de la entrega de premios a los vencedores de la edición del curso pasado. Queda por ver si este año podrá sonreír y el experimento termina en éxito.

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