Inglaterra lleva a las vitrinas su apuesta por profesionalizar el rugby femenino
La primera selección en firmar contratos a sus jugadoras gana su Mundial en Londres ante Canadá (33-13) tras una década de dominio en la que perdió las finales de 2017 y 2022


Inglaterra ha llevado al fin a las vitrinas su apuesta por profesionalizar el rugby femenino. La primera selección en firmar contratos profesionales hace ya casi una década ha evolucionado a la fuerza el panorama global y, de paso, ha ganado su Mundial tras completar en la final de este sábado ante Canadá un torneo con pleno de victorias en la catedral londinense de Twickenham, que batió el récord de espectadores en un partido de mujeres con 82.000 butacas llenas. Las Red Roses, que llegaban a la cita decisiva tras haber perdido en ocho años uno de sus últimos 63 partidos –la final del anterior Mundial, ante Nueva Zelanda– levantan su segundo título tumbando (33-13) a la misma víctima a la que derrotaron en 2014.
Era una tarde de presión total para una Inglaterra que llegó como favorita a los dos últimos torneos y cayó en la final ante Nueva Zelanda, que lidera el palmarés con seis títulos. Las Black Ferns defendían el de 2022 en el que remontaron tras una expulsión inglesa un partido que tenían perdido ante 42,579 espectadores en el Eden Park de Auckland, su capital. Aquello –por la audiencia y la calidad del encuentro– ya fue un paso. El aforo de Twickenham, que tenía el anterior récord en un Inglaterra-Francia de 2023 ante 58.498 personas, brindó el siguiente. La cita entre una federación que invierte 15 millones de libras al año en sus mujeres y la rebelde Canadá, que tuvo que financiar su presencia en el torneo con una campaña de crowfunding. La selección que evitó a las anfitrionas el reencuentro con sus fantasmas al apear a las neozelandesas en semifinales.
Alguna inglesa pensaría que fue peor el remedio que la enfermedad cuando Asia Hogan- Rochester culminó una rápida transición canadiense tras arrebatar el oval a las inglesas en un saque de touch. Aquel balón perdido desde la banda lo convirtió en superioridad Fabiola Forteza, que se llevó a dos defensoras y propició el sprint de su ala hacia el ensayo. Fue un buen susto para una parroquia que esperaba una paliza, pero duró dos minutos. El juego sin red de Canadá acabó jugando en su contra, pues su línea salió ambiciosa a por Ellie Kildunne, la playmaker local. Una vez que rompió ese intento de placaje, echó a correr: pura dinamita, una chispa que ya no pudo apagar nadie. Un ensayo terapéutico que despejó las dudas.
Con las piezas ya sobre el tablero, Inglaterra exprimió su profesionalidad, su puesta a punto física, sus horas de concentración ensayando la melé o la touch. De ahí, desde la banda, llegaría el segundo ensayo, con una plataforma móvil de sus poderosas delanteras que se llevó por delante a las camisetas rojas para el posado de Amy Cockayne. El siguiente partió de la melé, que llevaba minutos angustiando a sus rivales, parapetadas en los últimos metros de su campo. Una vez desbordada la plataforma canadiense, la medio-melé Natasha Hunt salió a campo abierto a improvisar, confiando en que los números estaban de su lado. Así que cuando fue detenida, regaló el ensayo a Alex Matthews. El tercero en 20 minutos para un letal 21-5.
Pese a la hercúlea misión, Canadá exhibió alma. Necesitaba el balón para jugar en campo rival y empezó a arriesgar con liberaciones cortas, pases al limbo. Así embotelló a las inglesas y así, con esa anarquía, se dejó robar la cartera, un balón que estaba a menos de un metro de la zona de marca rival. El pie de Sophie de Goede, la extraordinaria rareza de una delantera que no solo empuja, sino patea a palos, redujo el déficit al descanso (21-8), pero las Red Roses estiraron la renta con otra larga secuencia de pick and go: cargas seguras de sus jugadoras más voluminosas para ganar los últimos metros hacia el ensayo. Fue de Abbie Ward, otro rédito de la profesionalidad, pues fue madre hace tres años y acumula 81 internacionalidades. Ventajas de los contratos federativos.
Todavía quedaba un grito canadiense, que aprovechó diez minutos con superioridad para volver a encerrar a las anfitrionas. Hogan-Rochester sumó su segundo ensayo en una acción clavada al inaugural, pero las suyas no supieron canjear fases de dominio arrollador en una remontada real y Matthews culminó la tarea en otra secuencia a fugo lento de su delantera. Inglaterra, la selección de las palizas –había ganado sus cinco partidos previos por 62, 89, 40, 32 y 18 puntos– guardó sus comodines para el día grande. Así destierra el asterisco de una década siendo las número uno con la mácula de subcampeonas del mundo. Ya no hay peros.
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