Mercedes halla los kilos perdidos de Russell
El piloto se quedó sin el triunfo en Spa por el peso evaporado de las gomas, del coche y él mismo
Además de una película fantástica protagonizada por Jim Carrey, Una serie de catastróficas desdichas encajaría perfectamente como epílogo de la odisea que vivió George Russell en Bélgica, en la prueba que mandó de vacaciones a toda la caravana del Mundial de Fórmula 1. Gracias al par de narices que tuvo el piloto y el grupo de estrategas de Mercedes que le hicieron correr a la contra —planteó una sola parada en los garajes cuando el resto del pelotón hizo dos—, el chico de Norfolk se vio, contra todo pronóstico, en la mejor disposición para celebrar la tercera victoria de su trayectoria. De hecho, Russell llegó incluso a descorchar el champán desde el escalón más alto del podio de Spa, un par de horas antes de recibir uno de los palos más duros, deportivamente hablando, de su vida.
El pesaje del monoplaza que se hizo una vez concluido el gran premio arrojó un valor 1,5 kilos por debajo de los 798 kilos que marca el reglamento como mínimo. A pesar de escuchar los argumentos de Mercedes, los comisarios no tardaron en descalificarle y proclamar como ganador a Lewis Hamilton, su vecino en el taller de la escudería de las Flechas de Plata.
En Bélgica, la mayoría solo atinaba a explicar lo sucedido a partir de un error de cálculo que pudiera haber cometido alguien de la escudería de Brackley (Gran Bretaña). Pero si el bólido comenzó la carrera dentro de los parámetros que estipula la normativa, ¿qué hizo que cruzara la meta dando un peso de 796,5 kilos cuando el mínimo exigido es de 798?
Antes de que los coches regresaran a la pista este viernes, en Países Bajos, el parón del verano le proporcionó a Mercedes tiempo de sobra para dar con la explicación del detonante que provocó aquella calamidad. Y la conclusión es que no fue un solo factor, sino la combinación de tres. Lo que hizo que el W15 no llegara al peso mínimo fue la pérdida de masa de los neumáticos, por el desgaste; de la barriga del coche, como consecuencia del roce con el suelo, especialmente en la compresión de la mítica curva Eau Rouge; y también del propio Russell, por el sudor.
“Antes de comenzar ya intuí que estaba un poco más fino de lo habitual. Pero ya era demasiado tarde como para hacer un cambio sustancial, sin forzarme a comer un bistec o algo similar. Esa no habría sido la mejor forma de encarar la rutina previa a la carrera”, explicó Russell, ya desde Países Bajos. “Pero sí hay cosas que, a partir de ahora, con la ventaja que te da lo ocurrido, podremos hacer mejor”, añadió el piloto. “El coche puede perder mucho peso durante la carrera”, puntualiza Andrew Shovlin, jefe de ingenieros de pista de Mercedes. “Hay un desgaste en los compuestos, en las tablas —de la barriga del coche—, los frenos, además del consumo de aceite. El propio piloto puede perder mucho peso. Y en esta carrera en particular, George perdió bastante”, prosigue el técnico de Liverpool.
Llegados a este punto, lo lógico es preguntarse cómo nadie en el batallón de ingenieros del fabricante de Stuttgart pudo prever lo sucedido. Pues por las circunstancias excepcionales que coincidieron aquel domingo en Bélgica, especialmente en Russell. En primer lugar, porque realizar una sola parada hizo que sus compuestos llegaran al final con menos goma que, por ejemplo, los de Hamilton. Y paralelamente porque la temperatura ambiente se mantuvo en todo momento por encima de los 20 grados centígrados en el ambiente, cosa que hizo que el corredor perdiera más líquido. Como dijo el propio Russell, en el mensaje que dejó en su perfil de Instagram después de saber que le habían arrebatado uno de sus triunfos más trabajados, lo dejó “todo en la pista”. Más literal, imposible.
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