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El viento y el frío de Tenerife pueden más que la voluntad de los atletas en el Canarias Athletics Invitational

Bruno Hortelano, Ana Peleteiro, Daniel Stahl y Eusebio Cáceres no pueden brillar en el certamen

Carlos Arribas
Stahl, en acción en el mitin de Tenerife.
Stahl, en acción en el mitin de Tenerife.Ramón de la Rocha (EFE)

Termina frustrado Eusebio Cáceres su concurso de salto de longitud (solo dos saltos válidos con el viento a favor y la lluvia molesta, y el frío, el quinto y el sexto, y solo 7,77m el más largo), se sienta en la primera fila del graderío, frente al pasillo de saltos, y le pide a Iván Pedroso, su entrenador, que le haga una demostración de cómo tiene que subir la rodilla en la batida, de cómo tiene que pisar, buen pisotón, sin temblar, para impulsarse y volar. Y Cáceres, el mejor saltador español, contempla embelesado al maestro de saltadores que se ha empeñado en conseguir que el alicantino de Onil, de 32 años, vuelva a ser grande. “Me encanta cuando me da lecciones prácticas, lo hace tan fácil, lo hace tan bien...”, suspira Cáceres. “Empecé muy bien, con un nulo muy largo, y haciendo lo que tenía que hacer, sin pararme antes de batir para no perder velocidad, sin pensar, mecánicamente... Pero después, volví a ser el de antes y cuando iba lanzado por el pasillo mi cabeza me decía que no iba a llegar a la tabla, y alargaba y me pasaba. Al menos vuelvo a sentir rabia, a tener ganas de pelear con los rivales”.

Llegaba con más esperanzas Cáceres a su debut al aire libre. Llegaba casi convencido de que era capaz de volver a saltar bien, y también lo estaba Pedroso, que la víspera reflexionaba sobre su relación, iniciada en abril del año pasado cuando, después de un invierno divirtiéndose en las pruebas combinadas en su Onil, llamó al cubano y le dijo que quería dar un cambio a su vida, que le entrenara con su grupo en Guadalajara, por favor. “Cuando llevas muchos años haciendo lo mismo, cambiarte las cosas es un poco más difícil. Eusebio vino a Guadalajara un poco más fuerte, más musculado arriba”, dice Pedroso. “Y me costó un poquito. Me costó. Me tocó hablar mucho con él. Yo sé que eres rápido. Sé que entras a una velocidad muy alta, pero yo necesito un pequeño cambio para que pueda facilitarte más la entrada y acelerar más sin desgastarte tanto. Así. Cosas así, poco a poco, le fui diciendo, le fui diciendo, lo fui haciendo, le costó, le costó mucho, pero ahora está en otra fase, en una fase muy buena”.

Las lecciones aprendidas en la dura tarde del mitin Canarias Athletics Invitational las podrá poner en práctica Cáceres, cuarto en los pasados Juegos Olímpicos, la próxima semana en el mitin de Castellón, donde todos mejoran sus marcas. “Castellón es la Doha española”, dice Pedroso. “Hace siempre un calor húmedo muy bueno y siempre sopla el viento justo a favor”.

“¡Qué frío!”, tirita en la banda Iván Pedroso, ya caída la noche pero no el viento. Ha logrado que le presten un forro polar y maldice la mala suerte que encuentra siempre en Tenerife. La víspera sol y calor, el día del mitin, el atardecer, helador. Debido a la lentitud del sistema electrónico de medición, tan pejiguero, la competición de longitud de hombres se alarga y el triple femenino, la prueba estelar, se retrasa hasta la caída del sol. Bajo los focos, en el viento, Peleteiro, destemplada, no se encuentra. Tampoco las rivales. Después del tercer salto, la gallega, que gana con 13,82m, decide no saltar más. “Lo he hecho para no poner el cuerpo en peligro”, explica Peleteiro, aclamada pese a todo por la chiquillería chicharrera, camino del control antidopaje. “En mi vida he competido con más frío. Eso sí, nunca había saltado tanto en estas condiciones. Mira si habré cambiado que esto me pasa otro año y no salto. Con el retraso nos enfriamos en la cámara de llamadas y tenía miedo de lseionarme”. A ella, y a Pedroso, su entrenador, siempre les quedará Castellón.

Fue una tarde en cierta manera decepcionante, y no solo para Cáceres y Peleteiro. Lo explicó Jesús David Delgado, vallista de la tierra que se entrena en Barcelona con Álex Codina, que ganó los 400m vallas con 50,50s, apenas una semana después de haber logrado en Soria su mejor marca, 49,34s: “La pista es la que es, todos sabemos el viento que hace. Hemos luchado contra él y hemos sobrevivido”. También lo sobrevivió, a duras penas, Javier Mirón, ganador de los 800m (1m 48,23s), pero no Bruno Hortelano. El plusmarquista nacional de todos los sprints, de 100m a 400m, hacía su debut de temporada. Con +3,5 metros por segundo de viento, a favor en la recta, de lado casi de frente en la curva, Hortelano solo fue sexto con unos no muy brillantes 21,41s en una prueba ganada por el joven suizo Timothé Mumenthaler (20,68s). La marca no frenó para nada su optimismo y su sonrisa. “He empezado mi temporada olímpica en el mejor sitio”, dijo. “El calor del público ha podido con el frío del ambiente”.

Soplaba del norte, del Atlántico, 29 kilómetros por hora, y entraba por todos los lados de un estadio con una sola tribuna, dislocaba las cintas que indicaban a saltadores su intensidad y agitaba feroz las redes de la jaula de lanzamiento de disco. Eran las condiciones perfectas para una gran marca, pero, quizás por la lluvia que caía de vez en cuando, no muy intensa pero sí pegajosa, quizás por la presión atmosférica, el disco de Daniel Stahl, el campeón olímpico, la gran figura de la reunión, no encontró un plano bueno para volar. El mejor lanzamiento del sueco se quedó en 68,99m, que no está nada mal, pero ni llegó a los 70 metros, la línea de los mejores, ni siquiera batió el récord de la pista de Tíncer, que sigue siendo los 69,50 metros con los que el local Mario Pestano fijó en 2008 un récord nacional que aún persiste.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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