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Lozano, una rodilla maltrecha y un libro en el mercado

El capitán del Barça de fútbol sala regresó al Palau tras romperse el cruzado por tercera vez

Sergio Lozano
El jugador de fútbol sala del FC Barcelona Sergio Lozano, posando en el Palau Blaugrana.massimiliano minocri
Irene Guevara

Todo se lo debe a su rodilla derecha. Lo bueno, y lo malo. Han pasado 10 meses desde que el Búfalo no pisaba su ruedo, y el Palau Blaugrana rugía en el ansioso regreso de su ídolo. Él devolvió el cariño en forma de gol. Sergio Lozano (Madrid, 35 años) volvió tras su cuarta lesión grave de rodilla —la primera fue en 2015, después siguieron las de 2016, 2021 y 2023­—, el día con el que soñó durante tanto tiempo. Desde hace años su vida ha sido un sube y baja constante: apartarse y regresar una y otra vez de las pistas, la muerte de su padre y el nacimiento de hija. Su doctor le avisó de que, si seguía, podría tener secuelas.

Pero Lozano siguió caminando. Con 32 títulos con la camiseta azulgrana desde que llegó en 2011, su competitividad e ilusión, no ha desaparecido: en los tres partidos que ha jugado tras su vuelta, ya ha marcado dos goles. “Mi esencia es la misma. Sigo siendo ese jugador competitivo, enamorado de su deporte. Me daba igual cuándo volver. Mi único objetivo era jugar, y he disfrutado de todo el camino”, asegura Lozano sentado en uno de los banquillos del Palau. De sonrisa y broma perenne, ha estado preparando un libro sobre su vida como método terapéutico. Pero, sobre todo, ha compartido tiempo con Alejandra, su hija de cinco años: “Poder disfrutar de mi hija es lo que más me llevo de la lesión. Estaba deseando que marcase para celebrarlo haciendo ‘coletitas”.

Sergio Lozano, jugador de fútbol sala en el FC Barcelona, posando en el Palau Blaugrana.
Sergio Lozano, jugador de fútbol sala en el FC Barcelona, posando en el Palau Blaugrana. massimiliano minocri

Y sí, marcó el gol que rompió con el empate ante el Noia (en la cola de la clasificación de liga) en una noche que fue para él, y su afición, un cuento de hadas. “He soñado mucho con este día. He esperado, y en momentos difíciles, me visualizaba saliendo por el túnel de vestuarios: ver el Palau, nuestra gente, mi familia, y los Dracs”, explica emocionado Lozano en referencia a la afición azulgrana.

El ruido de aquel Palau el pasado sábado contrarresta con el silencio del 1 de abril de 2023 en las semifinales de la Copa del Rey. El partido paró durante cinco minutos, y no hubo celebración por la clasificación. Lozano se había lesionado: era su tercera rotura de ligamento cruzado, y su cuarta operación. Esta vez no pensó jamás en la retirada. Pero no siempre fue así. “La segunda operación fue la más complicada, tuve mucho dolor durante dos años. Esa fue la primera vez que me propuse retirarme, con 28 años. Un día estás en la cresta de la ola, y al día siguiente estás fuera”, comparte Lozano. Pero hubo una más. En la tercera lesión en 2021, incluso su mujer, Cristina, le pidió que lo dejase. Se lo planteó, y le dijo al doctor incontables veces que lo haría. “Después de cualquier operación hay que pasar un luto”, expresa Lozano. Pero lejos de apartar esos sentimientos, decidió empezar a escribir sus pensamientos.

“Me ha servido como terapia. He expuesto todo lo que sentía, desde lo negativo hasta lo positivo. He llorado y reído, y eso se plasma en el libro”, añade el jugador. Las primeras de las 224 páginas de Goles y Cicatrices (GeoPlaneta, 2024) las empezó a escribir solo, hasta que se decidió a contar su historia y le pidió ayuda a su amigo, y periodista, Llorenç Tarrés, quien conoce al detalle su vida. Y aunque la idea principal era publicarlo el 23 de abril, en Sant Jordi –”es el día que empecé con mi mujer, con la que llevo 16 años”, comparte Lozano–, finalmente saldrá a la venta el 10 del mismo mes. “La idea es que alguien que esté pasando por un proceso similar, de cualquier ámbito, lo lea y pueda salir de ello”, explica el jugador.

La parte más emotiva del libro es la que trata sobre la muerte de su padre en 2019. “Fue muy duro. Mi padre era muy culé, y lo vivía con pasión. Veía todos los partidos, hablábamos antes y después, pero jamás me presionó. Tan solo disfrutamos juntos del camino, y es complicado que ya no esté aquí”, se abre Lozano. Su expresión cambia, y su tono de voz también. Más serio, desvía la mirada a la portería en mitad de la pista dispuesta para la sesión de fotos, y baja el volumen: “Mi padre falleció un jueves, y yo el martes jugaba la Copa del Rey. Mi homenaje fue jugar y dedicárselo, decirle que cada día que jugase y cada gol que marcase iba a ser por él”, confiesa el madrileño.

Sigue cumpliendo la promesa. El Barcelona no se imagina sin él. Y su juego, su regreso, es una cortesía a la afición culé, al fútbol sala y al deporte, pero, sobre todo, a sí mismo y su historia.

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