La magia de Correa fue épica para remontar al Cádiz
El delantero argentino firma un partido soberbio y lidera la gesta del Atlético, que se encontró con dos goles del equipo de Sergio antes de la media hora de juego
La magia de Correa fue impagable una vez más para el Atlético. El jugador más diferente con el que cuenta Simeone, el bajito que siempre tiene algo que inventar o rapiñar lideró una remontada para el recuerdo porque el Cádiz se puso 0-2 antes de la media hora de juego. La gesta volvió a encumbrar a Correa, que hizo dos goles y participó en otro. No estaban ni Morata, sancionado, ni Memphis, lesionado. Así que jugó donde le gusta, cerquita del área, donde su ingenio de potrero hace daño de verdad.
Fue mayúscula su clase de juego en espacios reducidos, de desmarque y de definiciones de oportunista ratonero. Lo suyo fue un canto a la inventiva y a la inteligencia desde su inferioridad física frente a centrales que le sacaban dos y tres cabezas. No hay un jugador en los doce años que lleva Simeone de entrenador, que más veces le haya sacado las castañas del fuego. Anoche, una vez más.
Arrancó bonito de ver el Atlético. Dominador, con Azpilicueta teniendo muy claro que sus aventuras cruzando el centro del campo y dividiendo el armazón del Cádiz podían hacer daño. Así fue. En su segunda perforación en campo contrario se produjo una multiconexión a un toque en la que participaron Llorente, Correa de tacón y de nuevo Griezmann para estampar su zurdazo en la base del poste. El propio atacante francés también entendió que por el centro se descubrían pasillos al gol. Como una tuneladora se limpió a dos rivales y se plantó frente a Ledesma, pero el meta argentino le achicó bien en la salida. Era un Atlético espumoso, con vértigo y mandón que se vio golpeado por una pérdida de Koke. El Cádiz tenía ponzoña arriba y montó una secuencia letal. La pelota le cayó a Chris Ramos y a su centro raso al segundo palo acudió Lucas Pires para remacharlo tras comerle la espalda a Nahuel Molina.
No está acostumbrado el Atlético a ser el que regale. Y menos a ofrecer una segunda concesión tan continuada. Un golpeo largo y afilado de Ledesma lo peinó Azpilicueta confiado en que Witsel u Oblak se harían con la pelota. Ni uno, ni otro. Sí Roger Martí, fino para marcar con una cuchara suave por encima del meta esloveno. Con dos goles en contra poco antes de cumplirse la primera media hora, la épica llamó al Atlético. Y el rival no invitaba al optimismo por el orden que suelen mantener los equipos de Sergio y porque había un registro que también ampliaba la dificultad. El Cádiz no había perdido ninguno de los últimos veintidós encuentros en los que se había adelantado en el marcador.
La empresa la lideró y la culminó Correa con su dominio de los espacios y sus desmarques ratoneros. En el primer gol, hizo dos antológicos. El primer movimiento fue para cazar apurado un pase filtrado de Koke que estrelló contra el cuerpo Ledesma. La continuidad de la jugada cayó en Saúl y este abrió a Azpilicueta. El centro tocado de este abrió otra ventana a la picaresca de Correa que se fue al hueco entre los dos centrales para conectar un cabezazo suave, pero picado y dañino al que Ledesma no pudo llegar. Encendida la mecha, el Cádiz resistió al descanso. Sergio entendió que el Atlético continuaría con su crecida y operó en el intermedio. Sentó a Alcaraz para meter a Escalante y a Roger Martí, con una amarilla, por Iván Alejo. Control, piernas y contragolpe pareció ser la intención de Sergio para tratar de frenar el temporal que barruntaba. No hubo tiempo a que los cambios cuajaran. De nuevo Correa acuchilló un espacio en el área y le dio para dejar otro taconazo que plantó apurado a Llorente frente a Ledesma. Apenas pudo meter la puntera el volante rojiblanco, que donde ahora no le llega con el juego, le llega con los pulmones. El rechace a su remate lo reventó Nahuel Molina contra Javi Hernández y la pelota se coló. El disparo iba dentro de tordas formas.
Al primer minuto de la reanudación, el Atlético ya había igualado el marcador. Tenía todo el segundo tiempo para concretar la remontada, pero no se entretuvo en reposar. Griezmann hizo volar a Ledesma con una rosca esquinada. Chris Ramos, de cabeza, inquietó a Oblak, para avisar de que el Cádiz aún estaba en el partido. Correa, sin embargo, se encargó de decir que la noche y el juego fueron suyos al atacar de nuevo un espacio para empujar una excelsa combinación entre Griezmann, Lino y Saúl. La magia de Correa fue épica.
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