España se corona en la angustia con la Liga de las Naciones
La Roja conquista su primer título en 11 años en un ambiente hostil tras derrotar a Croacia en un partido en el que los de Modric aguantaron hasta los penaltis
En uno de los territorios más espinosos, donde se había estrellado en el Mundial de Qatar, contra Croacia, el equipo más dominador de la suerte de los momentos límite de la prórroga, en una caldera ambiental en contra, España volvió a coronarse con un trofeo, bajo la batuta de un técnico que atravesó semanas en entredicho y con la última fotografía de un lateral embocando a lo Panenka el penalti definitivo de la tanda de desempate a Livakovic, el portero que más domina esa suerte en el mundo junto al argentino Dibu Martínez.
La Liga de las Naciones no es el más lustroso de los torneos, ni siquiera existía la última vez que España ganó su última copa, la Euro de 2012, pero La Roja ha vuelto a ganar, y lo ha hecho dejando señales de que ha enmendado problemas que la hicieron tropezar, por ejemplo, en Qatar.
Superada por España, Croacia condujo el partido al desfiladero de la prórroga para su última emboscada. En esas estrecheces se mueve como nadie. Con esta, eran ocho desde el Mundial de Rusia, de las que habían ganado seis. Antes de esta de Róterdam solo habían perdido una, precisamente contra España, en octavos de final de la pasada Eurocopa.
El desarrollo del partido, un 0-0, una prórroga, una tanda de penaltis, podía tener cierto aroma al último batacazo en Qatar contra Marruecos. Pero el camino hasta el desempate de los once metros había sido bien distinto. España generó peligro de manera creciente a medida que se consumían los minutos. Pisó área, bordeó el gol, y cuando se encontró en el momento fatal de la tanda, se condujo con un aplomo formidable muy alejado de lo que se vio en Qatar. Solo falló Laporte, al larguero, y ni siquiera ese error alteró el rumbo. Unai paró el siguiente y Carvajal cerró la final con el genio de un especialista.
Esta nueva selección va cogiendo cuerpo, empezando por la alineación, con solo dos variaciones respecto de la semifinal contra Italia, y una, la entrada de Asensio por Rodrigo Moreno, atribuible a sus problemas físicos. La otra fue Fabián por Mikel Merino, uno de los fijos en los tres partidos anteriores. España volvía a pisar una final, después de la perdida hace dos años contra Francia, también en la Liga de las Naciones, y el seleccionador la afrontó con lo que parece el primer atisbo de grupo estable. España va cogiendo ese cuerpo de la estabilidad, y también cierto cuajo bajo una atmósfera abrasante que se echó en falta en la intensidad de Hampden Park, cuando cayó contra Escocia en marzo.
El estadio del Feyenoord, conocido por su forma como De Kuip (la bañera), ardió más bien como una caldera. De las 41.500 localidades habilitadas, los aficionados croatas ocuparon por encima de 25.000. El partido se jugaba sumergido en el derroche continuo de sus cánticos. Los 6.000 españoles apenas consiguieron elevar la voz por encima del soniquete rival. Bajo ese tono entre argentino y balcánico, punteado con algunas bengalas rojas en ambos fondos, España sostenía el pulso con el aplomo de los viejos tiempos. Apretaba más la grada que la cuadrilla de Modric, pero La Roja mantenía el mando. Y eso que enfrente formaba uno de los centros del campo más dominadores y determinantes del último lustro: Modric, Brozovic y Kovacic.
El primer manotazo lo dio Gavi, como contra Italia. Se lanzó voraz a por un central, le birló la pelota y el tiro se le fue por poco. España amenazaba por el centro, con el empeño de Gavi y la clarividencia de Fabián. Su aparición en el once contribuyó a sujetar a Modric y a liberar algo a Rodri, pero sobre todo a progresar al ataque. Buen pie, tranco largo, comida en el terreno abrasador que asoma entre líneas, y tiro.
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— UEFA EURO 2024 (@EURO2024) June 18, 2023
Croacia aguardaba, que en general suele ser su posición más inquietante. Se desliza como nadie sobre el filo, mientras los partidos aceleran hacia el acantilado. No emite señales de que le suba el pulso. Y así pasaba el tiempo, con algún tramo del baile medio caótico de los tres del medio, esa especie de jazz croata, cautivador hasta que pica.
De la Fuente subió la presión echando al campo a Joselu y Ansu, y más tarde a Dani Olmo, y España iba encerrando y arañando a Croacia a medida que se consumía el tiempo y la cuadrilla de Modric atisbaba ese terreno promisorio que para ellos es casi siempre la prórroga. Pero ahí, quizá en el territorio más inhóspito, el más repleto de malos recuerdos, España se llevó otra final.
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