La hegemónica Swiatek alza su tercer trofeo en París
La número uno reacciona a la rebelión de la checa Muchova (6-2, 5-7 y 6-4, en 2h 46m) y conquista su cuarto grande, misma cifra que Osaka, Arantxa y Clijsters
Le pone empeño Karolina Muchova, se revuelve, contraataca. Muy meritoria la rebelión, el set que araña, esa actitud. Se advertía: sabe jugar, y mucho. Pero enfrente el rodillo. Es decir, Iga Swiatek, la polaca que escucha a Led Zeppelin, que venera a Rafael Nadal y que sigue ganándose un hueco cada vez más grande en la historia del tenis. Vence otra vez, por tercera en París, y viene a constatar de nuevo (6-2, 5-7 y 6-4, tras 2h 46m) que sobre tierra batida no hay jugadora más dominante ni eficiente. Nadie controla como ella la superficie. Es una roca, pero esta vez sufre de lo lindo y durante un buen rato teme que se le escape. Aun así, se eleva este sábado y profundiza en la historia, señalada ya como la más joven (22 años) en atrapar cuatro Grand Slams desde que lo hiciera la campeonísima Serena Williams, quien logró el póquer con solo 20 años.
La final apunta a insípida, porque Swiatek, la competidora de titanio, no admite discusión y enseguida marca diferencias. No falla, no concede, aborda con decisión y Muchova va derritiéndose entre el bochorno que se ha instalado en París, ciudad tropical, quien lo iba a decir. Cosas del cambio climático. La checa, que batió a la de Varsovia en el único precedente –engañoso porque ambas comenzaban la escalada y estaban aún por hacer, 2019– está nerviosa en su primera gran final y su tenis académico pierde finura, frescura y determinación. El corrosivo ejercer de la número uno le acorrala, incluso pinta a breve la historia, pero extrañamente Swiatek se destiñe y el pulso cambia de dirección. Pasa un muy mal rato la campeona, que cede el segundo set y va 3-4 abajo en el tercero, pero al final corrige. Se levanta. Feo e inmerecido final para su adversaria, con una doble falta que ensucia un desenlace emocionante.
Triunfa la polaca, asciende otro nivel y atrás quedan dos símbolos, Martina Navratilova y Maria Sharapova; se asocia ahora con Margaret Court, Monica Seles y Arantxa Sánchez Vicario, propietarias de otros tres trofeos de Roland Garros. “El año pasado fue la confirmación de que el primer título no fue una casualidad, y este ha sido más duro por la presión, al venir aquí para defenderlo. No sé hasta dónde soy capaz de llegar, qué soy capaz de hacer. Seguiré trabajando al máximo para crecer, no me pongo ninguna meta concreta”, señala la ganadora, chica con inquietudes, amante de la lectura. No faltan las lágrimas ni la anécdota: se le cae la tapa de la copa y ríe.
Excepto el capítulo final, es otro paseo por el Bois de Boulogne, donde tan solo Muchova ha conseguido rebatirle. Cierra el torneo con cuatro roscos (6-0) y los datos dicen que es la más joven en revalidar el premio desde que lo hiciera Monica Seles, 17 años cuando repitió la estadounidense en 1991. Hoy sigue agrandándose la jerárquica Swiatek, con tres coronas del grande francés –siete en arcilla en total, de las 14 que lucen ya en su expediente– y un fantástico porvenir por delante. No parece descabellado pensar en que un día pueda igualar o superar el récord de la gran Chris Evert (7), quién sabe si aproximarse a su admirado Nadal. Tiene el tenis, será cuestión de cabeza. Ya posee cuatro majors, a misma cifra que Osaka, Arantxa y Clijsters, y continúa distinguiéndose entre el mar de dudas de la WTA.
”Este es mi lugar favorito del mundo”, señala. “Siento que he dejado que ella se metiera de nuevo en el partido, algo que no suelo hacer, pero Karolina es una gran jugadora. Después de tantos altibajos dejé de pensar en el resultado, quería usar más mi intuición porque sé que puedo jugar mejor si me libero. Estoy muy feliz de haber sido capaz de hacerlo. Estas semanas no han sido fáciles. Sin mi equipo no estaría aquí”, expresa en la Chatrier, cada vez más suya; “no miro al futuro, estoy contenta con lo que voy haciendo; solo pienso en mejorar cada día, no me fijo objetivos de récords que lograr”.
A diferencia de la mayoría, no se distrae, es estable y acepta el rol de referente sin acusar los vértigos. Ocho títulos el curso pasado, tres ya en este. Juego metalúrgico, sin arabescos; sobriedad y mano firme. Únicamente Seles y Naomi Osaka habían ganado hasta hoy sus primeras cuatro grandes finales. Solo Barbora Krejcikova, en 2021, se entrometió en su idilio parisino. Hay que retroceder a la belga Justine Henin (2005-2007) para dar con la última que reeditó en Roland Garros. Enlaza 62 semanas en lo alto del ranking desde que cogió el testigo de la australiana Ashleigh Barty, en abril de 2022, y se postula con fuerza: sí, Swiatek quiere marcar una época.
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