Rodrygo resuelve de solista
El brasileño marca dos goles sin apenas compañía arriba para dar la victoria al Real Madrid ante un Sevilla que compitió aun con la mente en la final de la Europa League del miércoles
Rodrygo no deja pasar ocasión, por extraña que sea. En una tarde en la que el Sevilla y el Real Madrid parecían mirar un poco de reojo hacia otro lado, el brasileño despachó una función solitaria, un pequeño acto de rebeldía con toques de genialidad en su segundo gol, una maniobra eléctrica de fútbol sala en el área con la que culminó una contra. El equipo de José Luis Mendilibar vive ya con la mente en la final de la Europa League que juegan el miércoles en Budapest contra la Roma de Mourinho. El Madrid, que continúa empeñado en mantener la segunda plaza que amenaza el Atlético, compareció en Sevilla aparentemente desarmado.
Se quedaron en casa Vinicius, Benzema, Asensio y Mariano, con lo que Rodrygo era lo más cercano que tenía Carlo Ancelotti para sostener una delantera. En el banquillo dejó al canterano Álvaro Rodríguez, que tuvo unos minutos, y sobre todo a Eden Hazard, el fichaje más caro de la historia del club, que sí había aparecido una hora hace dos semanas contra el Getafe, y que en el Sánchez Pizjuán ni asomó. Allí terminó de archivarlo casi definitivamente Ancelotti.
Antes que utilizar al belga, el italiano prefirió poblar el equipo de centrocampistas, y metió a Valverde y Ceballos para acompañar a Rodrygo. Aunque lo que resultó fue más bien una misión solitaria del brasileño.
La configuración del once condujo al Madrid a la zona central como si el enemigo lo hubiera dirigido hacia un desfiladero. Por allí tocaban Kroos, Modric, Tchouameni, Ceballos, Valverde, Rodrygo, y hasta Lucas y Mendy desde los laterales. A veces, incluso Militão y Alaba. Por allí, en un espacio colonizado por cinco centrocampistas, se desplegaba un carrusel de pases veloces y precisos que languidecían al aproximarse al área. Solo una diagonal clarividente y profunda de Ceballos a Lucas desarmó al rival, pero Rodrygo desperdició la oportunidad cara a cara con Bono. Se trató de algo fugaz. En general, el Madrid amasaba y amasaba.
Por puro automatismo, de vez en cuando a Lucas se le escapaba un centro al área, como si por allí siguiera Benzema. Al otro lado, el Sevilla parecía lo contrario. Su parte del campo daba la impresión de ser más ancha, gracias al empeño de Montiel y Lamela por la derecha y Acuña y Bryan Gil por la izquierda. Por ahí llegó el primer golpe del equipo de Mendilibar. Acuña sorprendió la espalda de Lucas, ganó la línea de fondo, y comenzó una pequeña sucesión de despejes, tiros y rechaces que terminó depositando la pelota en la zurda de Rafa Mir, que se sacó un fogonazo a la escuadra.
El Sevilla vivía de esos espasmos, con breves periodos de control en el centro, donde debutó Manu Bueno, el primer canterano al que Mendilibar abre pista en el Sevilla. El técnico vasco, como todo el sevillismo, tiene en mente Budapest, lo que favoreció el estreno del centrocampista de 18 años. El jerezano se movió sin traslucir tembleque alguno, limpio en el pase y osado en el cambio de ritmo.
Justo así rompió el Madrid la falta de picante de su fluida circulación. Tchouameni cambió el paso, enfiló el área y Lamela le hizo falta. Rodrygo ejecutó un lanzamiento con más picardía que maestría. Pilló a contrapié a Bono, por abajo, sin necesidad siquiera de ajustarse demasiado al palo, y anotó el empate.
El Sevilla jugaba dos partidos, el del Pizjuán y el del miércoles en Hungría, que fue el que dictó el guion de los cambios, como de todo el manejo de personal. A la hora, Mendilibar retiró a Rakitic y Bryan Gil, dos de los tres titulares de campo que alistó de inicio, y el Madrid ya se quedó con el mando, que hasta entonces le habían discutido varias ocasiones de Lamela y Rafa Mir.
El Real terminó de despejar el panorama en una contra como las de los viejos tiempos, un espasmo nacido de una falta en contra. Rodrygo rebañó el balón y se lo dejó a Modric, que encontró a Kroos. El alemán desarmó el resto de la resistencia con un pase profundo a la carrera de Rodrygo, que ya estaba allí, el otro lado del campo. Entró al área y se deshizo de Montiel con dos regates que le anudaron las piernas y marcó en una maniobra de parqué.
Pese a que quería más, Ancelotti lo retiró del campo para controlar el resultado y amarrar una victoria que no amargó demasiado al Sevilla. La grada despidió a los jugadores de Mendilibar tratando de impulsarlos hacia la final del miércoles, sin atender al marcador de ahora.
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