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La Australia de Tom Slingsby se lleva la regata del millón de dólares del SailGP

Tercer triunfo en tres temporadas del F50 australiano en el GP final de San Francisco

Carlos Arribas
SailGP vela
El F50 australiano, a la derecha, supera por centímetros al neozelandés.Ricardo Pinto for SailGP (Ricardo Pinto for SailGP)

Al volante, Tom Slingsby es un corsario que navega con el cuchillo entre los dientes. Concluidas las series previas, las eliminatorias que dejan a España, finalmente, novena de la tercera temporada, Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido disputan la gran final. En SailGP no se navega, se pelea, y, con los puños, o el cuchillo, el mejor es el regatista australiano. Es el espíritu de las regatas antiguas, qué te juegas a que te gano, qué te apuestas. Y los golpes bajos y los atajos están prohibidos, ma non troppo. En las gradas chillonas una aficionada australiana agita un gigantesco muñeco hinchable, un boxing kangaroo, bicho amarillo con guantes rojos, el símbolo del que más orgullosos se sienten, el espíritu de lucha, y desde el agua, cerca del puente del Golden Gate, por donde llega la brisa, Slingsby responde audaz a la llamada al combate, se lanza hacia el catamarán británico cuando se están acercando a la salida, lo adelanta y lo frena. Un rival menos. Ben Ainslie, el mejor regatista olímpico de la historia, el único que ha conseguido medalla de oro en cuatro Juegos consecutivos, ya no pinta nada en la final. Ya solo quedan dos. “Han seguido la estrategia que tocaban, sí, agresivos y es lo que tienen, ¿no? Que son agresivos, se arriesgan y les sale bien en los momentos que toca”, dice el conductor del F50 español, Diego Botín, que contempla la regata desde su barco flotando inmóvil en la banda del campo de regatas. “Esa es la fórmula, ¿no?”

Uno de los atractivos del SailGP son las regatas de nueve F50, como carreras de fórmula 1 en las que en cada rincón hay algo en juego, pero nada que ver con una final cara a cara entre los que quizás sean los dos mejores del mundo, el neozelandés Peter Burling, tan blanquito de cara y tan aparentemente impávido al volante de su catamarán, tan calmo de movimientos, sin aceleraciones ni nervios, y Slingsby, de aires fogosos, un Verstappen al volante que se lanza como una flecha y aparta a todo el que se interponga. La final es un monólogo hasta la última virada. Llega Slingsby con ventaja. Ya se siente campeón. Tres temporadas de SailGP, tres victorias del F50 australiano, del que el navegante de Gosford, en Nueva Gales del Sur, es CEO y piloto. Y entonces, de repente, los foils australianos se desploman, el barco se para prácticamente, Burling acelera, se acerca. La gente se levanta de sus asientos. Quieren verlo y no quieren verlo. Quedan metros para la meta. “Es malísimo lo que se me pasó por la cabeza tan cerca de la meta. Cuando estábamos en esa posición, pensaba: ‘No me puedo creer que vaya a perder desde aquí. No puedo creer que la vaya a cagar así, delante de toda esta gente, de todo el mundo que me veía por la tele”, dice Slingsby. “Eso pasó por mi cabeza. Teníamos una ventaja tan cómoda que decidí que quería parar un poco la carrera y hacer maniobras extra para asegurarme. Al final, no consiguieron una vía diferente, pero viraron en mejores posiciones. Eran capaces de salir de las viradas un poco mejor que nosotros. Nosotros virábamos con menos ventaja y ellos seguían ganando, ganando. Afortunadamente, hicimos la virada con suficiente espacio en el último movimiento y pudimos aguantar hasta el final”.

Y Burling no pierde la calma externa, pero tiene ganas de perderla, y lo dice. “La verdad es que estoy muy decepcionado”, dice el piloto del barco neozelandés que ganó las dos últimas Copas América. “Estuvimos muy cerca de liderar en la primera marca. Hicieron un gran trabajo aguantando en el interior. Luego tomamos lo que pensábamos que era la mejor opción por abajo y probablemente fue la primera vez que esa opción no dio resultado en todo el día. Nos hemos encontrado bastante lejos de la cabeza y a partir de ahí nos hemos ido acercando a ellos. Pero nos hemos quedado cortos”.

El millón de dólares en juego (winner takes all, dice el lema: el ganador se lo lleva todo) se va a Australia.

Le preguntan a Burling los periodistas australianos si no tiene en su casa una diana con la cara de Slingsby, que debería tener razones para odiarlo, y él responde que ya que no ha ganado él que está bien que gane el mejor, y que ya se verán las caras de nuevo, dentro de un mes, en Chicago, donde comienza la cuarta temporada de SailGP, y que quizás también peleen cara a cara en Barcelona, en la Copa América de 2024, en la que Slingsby conducirá el barco norteamericano, lo que no considera una traición. “Mi madre es australiana y mi padre norteamericano”, dice el regatista que en Londres 2012 fue campeón olímpico con el equipo australiano en la clase Laser. “Tengo pasaporte de los dos países y represento a los dos siempre que puedo”. Hace 10 años, siempre en San Francisco, ya formó parte del Desafío Oracle de Russell Coutts que se impuso a Nueva Zelanda en la Copa América.

Hijo de marino, Slingsby, de 38 años, un físico macizo, 1,87m, 90 kilos, no quería seguir los pasos de su padre. Prefería jugar al tenis, y no era malo, pero se cayó del caballo camino de Damasco cuando los Juegos de 2000 se celebraron en Sidney. “Nunca voy a decir que soy el mejor regatista de todos los tiempos. Todo lo que he hecho en los últimos diez años ha sido con este equipo detrás, así que si alguna vez me llaman el mejor, es lo mismo para todos los que están detrás de mí. No he ganado apenas nada sin esta gente”, dice Slingsby en la conferencia de prensa, y se pone de rodillas ante Ben Ainslie, el patrón del F50 británico al que dejó fuera de juego antes de comenzar la regata final. “Para mí, Ben Ainslie siempre será el más grande. Crecí viéndole. Cuando tenía 15 años, sentado en el puerto de Sidney viendo los Juegos Olímpicos, él compitió por la medalla de oro. Fue entonces cuando dije: ‘Quiero ser regatista profesional e intentar hacer lo que él ha hecho’. Es una gran inspiración para mí. Para mí, realmente no importa lo que hagamos a partir de ahora en nuestras carreras. Lo que Ben ha hecho en el pasado… siempre será un ídolo para mí. Aunque últimamente le haya ganado un par de veces, para mí siempre será el GOAT [greatest of all time, el más grande de todos los tiempos]”.

Los navegantes españoles disfrutan del espectáculo. Están un poco de subidón. Han peleado mucho mejor que el sábado. “El sábado tuvimos un día muy malo, del que hemos sacado muchas conclusiones. Hoy [el domingo] hemos podido aplicar muchas. Hemos estado peleando en el paquete de la flota en muchos momentos. Sentimos que nos faltan días de entrenamiento. Tenemos errores de no calcular bien las distancias, la velocidad, de conocer el barco, cosas que solo dan pasar más tiempo en el barco”, dice Botín. “Técnicamente, hay tres equipos que están por delante y tenemos que apretar fuerte para ponernos a ese nivel, para competir con ellos. Y, también, como dice Russell Coutts tenemos que superar el reto comercial, lograr patrocinios. Las dos cosas, lo deportivo y lo económico, van de la mano y si sube una sube la otra. Así funciona esto. Es una parte en la que hay que poner mucho el foco”.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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