Pobre rico PSG
A Qatar no le basta con el fundamentalismo financiero. El fútbol no es un pozo petrolífero. Tiene alma, cepas propias, códigos singulares. Nada de ello se puede comprar a toca teja
El PSG está que arde. Doce años después de controlar el club, Qatar aún no ha esponjado que el fútbol, como depósito sentimental, no tiene precio. Ni siquiera en París, ciudad embrionaria de la Copa de Europa, pero donde el PSG, alumbrado anteayer (1970), aún es visto como un advenedizo con más pasta que raíces entre la gran nomenclatura del fútbol mundial. Lo mismo ha dado la desorbitante inversión catarí y su gran parque temático. En la pasarela de París no anidan las súper estrellas. Las forasteras (Messi y Neymar) ni la local. No son pocos los flirteos de Mbappé, que lo mismo galantea con Emmanuel Macron que con Florentino Pérez. Mientras, Haaland, dale que dale, gol a gol, le lleva a rebufo en la carrera por la entronización posMessi-Cristiano.
Hoy, el club parisino se ve devorado por el espumoso mundo de las celebridades. Como penúltima evidencia, la manifestación de este miércoles de medio millar de ultras. Primero frente a la sede de la entidad, con insultos de todo pelaje a Messi y una alta dosis de ira contra el mandamás, Nasser Al-Khelaifi. Luego, en procesión hasta la mansión de Neymar, al que reclamaron en tromba su marcha del club. A los dos exazulgrana se les tiene por mimados sin apego al escudo. Al argentino porque, saciado su apetito mundialista, no le importan los coqueteos comerciales con Arabia Saudí al tiempo que el PSG cae en casa contra el Lorient, que no es el Santos de Pelé. Todo tras el fiasco en la Champions y no haber podido alcanzar siquiera la final de Copa. En la telonera liga francesa, el PSG ni se ha ganado el paseíllo, con seis derrotas y solo cinco puntos de ventaja sobre el Marsella con 15 por disputar.
Desde el potente radar de los Messi, que puede desligarse en junio, se guarda silencio mientras fluye su deseo de un hipotético regreso al Barça o una excursión a Arabia a cambio de 400 millones, el precio por su combate final con Cristiano, otro decidido a jubilarse en aquellas tierras.
Entre lesión y lesión, sopla velas cumpleañeras y demás enredos, Neymar, con contrato hasta 2027, apenas ha prendido en la capital francesa. Para atizar todavía más la caldera, el paulista concedió un like al medio brasileño TNT Sports que mostraba un abrazo del jugador y Messi con la camiseta del Barça bajo el texto: “Estaban muy felices”.
Para colmo, la gobernanza del PSG ha intentado una maniobra financiera que le ha enfrentado a la vez con los hinchas y la alcaldía parisina. Su pretensión de adquirir en propiedad el estadio del Parque de los Príncipes a cambio de un donativo de 38 millones de euros provocó la lógica respuesta de Anne Hidalgo: “Es una oferta ridícula”. Claro, una propuesta colindante con el sueldo neto anual de Messi, por ejemplo. De paso, Qatar Investment mostró su interés en acudir a la subasta del Estadio de Francia en Saint-Denis, que tiene previsto un nuevo concurso tras los Juegos de París de 2024. La réplica de los aficionados, que prefieren el brasero tradicional del Parque de los Príncipes, fue tan contundente como la de la alcaldesa. En Saint-Denis doblaría el aforo, pero Francia, París, se pregunta si, salvo en las grandes cumbres de la Champions, la Ligue 1 daría para que el PSG rebose el gran estadio (81.338 espectadores).
A Qatar no le basta con el fundamentalismo financiero. El fútbol no es un pozo petrolífero. Tiene alma, cepas propias, códigos singulares. Nada de ello se puede comprar a toca teja. De lo contrario puede resultar tan ortopédico como este proyecto globettroters de un PSG sin testamento. Ni siquiera al Real Madrid, el más legendario de los legendarios, le resultó fetén su galaxia. O a los totémicos Lakers, que en el curso 2003-2004 subordinaron para nada a Kobe y Shaquille con Gary Payton y Karl Malone.
No son pocas las veces que la dichosa pelotita regatea a los plutócratas. Si encima el andamio histórico no da para sostener al club... El fútbol precisa corazón, no basta con una caprichosa afiliación de ferraris. Este maldito fútbol no repara ni en jeques.
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