El Real Madrid no desenchufa
A los blancos les vale con la pujanza de Vinicius y la exuberancia de Camavinga para batir a un Celta sin hueso a la espera del Barça-Atlético
Resuelto un partido de coser y cantar ante el Celta, el Real Madrid se encomendó al Atlético, visitante este domingo del Camp Nou. A ocho puntos del Barça y ocho jornadas por arrancar del abusivo calendario, los blancos aún pueden estar avizor si los azulgrana gripan. Mientras, Asensio y Militão liquidaron a un adversario deshuesado. Un Celta sometido por las citas constantes de Vinicius y la superabundancia de Camavinga. Un rato lateral pletórico, un tramo interior rebosante. Demasiado para un Celta menor.
Con un encuentro de entreguerras por delante, con la final de Copa y el City a la vista, comenzó en chanclas el Real. De inicio, un Madrid soseras frente a un contrario esquelético, remendado en defensa, sin gabinete en el medio y puro barbecho en ataque. Para mayor engorro, el césped, víctima de las obras del Bernabéu, era un paisaje lunar en el que la pelota brincaba.
Ocurre que a Vinicius no le van los partidos de recreo. Lo mismo da que esté más o menos lúcido. Hoy disputa cada asalto como si fuera el último. Una vez más, con el brasileño como turbina blanca, el cuadro de Carlo Ancelotti fue llegando al partido. Para colmo del conjunto del portugués Carlos Carvalhal, el ala diestra por el que debía arrestar a Vinicius tuvo que ser zurcida con el suplente Kevin —Hugo Mallo estaba sancionado— y un medio como central ortopédico, caso de Tapia, relevo del lesionado Aidoo. Kevin cargó con una tarjeta desde el minuto 20 y con Vinicius como sonajero el Real se enchufó al duelo.
Con Kroos y Modric de mirandas en el banquillo, al radar de Vinicius se sumó Ceballos, uno de los meritorios de estos meses. Tan pendiente de la renovación como Asensio y Nacho. Con unos cuantos ya sumados a la causa, el cuadro local se procuró una batería de remates, todos de larga distancia. Eso sí, con la portería de Iván Villar fuera de plano. El Celta, cada vez más enchironado. Ni una gota de Iago Aspas, su principal vector. Apenas rastro de Gabri Veiga, nueva divisa del celtismo. Para los visitantes, Courtois solo era un espejismo en alguna provincia de Marte.
La vía aérea
En uno de los contadísimos arranques de los celtiñas, Aspas se topó con Camavinga, que es un convoy en sí mismo. El francés cerró la ofensiva rival, cruzó hasta medio campo mientras los rivales se iban a la cuneta. Ya en el eje conectó con Ceballos, que filtró un pase tan versallesco como clínico para Vinicius, que selló su 15ª asistencia del curso. Bien que se lo agradeció Asensio, que cada vez intima mejor con el gol. Recursos nunca le faltaron.
Llegado el descanso, el Celta no se había procurado ni media ración de toques. Ni un garabato cerca de Courtois. De vuelta al segundo acto, en un parpadeo se comió el 2-0. Esta vez por vía aérea. Asensio sacó un córner y Militão, que tiene pértigas por piernas, se colgó de las nubes y cabeceó a un rincón de la red. El equipo vigués, ante el Annapurna. El Real, con el trámite a punto del finiquito y más contemplativo a la espera de otro turno de Vinicius, algún destello más de Ceballos, un nuevo chispazo de Asensio... Y con Camavinga ganador de todos los desafíos. Los de Aspas y los de cualquiera.
Intervino Carvalhal, que pronto retiró al prometedor Veiga, futbolista con clase y carrocería, pero que no dejó pisadas en Chamartín, plaza mayor.
Certificado el 2-0, el partido, como en su puesta en escena, perdió hueso. No apretaba el Celta, que con poco pudo pedir paso en el encuentro si Aspas hubiera resuelto un reto con Courtois. El ídolo celeste comprobó que el belga tiene remos, no brazos. Pese al sustillo, el Real ya se daba por satisfecho, por más que Ancelotti reclamara más volumen. Complicado cuando Vinicius y Ceballos —ambos aclamados— se ganaron un descanso. El trono de la Liga queda remoto si el Atlético no apura al Barça, la Copa está a un paso y la Champions es lo más prioritario del universo madridista.
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