El compadreo Barça-Madrid
Que los blancos se hagan los suecos ante el ‘caso Negreira’ es otro ejemplo de que grandes patricios del tinglado se apoyan entre sí ante un enemigo común: Javier Tebas
Pocas veces una pancarta ha sido tan involuntariamente premonitoria. Lo proclamó a toda pastilla el candidato Joan Laporta en diciembre de 2020 con un megalómano mural en el perímetro del Santiago Bernabéu: “Ganas de volver a veros”. Cuánta verdad, visto lo visto. Entonces, en plena campaña electoral a la presidencia del Barça, se tomó como un guiño fanfarrón del aspirante a su segundo mandato. Hoy resulta evidente que el reencuentro, deseado o no, ha sido tal éxito que no hay forma de rebobinar a una fraternidad semejante entre las dos instituciones, Barça y Madrid. Un fenómeno paranormal, pero ya se sabe que las circunstancias derivan a veces en extraños compañeros de viaje. Tú, Barça, me haces de gregario en la Superliga y yo, Real Madrid, me hago algo el sueco en el asuntillo del Negreiragate y tampoco pongo el grito en el cielo con tus problemillas de tesorería. Ahora que hay tan sospechosas evidencias, lo mismo dan los recelos arbitrales mutuos desde el bisonte de Altamira. Aquí paz y después gloria. Al fin y al cabo, un enemigo común: Javier Tebas, al que se le han rebelado los dos grandes patricios del tinglado. Porque ellos, Barça y Madrid, Madrid y Barça, no son de ese mundillo de la Liga. Lo suyo va mucho más allá. Su cauce es el de una Liga, pero Súper.
El último regate madridista llegó este martes, cuando la entidad blanca dio un paso lateral ante la demanda del resto de los 40 clubes profesionales de difundir un comunicado conjunto contra esos pagos de los azulgrana al exvicepresidente de los árbitros Enríquez Negreira. Ni más ni menos que siete millones de euros durante 17 años y con cuatro presidentes diferentes: Gaspart (“ni idea”), Laporta (“sí…”, pero conspiraciones), Bartomeu (“sí, pero yo acabé con ello”), Rosell (silencio) y Laporta bis (“sí…”, pero la inquina de Tebas). De puertas afuera, al Real Madrid no parece inquietarle tal cochambre. Tampoco el daño reputacional al sector. No es de ese reino en el que los de la pedrea se han mancomunado para exigir aclaraciones sin remilgos. No se trata de cargar contra el amigo Laporta, sino de solidarizarse con los que, con toda la lógica del mundo, piden “esclarecer cualquier irregularidad que se haya podido cometer”. Además, justo ahora que el nuevo CEO de la Superliga, Bernd Reichart, se ha esmerado por maquillar y democratizar el elitista proyecto inicial.
Por encima del personalismo de Tebas o Luis Rubiales, de la incómoda tibieza del CSD, de los intereses de la UEFA y la FIFA, de las estrategias de Florentino Pérez y las palancas de supervivencia de Laporta, el fútbol español merece la máxima transparencia. Y necesita el eco y el amparo del Real Madrid, su inequívoco empeño público en llegar hasta el final del caso, sin menoscabar, por supuesto, la presunción de inocencia. Por más que los lazos Negreira-Barça ya sean de por sí una golfada.
No es un caso que ataña solo a los 40 clubes del camión escoba de los grandes. Incluso trasciende al fútbol patrio, que, por cierto, puja por el Mundial de 2030. De no aclararse el asunto: ¿Qué dirán los vips de la ansiada Superliga cuando tengan un compañero de viaje que flirteaba de tal modo con el colectivo arbitral? En algo tiene razón el Barça. Tener en el radar al gremio de los árbitros, sea por la vía que sea, es una práctica nada original. Bien cerca tienen barcelonistas y madridistas un escandaloso precedente. La Juventus, la tercera pata de la Superliga, fue descendida en 2006 a la Serie B y desposeída de dos ligas por una trama corrupta para influir en los árbitros. También tuvo su gate: el Moggigate. A la espera de la resolución del Negreiragate, ¿qué tal ventilar la Liga antes del embarque en la Superliga?
Laporta no iba de farol. Del “ganas de volver a veros” al menos mal que os volví a ver. Hala Barça y visca el Real Madrid.
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