‘À jamais les premiers’, el eslogan con el que Marsella celebra la eliminación del PSG
El fútbol va de eso, de viejas historias, de rivalidades, de pasiones, de recuerdos y de aquellas narraciones con las que nuestros mayores nos intentaban orientar para vivir y sobrevivir
Cuando en 2016 llegué a Marsella llevaba en mi maleta algo de ropa, mi ordenador, algunos libros y, sobre todo, muchos prejuicios en cuanto a la capital foceana. Sabía cosas de su bullabesa y de su Vieux Port, de sus colores blancos y azules, de su estadio Vèlodrome y poco más. Me habían hablado y prevenido del carácter problemático de una ciudad histórica y me habían puesto sobre aviso de un estadio caliente, muy caliente, hasta demasiado caliente.
A los días de llegar y mientras paseaba por el litoral de la ciudad descubrí un mural enorme de una marca deportiva que llevaba un eslogan: “À jamais les premieres”. Mi francés me permitía entender que aquello era algo así como “Los primeros para siempre” pero no acababa de entender, de ubicar la cita. La mañana siguiente se me ocurrió preguntar por el asunto cuando llegué a mi despacho en la ciudad deportiva y mis orgullosos marselleses me contestaron que era por su Copa de Europa, la ÚNICA, con mayúsculas, que un club francés había sido capaz de conquistar. La única, Andoni, la única en Francia. Y dejaron que mi mente completara la ecuación. La única en Francia.
Como los tiempos, los presupuestos y los dineros habían cambiado mucho, radicalmente, de aquel 1993 glorioso, el hoy es más complicado para esas altas aventuras europeas, pero siempre ofrecen posibilidades para las grandes gestas, esas que el viejo futbol presenta cuando llega la competición de la Copa de Francia, esa en la que todos juegan contra todos en el campo del rival de menor condición o en el que el sorteo determine en caso de similar nivel. Y así, este miércoles se jugaba un OM-PSG, un Marsella-París, un Sur contra Norte, uno de tantos que en Europa han construido su carácter en base al contraste, a la diversidad, un OM-PSG que se jugaba en la misma fecha que el Paris FC (hay otro club en París infinitamente menos rico)-Annecy o el Vierzon-Grenoble entre otros. La Copa, el fútbol y el destino como elementos que igualan riquezas y sueños, uno de aquellos algoritmos que hicieron del fútbol el deporte más popular, más apasionado, más incierto y, por tanto, más mágico.
Busqué el partido en este nuevo mundo, en este nuevo sistema globalizado pero me tuve que conformar con seguirlo por las aplicaciones imaginando la caldera que sería el estadio marsellés, imaginando los cantos, el ruido indescriptible y hasta a veces descoordinado del juego, la pasión de los seguidores marselleses (pleno de espectadores en casi todos los partidos de esta temporada), la energía del fútbol desbordado, incontrolado, febril y desmesurado.
Me costó poco, aunque sé (Marsella me lo enseñó) que hay cosas inimaginables, reproducir la explosión cuando el árbitro pitó el final de partido con la clasificación del OM para cuartos de final y, también y a la vez y no sé en qué orden, con la derrota del eterno rival, con la derrota de los de la capital parisina.
Y me recordó que también el fútbol va de eso, de viejas historias, de rivalidades, de pasiones, de recuerdos y de aquellas narraciones con las que nuestros mayores nos intentaban orientar para vivir y sobrevivir. Que de esa energía también viven ciudades mágicas como Marsella, y tantas otras de su tipo, de esa que habrá llenado de luz este jueves sus despachos, hospitales y estrechas calles, hasta las más conflictivas, para permitirles soñar que los retos más imposibles son alcanzables y que las batallas más desiguales merecen ser emprendidas.
Todo eso que está tan cerca del ser humano y tan lejos del show business.
Eso que convendría no olvidar cuando hablamos del fútbol y sus proyectos de cara al futuro, eso que no sale, nunca sale, en una tabla de Excel ni en un PowerPoint ni tampoco, lo siento, en ningún algoritmo.
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